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Josh

Habíamos llegado al parque donde solía ir con mi hermana de pequeños. Justo como lo recordaba, el lugar se alzaba con todos sus árboles altos y flores a su alrededor pareciendo un arcoíris a la luz del atardecer. Los pasados días me había convencido de que lo que sentía no era pasajero.

Por mucho que intenté negarlo, esa noche del partido, fue imposible. Aun así, mis intentos por demostrarlo no eran los mejores. ¿Cómo le decías a alguien que te gustaba? ¿Cómo expresaba mis sentimientos sin lucir como un completo idiota?

El hecho de que llamara a mi hermana debió ser lo que colmó el vaso. ¿Desde cuando buscaba consejos románticos de Bella?

Por supuesto que ella se ilusionó demasiado, desde el momento en que nos vio en su boda, tenía el presentimiento qué estábamos "destinados". De nuevo esa maldita palabra aparecía como la señora misteriosa que me encontré en el estadio. Todos parecían decir que alguna fuerza nos atrajo, pero yo no sabía nada de eso.

Para mí, el destino convenía de una serie de decisiones. No era una fuerza de la naturaleza como todos parecían creer, no era un dios o algo más, eras tú. Tú construías tu presente y futuro.

Yo había tomado la decisión de romper el cartel que ella tenía afuera de mi oficina y ella había tenido la audacia de amenazarme. Luego estaban nuestros cuestionables tratos, como si ahora no parecieran simples intentos por permanecer juntos.

Max me miró a la expectativa.

—Alguna vez vine con mi hermana —comenté.

—Es precioso.

Por alguna razón, me gustó verla sonreír al atardecer gracias a que yo la había traído aquí.

Mi mente regresó a nuestro convenio, la verdadera razón por la que terminamos conviviendo. Lo cierto era que desde entonces, habíamos dejado un poco del lado la investigación. El doctor Williams nos había engañado, eso era un hecho. Pero desde que salimos esa vez de la comisaría no sabía como seguir investigando algo que parecía estar enterrado en lo más recóndito de la empresa. Tuve que recurrir a usar a Kennedy como mi as bajo la manga.

Él hizo un trabajo excelente ayudando a conseguir la lista de ex empleados. Una mujer había salido del corporativo hace menos de seis meses y estaba bastante seguro que ella fue quien filtró la información. Tenía sus datos en el bolso de mi pantalón, sabiendo que una vez conociendo a esa mujer significaría que Max tuvo razón todo este tiempo.

La belleza de Atenea continuaba haciendo experimentos en animales, incluso después de firmar un acuerdo legal donde afirmábamos que nunca más lo haríamos. El principal líder de todo esto no era sorpresa: el doctor Williams.

Hubo un momento en el pasado en el que eso me atormentaba, pensando en como había liderado una empresa llena de mentiras. Aun seguía en conflicto por eso, porque me sentía parte de algo sucio y corrupto.

Las pruebas estaban ahí y Max podía ser la única con el valor suficiente para destruirme. También era la única a la que le permitiría hacerlo.

Así que comencé con la verdad, antes de confesar mis sentimientos, quería decirle que teníamos algo y solo ella podía tomar una decisión. Le comenté toda la información que me dijo Kennedy.

—No lo entiendo, ¿estás diciéndome que ahora aceptas tu error respecto a esto?

—Así es.

—Aun debemos entrevistar a esa chica.

Asentí.

—Pero tú y yo sabemos cuál será su respuesta.

Max asintió aunque miró hacia otro lado, pareciendo triste.

—¿Qué sucede? —pregunté.

—Nada. Yo... supongo que esto debía pasar.

—Quería que lo supieras, después de todo acordamos esto.

¿Por qué parecía todo lo opuesto a lo que ella quería? No lo entendía.

—Si es lo que quería, supongo que tú también ¿no? Una vez con las pruebas puedes deshacerte de mí, ya no tengo que ir a la oficina —soltó con un tono de voz molesto.

La miré confundido, ella odiaba la oficina, siempre se quejó de eso. Estaba tratando de darle lo que siempre quiso en un inicio, ¿por qué se enojaba?

—No es eso, no quiero deshacerme de ti. Siempre defendiste a los animales, me mostraste la compasión qué debíamos tener por ellos y ahora lo entiendo, entiendo porqué quieres acabar con situaciones como estas. Ahora te doy a ti el poder de hacer con esa información lo que tu quieras —le di el papel con la información de la chica. Podía contactarla pronto y acabar con ello.

Pero Max pareció más enojada que antes. En definitiva esto no estaba yendo como esperaba.

—Si me das las pruebas, ¿eso esperas? ¿Qué vaya con la prensa y destruya la empresa que tanto te esforzaste en construir?

—Max...

—¿Me trajiste a aquí para decirme todo esto? Porque fue simplemente cruel. No pienso destruirte Joshua Lyle, sé que dije algunas cosas en un inicio, pero no voy a hacerlo.

—¿Y qué hay de tus principios? ¿De esas injusticias por las que tanto luchaste?

Fue en ese momento que lo vi en sus ojos, como la tristeza la embargó y las lágrimas comenzaron a amenazar con salir.

—Te doy el poder de que lo hagas, está bien —me acerqué tratando de tranquilizarla. —Antes de decirte algo más Max... Yo... quería ser honesto contigo y darte todo lo que pediste en un inicio. Estaré bien con lo que sea que pase, puedo con ello.

Mis manos se pusieron en sus hombros, tratando de tranquilizarla. Max apretó sus labios.

—No creo que pueda destruir una empresa donde el principal herido serás tú.

Estaba estupefacto, sin poder creer que la chica que conocía hace dos meses, la chica que estaba dispuesta a darlo todo por acabar con mi trabajo de años ahora parecía no querer hacer nada. ¿A qué punto habíamos llegado a esto? ¿Dónde yo decidía darle todas las pruebas para destruirme y ella se negaba?

Parecía que ninguno quería herir al otro. Estaba claro que teníamos un objetivo, pero estos se encontraban y podía lastimar a uno y a otro.

En ese momento, mi única forma de demostrar algo fue tomar su mano donde ella aun sostenía el papel que le había dado con la información. ¿Cómo un simple papel contenía ese poder sobre nosotros?

Comenzaba a odiarlo y a la empresa por tantas mentiras. Era cierto lo que decía Max, La belleza de Atenea era una de las cosas por las que trabajé en mucho tiempo, pero ver ahora como estaba plagada de mentiras me asqueaba. ¿Cómo podía seguir en un sitio donde le hacían daño a otros series vivos solo para obtener un beneficio?

La llegada de Max a mi vida sirvió para darme cuenta de eso, de las cosas que mayormente ignoraba solo porque me gustaba enfocarme en los resultados. No me importaban los daños colaterales, solo cumplir con los objetivos planteados. Mi vida se había limitado a seguir órdenes y actuar como un robot sin sentimientos.

Y justo tenía que llegar esta chica oafa hacerme ver la realidad. Quizá no sonaba tan descabellada la idea de estar destinados.

Ambos miramos nuestras manos unidas, yo ya no podía seguir ignorando que no me importaba o que no tenía sentimientos por ella. Max alzó la mirada, sus ojos parecían plagados de dudas.

Ella tuvo la razón todo este tiempo.

—Entonces hagámoslo juntos, destruyamos a La belleza de Atenea de una vez por todas. 

La manifestación del amor | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora