PRÓLOGO

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Ciudad de Medellín, Viernes
8:45 Pm


Era noche cerrada. El aire estaba cálido, ni una nube, ni siquiera algún atisbo de viento gélido. Era, simplemente, una noche perfecta. ¿Para qué? Para salir, hacer ejercicio, jugar en un parque, algún partido de fútbol o, simplemente, ver una película. Pero eso, para ella, no existía. Era simple imaginación.
Mónica, de 6 años, camina lentamente de un lado a otro de la calle. Está atestada de gente, lo cuál le hará un poco más fácil su trabajo. Bueno, no trabajo, maltrato.
La música a todo volumen en cada establecimiento, los gritos de las personas, uno peleando allí, otro vomitando allá... Es horrible, pero está acostumbrada. Llega a una intersección y camina hacia la derecha. Allí encuentra lo que busca:

SEX PARADISE

Es el burdel en donde trabaja su madre.
Se hace en la entrada y el portero, una persona con la cara enojada, grande, con músculos y unas manos gigantes, le mira. No entiende qué hace una niña tan pequeña en ese lugar. De seguro está perdida...
-¿Qué haces acá, pequeña? -Le pregunta mientras se pone en cuclillas.
-Mi mamá -alcanza a decir.
-¿Estás perdida?
La inocencia de una niña siempre le dará todo lo que ella quiera.
-No -niega con la cabeza-. Ella trabaja aquí.
-¿Trabaja aquí?
Gonzalo frunce el ceño. Que una niña diga que su mamá trabaja en un burdel es normal, pero que la niña vaya en persona sí que es un problema...
-¿Cómo se llama? -Pregunta Gonzalo.
-Tatiana.
Complicado el asunto. Dos trabajadoras de allí tenían el mismo nombre. Uno era real, el otro era ficticio, pero nadie sabía el nombre real de las que daban un pseudónimo.
-Dame un segundo, la iré a buscar.
Gonzalo se da la vuelta entra en el establecimiento.
Antes de que el mastodonte entrara por esa puerta, Mónica con un movimiento rápido e imperceptible estira su brazo derecho y extrae la billetera de Gonzalo, que estaba a medio bolsillo, lo que le dio capacidad de extraerla mucho más rápido. La mete bajo su blusa rosada de La Pantera Rosa y, seguido a eso, lo mete en la parte interna de su mini pantalón. Se nota un bulto, pero es casi imperceptible.
En ese momento dos chicas salen con Gonzalo. Una no debería tener más de treinta años, la otra sí era bastante más joven. Ambas tenían el labial corrido, el maquillaje regado y un olor pestilente a alcohol.
-¿Quién de estas dos es tu mamá? -Estaba dispuesto a hacer despedir a aquella madre de esa criatura. Esos problemas son malos para los negocios.
-Ninguna -respondió ella.
Gonzalo hizo cara de no entender nada. Eran las únicas con ese nombre.
-No hay ninguna otra con el mismo nombre.
-De seguro estará con algún cliente cerca. Seguiré buscando.
Gonzalo suspiró y, con un movimiento de la cabeza, les pidió a las dos prostitutas a que siguieran en lo suyo. Cuando entró, una de ellas estaba bailando al lado de un anciano de sesenta y ocho años; la otra estaba haciéndole un oral a otro cliente que debía estar a punto de partir de este plano terrenal. Así se quedó más tranquilo, volviendo a cruzar sus brazos en el pecho esperando a que terminara su turno.


Mónica camina nuevamente de regreso.
Ahí sí trabajaba Esperanza, pero ese día no pudo ir porque ya el embarazo estaba muy avanzado. Así casi ningún cliente se le acercaba. La mentira siempre resulta efectiva, pero tiene que andarse con cuidado. Si alguien de los otros prostíbulos llegara a verla, lo más seguro es que se irían detrás de ella. Seguida por la intuición del miedo ya infundido por varios robos perpetrados en los alrededores, se fue a un callejón y rápidamente sacó la billetera, extrajo todos los billetes y las tarjetas y la tiró lo más lejos posible. Ese mismo dinero lo regreso al lugar donde tenía anteriormente la cartera. Salió de nuevo de allí viendo hacia todos los lados posibles.
Nadie parecía perseguirla.
Se introdujo en un mar de gente que olía más a alcohol que a otras cosas y siguió caminando tranquila, hasta que sintió que alguien la agarraba del pelo y la levantaba del piso, seguidamente a un dolor inmenso en su pequeño cuerpo cuando cayó al pavimento. Se dio la vuelta mientras el corazón latía a mil por hora y vio una cara conocida.
-Hola, putita. ¿Te acuerdas de mí?
Justo lo que temía.
Con mirada henchida de rabia y fuego, una de sus víctimas estaba justo frente a ella. Recuerda el día en que le robó. Fue el premio más jugoso: casi un millón de pesos. De eso hace exactamente dos meses.
-Me hiciste pasar un infierno -siguió su interlocutor-, es hora de devolverte el favor.
Estiró su mano y la agarró nuevamente del pelo, la levantó y la cargó en su hombro. Todos los miraban pero nadie interfería. Cosas así se ven todos lo días en la ciudad.
Monica vio cómo la llevaban al callejó en donde ella tiró la billetera e intentó zafarse moviendo su pequeño cuerpo y golpendo con pies y manos. Su enemigo la bajó y, con un movimiento rápido, le dio un golpe en la cara que, además de aturdida, casi la deja inconsciente. Sintió que le estaban quitando la ropa y cómo una voz decía:
-Con que lo volviste a hacer, niña de mierda. Y premio gordo -escuchó cómo contaban los billetes-. Dos millones ciento cinco mil pesos. Esto sí que es vida... Ahora, es momento de disfrutar.
La penetración le dolió más que a nada en el mundo. La envistieron con fuerza, rabia, sin nada de compasión. Antes de perder la conciencia lo único que recuerda es cómo el tipo le echaba el semén en la cara y le abría la boca para hacerle un oral...


Se levantó sintiendo dolor en todo el cuerpo.
Vio sangre en todo lado y cómo varias personas la miraban. Se vistió rápido y salió corriendo de allí mientras lloraba. Al llegar al hotel en el que se alojaban, su madre la reprendió:
-¿Por qué llegas tan tarde? Pasaron cinco horas desde que saliste.
Ella le explicó lo ocurrido.
-Entonces no tenemos nada para comer hoy. Tienes que tener más cuidado la próxima vez. -Después de un silencio, concluyó-. El vecino quiere una chupada por un dinero. Ve y hazla tú. Le gusta más tu boca que al mía.
Mónica salió y, antes de tocar la puerta, rompió a llorar.

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⏰ Última actualización: Apr 29 ⏰

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