Si estuviera en pleno uso de mis facultades, habría salido corriendo. ¡Esta puta fractura en la pierna me tiene atada a esta puta silla de ruedas! No puedo hacer más que ocultar mi cara con las manos y esperar que Félix me diga alguna frase de mierda. En otra situación, se habría levantado y me habría dejado sola. ¿Quién quiere estar con una tía tan triste como yo? Aunque también puede follarme y borrar mi número de teléfono y un tanto que se apunta.
Cualquier opción me habría hecho menos daño que sentir su mirada repleta de pena. ¡Es que no soporto eso! No quiero que nadie sienta lástima por mí. ¿Que soy el puto Bambi a quien se le ha muerto la mami para que me quieras acariciar la cabeza? ¡No! No necesito la condescendencia o el cariño que nace de la pena ante una chica desvalida. No quiero eso para mí.
—¿Piensas que nadie te va a querer? —pregunta. ¿Se ha vuelto un psicólogo ahora?
—No he dicho eso —respondo, mirándolo con furia, con lágrimas que posiblemente hayan corrido mi maquillaje barato.
—Ya sé lo que has dicho, Esperanza. Sólo quiero asegurarme de que no creas que no hay una persona que te pueda amar.
—Y si lo creo, ¿a ti que te importa, Mr. Wonderful?
—Algo me importa. No te conozco mucho, pero a pesar de toda esa fachada de hostilidad que muestras, hay alguien muy interesante abajo.
—¿Esa frase la has sacado de alguna novela de Wattpad?
Feliz exhala una risa cansada.
—Vámonos. Te llevo a casa.
—¿No quieres que te vean conmigo dando un espectáculo?
—Menos no me puede importar. ¿Sabes cuántos espectáculos he dado en mi vida? Si quisiera pasar desapercibido, habría elegido otro trabajo.
—Entonces, ¿por qué quieres que me vaya de aquí?
—Porque sé lo que es sufrir, estar rodeado de gente y estar roto y con ganas de llorar y tener que contenerte.
—Por si no te has dado cuenta, está todo el mundo afuera. Cafeterías, restaurantes, playas, parques... No puedo ni ir a dónde vivía con el otro cabrón po-porque, tan sólo el pensar con poner un pie ahí... ¡No tengo la posibilidad de estar sola en ningún lado!
—Vente para mi casa.
Aquello no lo vi venir. La oferta me sorprende y me atrae a partes iguales.
—¿Estás de coña?
—No. Yo te dejo ahí, me voy a trabajar y cuando quieras te vas. Llamas a un Uber o lo que sea y vuelves a la casa de tus padres.
¡Lo dijo en serio! Es una forma muy rara de aceptar mi invitación a follar...
—¿No tienes miedo de que te robe o te destroce la casa en un arranque de locura?
—No. Recuerda que sé donde vives y te denunciaría.
Su aviso viene con una sonrisa. Está enterrando el hacha de guerra. Cada célula de mi cuerpo me pide que lo siga peleando y de esa forma lo apartaré de mí. La oferta, no obstante, me ofrece algo más seductor que verlo quitarse la ropa lentamente para mí: la soledad para llorar, para hacer lo que quiera y por unas horas no tener que actuar.
—De acuerdo.
Asiente y se levanta para pagar.
Lo miro mientras camina hacia la caja. No te puedo decir el tópico de que es un hombre distinto a todos los demás, porque he conocido muchos hombres buenos, con sus imperfecciones —como todos las tenemos. Él es uno más de ese montón. Destaca un poco. Aunque todavía es muy pronto para sentenciar que él pueda ser alguien especial.
Eso no quiere decir que no me caliente. Su actitud, el espacio que me da y esa fuerza que emana me atraen mucho. Podría follar con él, si él me viera como una mujer.
—¿Nos vamos? —pregunta, una vez regresa a mi lado. Asiento y empuja mi silla de ruedas hacia la calle.
Progresamos en dirección al Parque Litoral. Casi desearía que tomara otra dirección. A esta hora, estará lleno de familias, como las que yo no podré componer, tal y como soñé.
Sacudo la cabeza y reconduzco el curso de mis pensamientos hacia Félix. ¿Es triste resolver que es de las pocas cosas que me proporciona una cierta paz? Si pienso en Amaia, recuerdo que está en una cama de hospital. Si lo hago en mis padres, se sentirán impotentes ante el dolor y el sufrimiento que siento y que ellos padecen también. Imaginar que será de mi futuro laboral ya ni siquiera me ofrece nada positivo: cualquiera que busque mi nombre encontrará este turbulento presente. Quien me contrate querrá ponerse medallas y quién no, querrá evitar la prensa que les provocaría tenerme. Otros amigos... ¿qué amigos?
—Si no recuerdo mal, tenías mi número, ¿no?
—Sí, te llamé el día que nos conocimos.
—Cierto.
—¿Qué pasaría si me quisiera quedar a dormir en tu casa? —Quiero tentarlo.
—Que dormiría en el sofá-cama. No es que sea una maravilla, pero descansaré.
¿Sería capaz de hacer eso? Si yo resultara estar desnuda en su cama, ¿se daría la vuelta y dormiría en el sofá? ¿Debería de probarlo? ¿Querría él follarme? ¿Me desea de algún modo?
Levanto la cabeza hacia él y nuestras miradas se encuentran. Es firme. No cede ante mi análisis. No sonríe. Mantiene su expresión. Estamos en una batalla para ver quién se rinde primero ante las suposiciones del otro. Él sabe que quiero descubrir si me miente. No encuentro ningún punto débil en la defensa que está desplegando.
Es posible que no quisiera follar conmigo en esa situación. Disfrutaría de verme desnuda. Se excitaría y posiblemente se masturbaría en soledad pensando todo lo que me habría hecho en esa excitante situación. Sabría que lo estaría provocando. Que buscaría que me despertase mientras acaricia mi cuerpo entregado a él...
—Hemos llegado.
Parpadeo varias veces mientras mi corazón recupera su ritmo.
De nuevo me sostiene con sus fuertes brazos y me ayuda a sentarme. ¿Cómo serán sus manos apretando mis pechos o acariciándome...?
¡Joder! Tengo que parar. Esto no me está haciendo nada bien. Sin fracturas lo habría tirado en el asiento de atrás y me habría sentado a horcajadas... ¡Y sigo!
Me cierra la puerta y de nuevo me mira con esa sexi mirada verde. Me muerdo el labio y miro por mi ventana. Cierro los ojos y deseo que su casa esté cerca. Quiero que me deje y se vaya lo antes posible o va a llegar tarde. No puedo contenerme más.
—Gracias —digo, con una tierna expresión que contrasta con todo el maremágnum de sentimientos que pelean dentro de mí.
Reaparece su sonrisa.
¡Arranca ya o te juro que no me frenaré!
¡La cosa se pone caliente!
La conversación se recondujo y terminó con la invitación de Félix a Esperanza. ¿La aceptarías? O ¿saldrías corriendo en la otra dirección?
¿Qué puede pasar en esa casa? Lo sabremos en los siguientes capis.
¡Gracias por acompañarnos!
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Todas Las Sonrisas Que No Veré
Romance❤️🩹Novela finalista en The Wattys 2024❤️🩹 Esperanza tenía una vida de ensueño: un trabajo en el que estaba creciendo, una vida social envidiable, una pareja perfecta y un embarazo espectacular... Hasta que todo se hizo añicos. Cuando se despiert...