Capítulo N° 39

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Durante la cena, Pablo miró a sus dos hermanos mayores que discutían entre sí. Miró a Lolo que tomaba la mano de su novia bajo la mesa para entrelazar los dedos. Miró a Ana, que resoplaba porque sus hermanos mayores no se comportaban en presencia de su cuñada. Y miró, especialmente, a sus padres cansados.

—Voy a mudarme solo —dijo de repente, dejando los cubiertos en la mesa.

—¿Qué dijiste, hijo? —preguntó Esther.

—Que me voy a mudar solo —resopló—. Tengo veintidós años y quiero tener mi privacidad.

—Entiendo, es difícil vivir solo, pagar el alquiler y las cuentas —agregó Tito, algo pensativo—. ¿Ya viste algún lugar?

—Sí, mañana voy a ir a ver el departamento, no es cerca de acá pero se llega fácil. Además para ustedes es una boca menos que alimentar.

—Ay, hijo, eso es lo de menos —suspiró Esther—. ¿Va a ir Claudia con vos?

—No creo que quiera, me parece que es pronto.

—Están hace tres años, eso no es poco —se burló Lolo.

Pablo no dijo nada más, pero en la mesa comenzaron nuevas charlas y planes a partir de lo que él dijo. Ana incluso comenzó a pensar en la posibilidad de mudarse sola también, eso le dejaría a Lolo la habitación para él solo y podría tener más comodidad cuando su novia se quedara a dormir.

Él había estado buscando departamento hacía semanas, no quería irse tan lejos porque quería estar cerca de su familia. Estaba entusiasmado por ir a ver el departamento al día siguiente, y conciliar el sueño esa noche fue todo un reto.

Por la tarde, luego de trabajar, visitó el lugar en compañía del personal de inmobiliaria. Era un departamento sencillo, con una cocina pequeña con living-comedor que tenía vista al balcón, que sí era amplio y espacioso, donde ya había planeado colocar una mesa y sillas. Solo tenía una habitación, pero para él eso era más que suficiente.

Guille y su padre fueron los garantes para que pudiera firmar el contrato. Aún no se lo había contado a Clap, quería que fuera una sorpresa, porque aunque ella jamás decía nada él sabía bien que a veces se sentía incómoda en la casa de sus padres. Para tener relaciones sexuales siempre iban a hoteles, y las veces que ella se quedaba a dormir con él debían compartir habitación con Ana y Lolo.

—Supongo que le va a gustar la idea —murmuró con la llave del departamento en la mano.

Tenía auto propio, se lo había comprado a su hermano mayor que cambió de auto. Casi todos sus muebles debían ser comprados desde cero, pues él no tenía ninguno. Algunos objetos le serían regalados por sus padres, pero quería comprar otros en compañía de Clap.

Acababa de salir del edificio con el auto cuando vio a dos cuadras, donde trabajaba Andrea, a ella abrazada a otro hombre en la vereda del local. Abrió los ojos con sorpresa y frenó de golpe, lo que trajo consigo el sonido de bocinas de otros autos y muchos insultos. El hombre parecía hacerle cosquillas y ella se reía, aferrada a él.

—Ay, Guille —murmuró.

Reanudó el viaje con la mandíbula trabada, pensando que él merecía mucho más. Guille se rompía la espalda trabajando para darle una buena vida a su esposa e hija, era amable y compañero.

Tenía que ir a buscar a Clap a la estación de trenes, pero ya estaba de mal humor. Trató de relajarse en el camino para no arruinar la sorpresa a su novia.

Todo su mal humor desapareció al ver la enorme sonrisa de Clap, que sacudía su brazo en el aire con efusión. Su cabello, teñido de rojo brillante, danzaba en el aire ante el viento de invierno. La sonrisa en ella aumentó incluso más cuando se subió al asiento del acompañante y él la recibió con un profundo beso.

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⏰ Última actualización: May 01 ⏰

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Como el cristal [ Muñequita #0 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora