Pez, Flecha y Tribu

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Yorick era un joven integrante de la tribu Harimens, especializada en la pesca y el agua. Su familia era de origen humilde y su padre desgraciadamente se encontraba inválido debido al mordisco de un tiburón que le arrancó la pierna de cuajo. Su madre era recolectora de bayas y una buena sanadora para la tribu. Su hermana, Fana, era aún muy pequeña para comenzar a realizar tareas para la comunidad.

En la tribu Harimens era tradición que todos los niños de 14 años realizasen una prueba de valor. Gort, el patriarca de la tribu, era muy afín a la familia Faven, una familia que había obtenido mucho poder debido a la caza en los ríos más al este de la región. Beren Faven, el hijo mayor de la familia, odiaba a Yorick con todo su ser, debido a una reyerta que tuvieron hace dos años, cuando discutían por qué tipo de anzuelo era mejor, y, en aquella ocasión, la tribu le dio la razón a Yorick.

La familia Faven manipuló y convenció a Gort de realizar una prueba imposible para Yorick, cazar al legendario Lotar, la serpiente del mar. Las pruebas de valor no se podían rechazar, por lo que era una forma de exiliar a Yorick de la tribu.

El joven muchacho recogió sus mejores armas: un arpón de diente de tiburón rojo y caña de bambú llorón, provisiones para una semana, una daga que heredó de su abuelo hecha de hélix y un arco con flechas de punta de piedra. Entre llantos se despidió de su familia y puso rumbo a las estériles tierras del norte, donde se encontraba el Mar Gélido.

Los primeros días de Yorick fueron agotadores. Apenas había donde resguardarse y la lluvia y el granizo hacían endurecer los músculos de su joven cuerpo. Cuando terminaron sus provisiones, no le quedó más remedio que pescar. Sus primeras presas fueron pequeños peces llenos de espinas que penas le daban sustento, pero con el paso del tiempo, su habilidad para cazar se volvió más eficaz y hábil, pudiendo cazar hasta salmones arcoíris.

El día que Yorick cumplió los 16 años, el sol radiaba y su cuerpo estaba esculpido y definido. Los rayos de sol tostaban su piel tersa y su melena que colgaba hasta los hombros ondeaba con la ligera brisa de primavera. Las cazas se habían vuelto una mera rutina para el joven, que había conseguido construir un refugio con árboles y pieles de animales de un bosque cercano. Es día terminó de construir la embarcación que le permitiría ir en busca de Lotar. Cogió provisiones y se embarcó en las aguas gélidas del norte.

Pasaron varios días y no encontraba rastro del gigante animal. Yorick, desesperado, gritaba a los cielos, pidiendo la aparición de la serpiente, pero esos gritos caían saco roto. Su bota de agua se empezaba a vaciar, y, frustrado, decidió volver a tierra firme. Pero esa misma tarde, el mar comenzó a embravecerse y las olas golpeaban fuertemente la embarcación. En frente de sus narices, una figura serpenteante colosal apareció: el Lotar. Yorick, decidido cogió el arpón y decidió enfrentarse al animal.

- ¡Lotar! ¡Eres mi presa, y por los dioses, serás mi ofrenda a la tribu!

El joven muchacho le lanzó el arpón, dañándole uno de sus amarillos ojos, dejándola ciega temporalmente. EN un gesto de dolor, Lotar comenzó a revolverse, golpeando la embarcación y haciéndola pedazos. Yorick cayó al agua, pero se sujetó fuertemente a la serpiente, utilizando todas las fuerzas que tenía. Pronto recordó que mantenía guardada su daga en su cinturón de piel de vaca y al desenvainarla, la clavó en la dura piel de la serpiente. Poco a poco fue escalando por su viscoso cuerpo hasta poder asestarle una puñalada en su cabeza, matándola y cayendo al mar, que instantáneamente comenzó a calmarse. Yorick, exhausto, se desplomó encima de la cabeza ensangrentada de Lotar y quedó inconsciente.

Al despertarse, el chico vio que la corriente del mar los llevó hasta la orilla y que, frente a él, se encontraban liebres, ciervos y mapaches, mirándolos atentamente. Cuando Yorick se levantó, todos huyeron despavoridos hacia el bosque y el muchacho arrastró a la serpiente hasta su refugio.

En la tribu Harimens, Beren se convirtió en el patriarca, debido a que Gort falleció por una enfermedad derivada de un insecto típico de la zona. Su forma de gobernar era autoritaria y déspota. A los más humildes los obligaba a trabajar más de lo que podían sus fuerzas y a sus más allegados les ofrecía pescado y pieles a cambio de su apoyo.

Era una mañana calurosa de verano. Todos realizaban sus tareas diarias, pero un agricultor se percató de la llegada de alguien.

- No es posible... No puede ser él... - murmuró asombrado Beren.

Yorick llegó a la plaza central de la tribu y soltó a la gran serpiente en el suelo, ofreciéndosela a su pueblo. El silencio era palpable, solo roto por murmuros de asombro.

- Beren, he superado la prueba de valor. Ahora puedo desafiarte a un combate por el mando de la tribu. Se acabó este gobierno de manipulación.

El joven patriarca, enfurecido, desenvainó su daga y se abalanzó sobre Yorick que lo esquivó y lo tiró al suelo. El joven sacó también su daga y comenzó el combate. Se sucedían los intentos de apuñalar a su rival por parte de Beren, pero Yorick los esquivaba fácilmente. En un paso en falso, Yorick consiguió arrebatarle la daga a Beren, a la vez que colocaba la suya en la yugular de su contrincante.

- Se acabó Beren. Has perdido.

- Grr, mátame ya. Acaba con esta humillación.

- No soy como tú. Estás desterrado de esta tribu. Sufrirás lo que sufrí yo, para siempre.

Beren con la cabeza gacha, recogió sus pertenencias y salió de la tribu entre gritos de júbilo de los agricultores, pescadores y de más trabajadores de la tribu.

Y así, comenzó la etapa de los Wyandot.

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