Texas Reznikoff

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En un vasto horizonte texano, donde los cielos se extienden como un lienzo infinito, nació, de padres japoneses, un alma solitaria y sensible: Myoui Mina

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En un vasto horizonte texano, donde los cielos se extienden como un lienzo infinito, nació, de padres japoneses, un alma solitaria y sensible: Myoui Mina. Siempre fue una niña reservada y, a pesar de haber vivido toda su vida en Texas, nunca se sintió como en casa.

Mina se sentía como una pequeña hoja arrastrada por un viento hostil, perdida en un océano de desconcierto y ansiedad. Cada día en la escuela a la que asistía era una prueba de resistencia, donde los murmullos burlones y las miradas de desdén se convertían en los obstáculos que debía sortear.

Las aulas, con sus paredes grises y sus luces fluorescentes parpadeantes, parecían cerrar las puertas de la esperanza antes incluso de que Mina pudiera atreverse a asomarse. Se aferraba a su pupitre como a un salvavidas en medio de la tormenta, tratando de pasar desapercibida entre la multitud de rostros indiferentes.

Usualmente se preguntaba ¿A quién podría gustarle un lugar así? ¿Todos los niños la pasaban igual que ella? ¿Los demás niños también tenían que soportar que otros se metan con ellos? No era justo, pero no podía callar a las vocecitas en su cabeza que le repetían lo mismo que le dicen diariamente sus compañeros.

"Eres una inútil", "aparte de tonta, fea", "nadie podría amar a alguien tan asquerosa", eran algunos de los insultos más recurrentes. A veces, si estaban creativos, los otros niños se meterían con otros aspectos de ella, como su manera de caminar, su voz o cualquier otra cosa que se les ocurriera. Es por eso que Mina prefería pasar sus recreos sentada en un rincón del patio. A veces pensando, y, la mayoria de las veces, llorando.

─ Mina ¿Qué haces aquí solita? ─ Bueno, tal vez no todos eran malos. Mina pudo sonreír levemente al ver una cara agradable.

Son Chaeyoung, la pequeña luz que lograba iluminar la vida de Mina, aunque fuera por unos instantes. Ella era menor por dos años y siempre llevaba su cabello castaño en dos trenzas desordenadas. En toda ocasión la encontrarás con algún libro en sus manos.

─ ¿Quieres escuchar algo hermoso? ─ Preguntó Chaeyoung al ver a su amiga decaída, sentándose a su lado y abriendo el libro que llevaba. Con el paso de los días había descubierto que a Mina parecía agradarle escucharla recitar poesía, así que todos los días buscaba algun fragmento nuevo para dedicarle. La mayor asintió con una pequeña sonrisa.

Chaeyoung abrió el libro con delicadeza, sus dedos acariciando las páginas con reverencia mientras buscaba el poema perfecto para aliviar el pesar de su amiga. Con una mirada llena de determinación, encontró las palabras que ansiaba compartir con Mina.

─ Escucha esto, Mina ─, dijo Chaeyoung con voz suave, como el susurro de una brisa en la pradera. ─ Es un pedacito de un poema que siempre me recuerda a ti. No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro. Pero cuando me necesites estaré junto a ti...

Mina apoyó su cabeza en el hombro de Chaeyoung, cerrando los ojos mientras las palabras que aquel que Mina reconoció como Borges, uno de los autores de los que la menor solía hablar, acariciaban su alma herida. Las lágrimas que antes habían inundado sus ojos se convirtieron en un suspiro de alivio, encontrando consuelo en la presencia reconfortante de su amiga y en las palabras poéticas que flotaban en el aire entre ellas.

Texas Reznikoff | Michaeng OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora