CAPÍTULO IX

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LA RECONCILIACIÓN NO EXISTE


—¿Luna?

Me giré enseguida al escuchar esa voz tan familiar. Había alguien a lo lejos, pero no conseguía verle el rostro

—Ya queda poco.

—¿Para qué?—pregunté confundida.

—Pronto lo descubrirás.

—¿Luna?

Volví a la realidad.

—He dicho tu nombre varias veces.

—Perdón, no te había escuchado. Estaba...

—¿Soñando despierta?—finalizó la frase Carlos.

—Sí...

—Últimamente estás mucho en las nubes—bromeó, acompañado de un sonrisa.

—Sí, no sé qué me pasa—reí.

Nos quedamos unos segundos en silencio y luego me preguntó:

—¿Sigues enfadada con Helena?

—Sí...

—No entiendo por qué os habéis pelado.

Lo miré con cara de buscando una excusa.

—Es difícil de explicar, pero seguro que lo solucionamos pronto—mentí.

No tenía intención de solucionar las cosas. Podría perdonar las cosas mil veces, pero sabía que no iba a cambiar. Las personas así no lo hacían.

—¿Has hablado con Sam?—le pregunté.

—Sí. ¿Por qué lo preguntas?

—Por nada. Pensaba que os habíais peleado por mi culpa.

—Solo pedí que no os vierais de momento. Pero por lo demás, hemos dejado el tema de lado y ya está.

—No te lo dije ayer, pero sinceramente no entiendo por qué no puedo verlo. Parece una orden de alejamiento—le dije, frunciendo el ceño.

No sabía cómo sentirme al respecto. Una parte de mí estaba molesta con él, no quería ni hablar con él. Y por otro lado, sentía que era inevitable tenerlo cerca.

En ese instante mis nervios de dispararon. A veces tenía muy poca paciencia.

—Ya te lo dije. ¿Cuántas veces te tengo que repetir las cosas? Siento decirte esto, pero a veces parece que hablo con una niña de diez años. Además, solo ha pasado un día. ¿Tan desesperada estás de verlo? ¿Acaso te gusta?

—No me gusta—fue lo primero que le contesté—. Y tú no eres nadie para decirme a quién puedo ver y a quién no.

—¿Otra vez vamos a discutir?—dijo, mostrando rabia.

—No paras de quejarte de mí. Si tanto te molesto, ¿por qué no actúas como si no estuviera y punto?

—¿Y por qué no te callas la boca y haces lo que te digo, que soy tu hermano mayor?—soltó, enfadado.

Cogí aire e intenté relajarme, aunque en ese momento era imposible para mí.

—Te recuerdo que tengo dieciocho años, lo que significa que soy mayor de edad y puedo tomar mis propias decisiones.

—¿Ah, sí? Entonces, si tan mayor eres, ¿por qué no coges tus cosas y te largas?

Me quedé mirándolo incrédula. Nunca hubiera imaginado que mi hermano me iba a decir eso.

UNAS ROSAS PARA LUNADonde viven las historias. Descúbrelo ahora