《6》

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Después de su cita con Cami, Cupido se encontró lleno de conflicto interno.

No sabía cómo enfrentar la situación con Ares, temiendo perderlo si le revelaba la verdad sobre su compromiso.

Cuando Ares apareció ante él, Cupido sintió un nudo en el estómago, pero también una necesidad abrumadora de estar cerca de él.

-Ares- susurró Cupido, sus ojos verdes buscando los de Ares con desesperación.

Ares lo miró con intensidad, notando la ansiedad en la expresión de Cupido.

- ¿Qué sucede, Cupido? -preguntó con suavidad, acercándose a él con cuidado.

Cupido tomó una respiración profunda, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

- Ares, nada solo quiero que sepas que te amo -  declaró con sinceridad, sus ojos brillando con emoción.

El corazón de Ares se estremeció ante las palabras de Cupido, su expresión suavizándose con ternura.

- Y yo a ti, Cupido - respondió con voz suave, extendiendo una mano para acariciar la mejilla de Cupido con delicadeza.

Con un suspiro de alivio, Cupido se dejó llevar por el amor que sentía por Ares, sabiendo que no podía vivir sin él.

- Ven conmigo, Ares - dijo Cupido, tomando la mano de Ares y guiándolo hacia el templo de Cupido.

Cupido y Ares entraron al templo, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos mientras se acercaban uno al otro con un deseo abrasador.

Sin decir una palabra, se perdieron en un beso apasionado, sus labios buscándose con hambre, mientras sus manos se movían con urgencia para despojarse de la ropa que los separaba.

La atmósfera estaba cargada de electricidad mientras Cupido empujaba a Ares contra la pared, su cuerpo musculoso temblando de anticipación bajo sus manos ávidas, quien se imaginaria que el y poderoso Ares temblará y dejara penetrante bajo las dulces y suaves manos del pequeño dios del amor.

Cupido lo beso con intensidad bajando sus besos hasta el cuello contrario, Ares respondió con la misma intensidad, sus dedos explorando cada centímetro de la piel de Cupido con avidez.

Con un gemido ahogado, Cupido guió a Ares hacia el centro del templo, donde una cama adornada con pétalos de rosa los esperaba.

Se deslizaron sobre las sábanas suaves como la seda, entregándose el uno al otro con abandono total.

Los gemidos de placer llenaron el templo mientras Cupido y Ares exploraban los límites del éxtasis, sus cuerpos fundiéndose en una unión apasionada de amor y deseo.

Cada roce, cada caricia, cada beso era una promesa de amor eterno, sellada en el fuego ardiente de su pasión.

Cuando finalmente alcanzaron el clímax juntos, Cupido y Ares se encontraron envueltos en los brazos del otro, sus corazones latiendo al unísono en el éxtasis del placer compartido.

En ese momento, no había nada más en el mundo excepto el calor de su amor mutuo, una luz brillante que iluminaba incluso los rincones más oscuros de sus corazones.

Después de un momento de paz y serenidad, Cupido y Ares se miraron a los ojos con adoración, sabiendo que habían encontrado su lugar en el mundo el uno con el otro.

Y en ese templo sagrado, juraron amarse y cuidarse el uno al otro por toda la eternidad, sabiendo que nada ni nadie podría separarlos mientras el fuego del amor ardiera en sus corazones.

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