Al final ella muere y él se queda solo, aunque en realidad se había quedado solo varios años antes de la
muerte de ella, de Emilia. Pongamos que ella se llama o se llamaba Emilia y que él se llama, se llamaba y se
sigue llamando Julio. Julio y Emilia. Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura:
La primera noche que durmieron juntos fue por accidente. Había examen de Sintaxis Española II, una
materia que ninguno de los dos dominaba, pero como eran jóvenes y en teoría estaban dispuestos a todo,
estaban dispuestos, incluso, a estudiar Sintaxis Española II en casa de las mellizas Vergara. El grupo de
estudio resultó bastante más numeroso de lo previsto: alguien puso música, pues dijo que acostumbraba
estudiar con música, otro trajo un vodka, argumentando que le era difícil concentrarse sin vodka, y un tercero
fue a comprar naranjas, porque le parecía insufrible el vodka sin jugo de naranjas. A las tres de la mañana
estaban perfectamente borrachos, de manera que decidieron irse a dormir. Aunque Julio hubiera preferido
pasar la noche con alguna de las hermanas Vergara, se resignó con rapidez a compartir la pieza de servicio
con Emilia.
A Julio no le gustaba que Emilia hiciera tantas preguntas en clase, y a Emilia le desagradaba que Julio
aprobara los cursos a pesar de que casi no iba a la universidad, pero aquella noche ambos descubrieron las
afinidades emotivas que con algo de voluntad cualquier pareja es capaz de descubrir. De más está decir que
les fue pésimo en el examen. Una semana después, para el examen de segunda oportunidad, volvieron a
estudiar con las Vergara y durmieron juntos de nuevo, aunque esta segunda vez no era necesario que
compartieran pieza, ya que los padres de las mellizas habían viajado a Buenos Aires.
Poco antes de enredarse con Julio, Emilia había decidido que en adelante follaría, como los españoles, ya
no haría el amor con nadie, ya no tiraría o se metería con alguien, ni mucho menos culearía o culiaría. Éste es
un problema chileno, dijo Emilia, entonces, a Julio, con una soltura que sólo le nacía en la oscuridad, y en
voz muy baja, desde luego: Éste es un problema de los chilenos jóvenes, somos demasiado jóvenes para hacer
el amor, y en Chile si no haces el amor sólo puedes culear o culiar, pero a mí no me agradaría culiar o culear
contigo, preferiría que folláramos, como en España.
Por entonces Emilia no conocía España. Años más tarde viviría en Madrid, ciudad donde follaría bastante,
aunque ya no con Julio, sino, fundamentalmente, con Javier Martínez y con Ángel García Atienza y con
Julián Alburquerque y hasta, pero sólo una vez, y un poco obligada, con Karolina Kopec, su amiga polaca.
Esta noche, esta segunda noche, en cambio, Julio se transformó en el segundo compañero sexual de la vida de
Emilia, en el, como con cierta hipocresía dicen las madres y las sicólogas, segundo hombre de Emilia, que a
su vez pasó a ser la primera relación seria de Julio. Julio escabullía las relaciones serias, se escondía no de las
mujeres sino de la seriedad, ya que sabía que la seriedad era tanto o más peligrosa que las mujeres. Julio sabía
que estaba condenado a la seriedad, e intentaba, tercamente, torcer su destino serio, pasar el rato en la estoica
espera de aquel espantoso e inevitable día en que la seriedad llegaría a instalarse para siempre en su vida.
El primer pololo de Emilia era torpe, pero había autenticidad en su torpeza. Cometió muchos errores y
casi siempre supo reconocerlos y enmendarlos, pero hay errores imposibles de enmendar, y el torpe, el
primero, cometió uno o dos de esos errores imperdonables. Ni siquiera vale la pena mencionarlos.
Ambos tenían quince años cuando comenzaron a salir, pero para cuando Emilia cumplió dieciséis y
diecisiete el torpe siguió teniendo quince. Y así: Emilia cumplió dieciocho y diecinueve y veinticuatro, y él
quince; veintisiete, veintiocho, y él quince, todavía, hasta los treinta de ella, pues Emilia no siguió