1. Un consuelo inesperado

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Martin estaba acostumbrado a escuchar lloros en los baños de su facultad. No estaba seguro de si era algo común en el resto de facultades (quizás en los baños de la facultad de derecho se dedicaban a recitar leyes, ¿qué sabía él?) pero en sus escasos 5 meses de carrera estaba seguro de haberse encontrado por lo menos a una persona por semana llorando en el baño.

Igual es cosa de artistas.

Se dispuso a entrar, mear, lavarse las manos e irse de la forma más rápida y silenciosa posible para no molestar al chico que lloraba tan desconsoladamente en uno de los cubículos.

De hecho, el chico parecía estar verdaderamente mal.

— Oye, ¿estás bien? —. Martin habló por encima de los llantos, aunque no muy fuerte ya que no había nadie más que él y su disgustado compañero.

— ¿Tú qué crees? —. el chico sonaba ahogado e hipaba, lo cual hizo reír suavemente a Martin.

— Vale, perdóname. Solo quería saber si podía ayudarte pero meo y te dejo llorar tranquilo — Martin entró al cubículo de al lado para poder llevar a cabo su propósito inicial al entrar al lugar.

— Espera. ¿Puedo desahogarme? Si no quieres no pasa nada, es solo que como no me ves y no sabes quién soy no me da tanto apuro como si lo hablase con mis amigos —. habló rápido, como si pensara que Martin podría espantarse.

Martin tiró de la cadena cuando terminó y salió del pequeño espacio. Debía decirle que no, que tenía clase, que su compañera Ruslana le estaba esperando junto a un bloque de escayola listo para ser tallado. Sin embargo, no pudo negarle la ayuda al desconocido.

Rus lo entenderá.

— Claro, aunque también te digo que aunque te viera probablemente no te reconocería. Solo llevo un cuatri en la facultad —. abrió el grifo y empezó a frotar el jabón en sus manos. — No es que tenga fichada a mucha gente.

— No soy de esta facultad.

— ¿Ah, no? ¿Y de qué facultad eres, chico misterioso? —. el chico rió suavemente y sorbió por la nariz, de la que probablemente le goteaban mocos de haber estado llorando.

— Hago ingeniería naval. Diseñamos barcos y esas cosas. — el chico parecía un poco más relajado y Martin no pudo evitar alegrarse. Estaba ayudando a alguien.

— ¿Y qué tienen los baños de la facultad de Bellas Artes de especial para que vengas a llorar aquí? En plan, ¿no tenéis baños en ingeniería naval?

El desconocido volvió a reír.

Qué risa más bonita.

— De hecho, me temo que no tenemos. Me he visto obligado a peregrinar por otras facultades en busca de un refugio donde derramar mis lágrimas — el tono teatrero adoptado por el chico hizo que fuera el turno de reír de Martin.

— Está bien, caballero misterioso que fabrica naves, estamos solos. ¿quieres que cierre la puerta de fuera? Así nadie más que yo puede escuchar tus secretos más profundos.

— Si, por fa.

Martin se aproximó hacia la puerta entreabierta, extendiendo su mano hacia el pestillo y girándolo. Aunque técnicamente sería sencillo abrir la puerta desde el exterior con una llave, dudaba que alguien lo hiciera. El otro chico aprovechó el silencio para sonarse los mocos.

— Vale emmm.... — Martin cayó en que desconocía el nombre del chico — ¿Puedo saber cómo te llamas o también es top secret?

— Juan José pero llámame Juanjo.

Glimpses of us. Juantin one-shot collectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora