7. Sin Amor

81 16 11
                                    

Me quedé observando el pergamino, pasmado y sin poder creer lo que veía. Los pergaminos me sirven para ver el alma de los pecadores sin necesidad de usar mi visión angélica (la cual es cada vez más desgastante y dolorosa conforme la uso), además hay un estimado de poder, un rankin con respecto a los demás pecadores.

Alastor, a pesar de ser el segundo Overlord más temido, en poder estaba por debajo de Zestial, Carmilla y los Vees. Asumí de inmediato que eso se debía a la venta de su alma, pues el simple hecho de no ser dueño de ti mismo, te inhibe del 70% de tu poder o más, si así lo pide el contrato.

Hay contratos públicos, es decir, todos pueden saber quien posee a quien. También los hay privados, puedo ver quien no es dueño de si mismo, pero nada más.

"Ósea que este sapo hijueputa además de ser un peligro para mi hija, ni siquiera tiene todo su poder desatado". Fue lo único que logré pensar después de un par de minutos en blanco.

Los poderes de Alastor eran interesantes: magia vudú, hechicería, manipulación del sonido, interacción no-física, materialización espontánea, sombra autónoma, ocultismo y manipulación de la oscuridad...

"Son muchas habilidades", y no me detuve a pensar en los conocimientos que aprendió con el tiempo.

Al final, donde debía estar el estado del alma, aparecía el sello de un candado cerrado. Ni más, ni menos.

Algo cansado de tanta información, decidí guardar el pergamino y desaparecer el resto. Dejé la habitación del trono tal como estaba antes y de paso organice el trono de Lilith. Quedo al lado del mío pero sin ser tocada por la luz natural.

Recorrí los pasillos nuevamente, habían millones de fotos de mi Charlie en todas sus etapas y verla así de pequeña me llenó de nostalgia.

Seguí caminando hasta llegar al lugar en donde se exponía una gran foto de Lilith y de mí. Debajo ponía: "Rey y Reina del Inframundo". Colmado de melancolía decidí visitar nuestra habitación. La última vez que vi ese lugar estaba desordenado y con miles de objetos rotos; pero cuando abrí la puerta todo estaba limpio y ordenado. Seguramente había sido el mayordomo.

Quise ver el armario, ver si su ropa aún guardaba su olor, pero no era el caso. La única ropa que Lilith había dejado eran cosas que alguna vez le regalé. Ver sus cosas después de tanto tiempo me hizo entender, que ella había dejado todo lo que la relacionaba conmigo.

Me había dejado atrás.

Te juro que no quise llorar. Cerré mis ojos con fuerza y me mordí la lengua en un fatídico intento por devolver mis lágrimas, pero no funcionó. Al final mi rostro se llenó de llanto y mi boca dejo salir los gemidos de aflicción. Me odiaba tanto por seguir sintiendo amor por ella, detestaba darme de cuenta de lo inútil que era para superar a quien me había abandonado.

Salí del vestidor para encontrarme con todas las fotos que teníamos colgadas en nuestro cuarto. Recordé cada ocasión en la que tomamos cada foto, cuando ella me tomaba por sorpresa y me fotografiaba, cuando hacíamos pequeñas citas y decidimos documentarlo. Lo recordaba todo, incluso el día en que la vi por primera vez, recordé como mi corazón latió sin freno y mis pulmones se olvidaron de respirar.

En algún momento todo cambió, Lilith tenía cada vez más pasatiempos, más negocios, más amigos y menos espacio para mí. Intenté arreglarlo, la invite a citas, le di sorpresas, le cocinaba, pero nunca volvió a ser igual y cuando decidió alejar a Charlie de mí, entendí (aunque nunca lo quise aceptar) que no había vuelta atrás.

¿Para qué había sido todo eso?

Para dejarme sin decir una sola palabra, para abandonarme sin pensar en todos los siglos juntos, en todo lo que dimos el uno por el otro...

Vals del Infierno || AppleRadioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora