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Despertó, su cuerpo se sentía pensado, probablemente por el cansancio que aún permanecía en sus extremidades, o talvez las fuerzas que le faltaban al probablemente haberse desmayado por falta de comida.

Aún aturdido, se puso en alerta, observo todo el lugar donde se encontraba.. una especie de departamento desconocido y a la vez, bastante pequeño.

Tragó saliva quejándose en bajo ante su debilidad. Tardó en captar algo bastante evidente: la presencia de hormonas, bastantes, probablemente toda la casa estaba llena de ellas.

Un olor empalagoso, probablemente chocolate, pensó, aunque su olfato termino por detectar otro aroma en particular, un fruto.

- ¿Higos?

Murmuró en bajo y con voz ronca, chocolate he higos. Su mente divagó, pues le era familiar aquel embriagador aroma.. oh claro, la cafetería, dónde todo inicio.

Escucho pasos, lo cual le puso alerta sentándose rápidamente sobre el futón dónde se encontraban.

Lo vio, definitivamente era el. Lo recorrió con la mirada, sus labios se torcieron en una mueca de desagrado y confusión, retrocedió arrastrándose con esfuerzo, sin quitarle la mirada de encima, aunque el camino se le terminó cuando sintió la pared pegada a su espalda.

La persona frente a el mostró una expresión neutra, eso hasta verlo retroceder no evito sonreír con una ligera burla.

- Tardaste bastante en despertar

El joven Murmuró acercándose y poniéndose de cuclillas a un metro de distancia del chico.

- ¿Por qué? - Tragó saliva pegandose aún nada la pared. Aún si era fuerte, incluso sin su habilidad, después de todo lo sucedido en la cima del edificio se sentía desfallecer y el miedo había vuelto.

- No te asustes, tigre, tampoco soy esa clase de bestia - El azabache puso los ojos en blanco, enderezandose y finalmente suspirando - Probablemente moririas de inanición y tampoco te dejaría medio muerto en medio del callejón, además, existen todo tipo de pervertidos que dudo que no quisieran reclamar un Omega en celo medio muerto, o probablemente el cadáver de uno.

El albino desvío la mirada, mordiéndose los labios y asintiendo con suavidad, aunque claro, aún había detalles que desconocía pero que claramente no preguntaría.

Y Akutagawa tenía razón. Después de que Dazai se tirará del edificio, se dedico a vagar por las calles, inmerso en su mundo de dolor y miedo. Incluso, en algo punto se olvidó que era un Omega, uno que en cualquier momento llegaría su ciclo de celo y probablemente sería atacado gracias a su deplorable estado.

Antes aquello no era ninguna preocupación, Dazai le había enseñado de cierta forma a defenderse.. además le ayudaba a "aliviarlo" que aunque jamás le gustó permitirselo a su jefe, le beneficiaba pues era mucho menos difícil lidiar con ello.

Eso se sabía en la mafia, Dazai solía reclamar al Omega que deseaba, sin tener necesidad de marcarlo porque ¿Que alfa líder de una organización decide atarse a el y a un Omega solo por una marca? Claramente Dazai no era uno de ellos.

Un pequeño dolor en el pecho le atacó al recordar no de muy buena manera a su jefe. Sus labios temblaron pero finalmente salió de su burbuja, levantando la mirada hacia Akutagawa.

- ¿Vas a dejarme ir? - Murmuró con voz temblorosa.

Akutagawa soltó una suave risita, parecía divertirle bastante las acciones temerosas del tigre.

- No es un secuestro, solo estoy ayudándote.

- ¿Por qué? - Soltó la pregunta con firmeza inconsciente - Se supone que tú.. tú me odias ¿No es así?

𝐒𝐮𝐠𝐚𝐫 𝐂𝐮𝐛𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora