3. Dentro de un hogar, que no es un hogar.

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Doyoung llegó a su hogar con una nota que sus padres debían de firmar para hacer entender que habían leído todas las quejas que el profesor Choi tenía con respecto a su comportamiento. Sería un poco difícil conseguir algo así considerando que Jihyun (su madre) estaba tirada en el patio, ahogada en lo que suponía era alcohol, y Yunho (su padre) tenía días sin volver a su casa, probablemente gastando el dinero en casinos y consiguiendo más clientes dudosos.

Suerte la suya porque sabía falsificar firmas.

Su "hogar" no era más que una casa rodante que tenía la suerte de no haber sido apostada aún. Y, claro, el terreno baldío que intentaba mantener con el pasto corto.

Tenía una pequeña cama donde dormía junto con Renjun, su hermano menor. A veces sentía un poco de lástima y salía al patio para cubrir a Jihyun con una cobija, incluso si esta se encontraba en medio de algún tipo de coma etílico.

En resumen: el era sus propios padres y a la vez los de Renjun.

Intentó cocinar algo pero se dio cuenta de que no había mucho en la despensa y disponía de poco dinero como para gastarlo en una comida, así que mejor intentó centrarse en la tarea con intenciones de desaparecer sus ganas de ingerir algo.

Los números eran fáciles para él, podía hacer operaciones extensas gracias a su trabajo de fin de semana en el supermercado. Con ese dinero pagaba la niñera de Renjun en las mañanas, pero aún así tenía que salir corriendo de la preparatoria y llevar a su hermanito al prescolar, para después regresar a la clase extra de tutoría.

A pesar de todo, Doyoung se sentía responsable de Renjun. Era su deber cuidar de él y asegurarse de que tuviera todo lo necesario.

El idiota de Minho no le creía, siempre le decía que se iba a fumar por ahí.

O sea, sí, pero no durante horario de clases y mucho menos frente a Renjun.

Le daba tanta vergüenza su vida. Tuvo que rechazar muchas veces que John lo llevara a su "hogar" en el auto que le habían regalado sus padres. Todo por miedo a que se dieran cuenta de como vivía.

—Tengo agua en el cerebro —susurró, recordando las palabras de su profesor.

Mientras realizaba los ejercicios de matemáticas, Doyoung se dio cuenta de que esa era la única área en la que se sentía realmente seguro. Los números no cambiaban, a diferencia de la inestabilidad que reinaba en su vida personal. Poder dominar las operaciones le brindaba un poco de consuelo y le hacía sentir que, en medio de todo el caos, aún había algo que podía controlar.

De pequeño tuvo que mudarse muchas veces por las apuestas de Yunho. Estos últimos cuatro años habían estado en un solo lugar porque compraron la casa rodante cuando nació Renjun.

Sus departamentos siempre fueron fríos y húmedos, con cereales para comer y una televisión que pasaba programas que nunca entendió.

—Dos más dos siempre es cuatro —se repitió a si mismo, casi como un mantra que le brindaba consuelo.

No había mucho que hacer por él, ya estaba en el balde de las manzanas podridas, pero aún podía hacer todo lo posible por mantener a Renjun a salvo, lejos de todo este ambiente y con una infancia más estable que la que él no pudo obtener.

Cuando llegó el momento de recoger a Renjun, salió de la casa rodante y trató de caminar lo más rápido posible. Aún era temprano pero le daba miedo la zona por donde vivían y que lo reconocieran por ser hijo del que vendía drogas en varios lugares de la ciudad.

Muchas veces le miente a Renjun con tal de hacerle más fácil la vida. Le dice que mamá siempre está durmiendo porque se cansa mucho después de limpiar todo el día y que papá es un hombre de negocios que viaja alrededor del mundo y por eso desaparece durante tantos días.

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