A otro entorno, no a otra vida

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Nada dura para siempre, ni siquiera el dolor. No eres un problema ni tu diagnóstico. Recuerda, mereces vivir.

¿Cómo te convenzo de que te quedes cuando ya tienes las maletas hechas?
Me dijeron que hace dos días
intentaste irte,
no cómo ni el por qué,
solo que no lo lograste.

Tengo miedo de un día ya no verte
porque en ti renacen todos aquellos
de los que no pude despedirme.

Te alejas de los demás con tanta facilidad,
ya no te interesa tratar,
y está bien,
te cansaste, lo puedo ver.

¿Pero por qué sonríes cuando te encuentras tan mal?

¿Ya no le encontraste ninguna utilidad a llorar?

No sé que hacer,
me siento tan ignorante y desesperada mientras tú finges que no sientes nada.

¿Por qué tu familia no nota
lo mucho que te daña?
Te imponen reglas y complejos,
estuvieron en tus operaciones
pero te desconocen y se asquean
de tus cicatrices.

¿Por qué están tan enfermos y solo insisten en contagiarte?

Yo no te puedo curar,
no puedo hacer más
de lo que me permitas
y aún si me abrieras las puertas
mi simple presencia no te sanaría.

Son tantos años de traumas,
de creer que morirás joven
y que nadie te amará.
Me has dicho que tú piso
se ha vuelto invisible,
que lo cubre tu ropa y basura,
que parece una trampa
para que no te levantes de la cama
mientras te sujetan las frazadas.

Dices que algo que te frena de irte
es el miedo de reconocer
que no tuviste nadie
que pueda llorarte,
pero también está el de tenerlo
y qué nunca te hayas dado cuenta
de que alguien pudo quererte.

Qué no lo ves,
la familia no es solo sangre,
son los que eliges,
no esos cobardes.
Lamento no saber
la mejor manera de hacerte sentir bien.

¿Cómo quieres irte aún cuando las maletas están vacías?
Pero no te importa
porque los muertos
no se cambian de ropa.

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