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PREMONITIONS

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La noche se desvaneció en la oscuridad, pero la pesadilla persistió. Desperté de golpe, el sudor frío perlaba mi frente mientras mi corazón aún latía con fuerza. La imagen de dunas desérticas y sombras siniestras me perseguía, un presagio inquietante que me atormentaba en las horas más tranquilas de la noche.

Intenté tranquilizarme mientras me sentaba en la cama, pero el eco de mi sueño turbulento seguía resonando en mi mente. Siempre era lo mismo: dunas interminables, un cielo oscuro y ominoso, y una sensación de peligro inminente que no podía escapar. Cada vez que cerraba los ojos, el sueño me arrastraba de nuevo a ese mundo de sombras y misterios.

-No es más que una pesadilla- me repetí en voz baja, pero la sensación de inquietud persistía. Desde hacía semanas, mis sueños se habían vuelto más frecuentes y más inquietantes, como si algo oscuro se estuviera gestando en lo más profundo de mi mente.

Fue entonces cuando escuché el golpe en la puerta, seguido por la voz de mi madre. -Padme, querida, es hora de levantarse- llamó desde el otro lado. -Tenemos visitas en una hora y necesitas estar lista- El tono dulce en su voz, pero a la vez estricto me confundió un poco

Mientras mi madre me ayudaba a arreglarme, no pude evitar sentirme confundida y curiosa por las visitas inesperadas que acababa de mencionar. ¿Quiénes podrían ser y por qué razón llegaban sin previo aviso? Un mal presentimiento se apoderó de mí, como si algo estuviera a punto de cambiar drásticamente en nuestras vidas.

-¿Visitantes? ¿A estas horas? -pregunté con una leve preocupación en la voz mientras mi madre ajustaba mi vestido. -¿Quiénes son?- Me giré de golpe, sobresaltándola, con un tono infantil como una niña curiosa

Mi madre me miró con una mezcla de indulgencia y reproche. -No te preocupes por eso- respondió con calma. -Son asuntos de los adultos. Tienes que confiar en que tu padre y yo sabemos lo que hacemos.- Terminó de darme los últimos detalles, claro que, tratar de arreglar mi rebelde cabello no lo conseguía ni si quiera yo.

Aunque sus palabras intentaban tranquilizarme, el mal presentimiento persistía en mi mente. ¿Qué significaban estas visitas inesperadas y por qué tenía la sensación de que nada bueno saldría de ellas? Sin embargo, decidí seguir el consejo de mi madre y reprimir mis preocupaciones por el momento. Después de todo, ¿Qué más podía hacer?

Salí de mi habitación después de despedir a mi madre, quien debía hablar con mi padre. Mientras caminaba por los pasillos iluminados por tenues antorchas, me encontré con mi hermano, Paul. No necesitamos intercambiar palabras para saber que ambos compartíamos un mal presentimiento.

DUNES OF DESTINY | Feyd-Rautha Harkonnen| EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora