28. Nostalgia

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Luego de la conmoción los monjes prepararon un espacio dentro del templo para alojar a la joven Avatar mientras recuperaba la conciencia y se aseguraban de que su aventura espiritual no le hubiera dejado secuelas. Los gritos y lamentos de la morena habían asustado a todos, a pesar de la constante preocupación que Eclipse mostraba en cada uno de sus intentos de conexión, nadie se llegó a imaginar las dimensiones del trauma que habían logrado sellar su espíritu. Ahora había alrededor de veinte monjes exhaustos, siendo Gyatso el más afectado por los constantes intentos que hizo con el fin de interceder en el vínculo que mantenía a la morena atrapada en la pesadilla que la estaba haciendo sufrir.

Aquella noche se caracterizó por un extraño silencio que no encajaba con la serenidad que solía llenar el templo, algo razonable cuando se tenía en cuenta que, tanto el líder espiritual como el Avatar, habían perdido la conciencia luego de la meditación; ninguno mostraba señales de mejoría sin importar el tiempo que continuaba corriendo extenuantemente lento para todos sus cuidadores.

La mañana del día siguiente Gyatso abrió los ojos a eso de las ocho, a pesar de haber dormido más de doce horas seguidas, el viejo monjes se mostraba cansado y desubicado, el resto de sus discípulos lo rodearon de inmediato para ofrecerle agua, comida y remedios naturales que él rechazó con una de sus sonrisas. - Estoy bien, solo necesito despejarme un poco. - Aseguró, pero su imagen delataba el terrible desgaste que daba la impresión de resaltar la prominencia de las arrugas que le marcaban el rostro.

Desafortunadamente la joven Avatar continuó durmiendo en la habitación contigua, vigilada por Asami, quién se había negado a apartarse de su lado o a dormir durante la noche; acompañada del espíritu del perro-oso polar y del pequeño zorro, se las arregló para mantenerse despierta en caso de que la ojiazul llegara a recuperarse de aquel pesado sueño.

Luego de escucharla gritar como lo había hecho estaba segura de que las visiones que vivió durante la meditación eran dignas de pertenecer al repertorio de pesadillas que la niebla de las almas perdidas era capaz de generar, y luego de haber vivido aquel castigo en carne propia, sabía que lo mejor para su amada era despertar acompañada por alguien que pudiera ayudarle a entender que este era el mundo real, y que aquellas visiones no eran capaces de alcanzarla ahí.

- Buenos días. - Se acercó Laghima luego de hacer una breve reverencia bajo el arco de la entrada.

- Buenos días. - La ojiverde respondió sin entusiasmo desde la orilla de la ventana en la que se había sentado para entretenerse viendo a los animales y espíritus que pasaban jugueteando entre el espeso follaje de la jungla.

- Gyatso ha logrado recuperar algo de energía y se ha ido a desayunar a la plaza. Me pidió que te invitara a comer con él. - Pronunció con la formalidad que siempre mantenía.

Exhaló aliviada, al menos podía dejar de preocuparse por uno de los dos.

- Yo me puedo quedar a cuidarla, estoy seguro de que una hora no marcará la diferencia. Gyatso dice que no hay que preocuparnos por ella, que solo está exhausta. - Reforzó luego de verla dudar en su respuesta.

- Está bien. - Accedió luego de poner los pies sobre el suelo y estirar los brazos. Sentía el cuerpo pesado, sabía que estaba cansada, pero no lamentaba haberse mantenido despierta por el bien de su morena; ya encontraría el tiempo de reponer el sueño perdido.

En la plaza la gente actuaba normal, los niños jugueteaban por las calles, los adultos trabajaban en sus talleres, los músicos practicaban distintas melodías sobre el escenario alegrando la mañana con sus instrumentos, todo transcurría como lo marcaba la rutina social. Pocos se habían fijado en la palidez del rostro del líder o en la irregular manera en que actuaban los monjes a su alrededor, quienes, como niños nerviosos, prestaban especial atención a cada una de sus palabras o movimientos. Miedo, Asami sabía reconocerlo bien, aunque era la primera vez que lo veía manifestarse en aquella gente tan despreocupada.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora