Capítulo 4

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El sábado por la mañana me encontré sola en casa una vez más y con ganas de dormir todo el día. Con flojera, me levanté, bajé a desayunar un poco de cereal, luego regresé a mi habitación para quitarme el pijama y ponerme algo cómodo. Al terminar y volver al primer piso, puse un poco de música de los viejos álbumes que papá tenía en su despacho junto a sus fotos de la universidad. Él amaba el jazz, decía que cuando era estudiante lo ayudó a relajarse en los días de exámenes, pero después de lo que pasó con mi mamá dejó de escuchar ese género. Y, tal vez, tenía que agradecerle eso a aquella mujer.

Aunque no conviví con "mamá", por mucho tiempo me dolió lo que nos hizo. Es decir, nunca entendí las razones por las cuales nos abandonó. A veces creía que necesitaba esa figura materna, aquella que me peinara a los cuatro años y a quien contarle sobre algún chico y se emocionara conmigo. Porque pienso que existen cosas que simplemente no se le pueden contar a los papás.

Dejé de pensar en algo que no tenía importancia y seguí leyendo el libreto de la obra. Fue algo extraño, la música ayudó a concentrarme en cualquier punto de la historia. Pero en un momento sonó mi música y salí del mundo tan tranquilo en el que me encontraba. Tomé mi celular y pulsé la tecla para aceptar la llamada de Emily.

—Dulce Amy, ¿qué estás haciendo?

—Leyendo, deberías intentarlo. —Cerré el libreto—. ¿Tú qué haces?

—En el centro comercial. ¿Puedes venir?

—¿Para qué?

—Para cazar unicornios —dijo con sarcasmo—. Pues para comprar ropa, ¿para qué más?

—No puedo salir, mi papá está en el trabajo.

—Pues escápate.

Pensé unos segundos en lo emocionante que sería irme de casa mientras mi padre se encontraba en el trabajo. Acepto que esa idea nunca pasó por mi cabeza. Hasta ese día. Estaba por aceptar la propuesta de la rubia, cuando recordé lo sucedido el jueves.

—No puedo hacer eso, Emily, ¿lo recuerdas? —suspiré—. Ya me dejó sin ir a las clases de teatro el martes. No quiero que se enoje más.

—¡¿Te castigó?! —preguntó en un grito.

—Tranquila, no es tan grave.

—¿Sabes? Yo creo que necesita conocer a alguien. Una novia no le hará daño. Además, ¿cuántos años lleva soltero?

—No quiere. Ha tenido dos citas en los últimos cinco meses y no se ve emocionado.

Recordé a ambas mujeres. No hablé con ellas, solo las miré por la ventana cuando llegaban a casa, y ambas eran muy hermosas, parecían modelos. Pero, por lo que escuché aquellas noches cuando hablaba con un tal Richard, las descartó porque una se encontraba totalmente desesperada y la otra odiaba a los niños. Y no, no estuve de chismosa en su despacho. Esto lo escuché porque me desperté por tener sed.

—Hay que intentarlo. —Luego guardó silencio—. ¡Ya sé! —gritó de repente—. Tengo una idea genial. Te quiero ver en mi casa a las cinco.

—Emily...

—Llamaré al idiota de nuestro amigo. Y no llegues tarde.

Y colgó.

🎭

Las horas avanzaron y mi aburrimiento también. Faltaban dos horas para ir a casa de los Clark y mi papá ya casi regresaba. Él tenía que estar contento para que me diera permiso de ver a mis amigos. Y no sabía qué hacer, porque me regañaba si tomaba cualquier cosa y no la volvía a poner en donde estaba.

Maravillosa sonrisa (EDDE#1) (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora