Esa misma tarde capturé un resfriado. Empecé a estornudar sin control alguno justo después de llegar a casa. La chaqueta de Augusto tuvo que irse directamente a la lavadora para poder entregársela algún día.
Mi mamá ya había llegado y me ofreció un poco de chocolate caliente: "o al menos un poco de té, pequeña Gene" había dicho. Astrid no me llamó ni me mandó mensajes en lo que restó del día, a lo mejor se fue con sus otras amigas, quien sabe. Yo todavía seguía un poco aturdida por lo que había pasado con Augusto, incluso me sentía esperanzada... haber tocado esos labios fue una sensación totalmente agradable, una sensación que deseaba volver a repetir algún día.
Sin embargo, sentía que esos labios no me pertenecían. En lo que llevaba de la preparatoria siempre escuché a Astrid expresar lo mucho que amaba al chico. Incluso Camila me dejaba bien en claro que Augusto era una persona, simplemente, inalcanzable.
Falté a la escuela al día siguiente. Amanecí con fiebre y mi mamá no me dejó sacar un pie fuera de la casa por la mañana, no me quedó otra que acceder, tenía demasiados libros que exigían un poco de atención. Mi casa era una casa bastante especial, mi mamá simplemente estaba apasionada con Norte América y compró un terreno, en el que construyó una finca al estilo americano. Teníamos un pequeño patio al frente y en la parte de atrás había otro más grande, ahí pasaba las tardes de verano acurrucada en una hamaca.
Pero hoy, estaba haciendo demasiado frío y llovía. Mi cuarto tenía una enorme ventana y al pie de ésta había espacio suficiente para poder sentarse, incluso para poner almohadas. Eso era que amaba de la casa, un pequeño espacio que me sacaba de la realidad.
Cuando dieron las tres de la tarde, tocaron a mi puerta. Me imaginaba que iba a ser Astrid, pero me encontré con un chico que tenía una sudadera de los Sex Pistols, pantalones de mezclilla y tenis normales, además de un alborotado cabello. Al instante sonreí, era Augusto.
-¿Se puede saber por qué faltaste a la escuela? Tuve que ser cuestionado por tu mejor amiga como si hubiese cometido un homicidio- dijo.
-Técnicamente, si lo cometiste- reí y lo dejé pasar.
-¿Por qué?- ahora él fue el que rio.
-Digamos que mataste la esperanza de muchas chicas, tú no hablas con cualquier chica como yo.
-Pues, déjame ponerlo de ésta manera: tú no eres una chica cualquiera- sonrió de lado y me abrazó.
-Sí, sí, ya dejémonos de estas cosas. Apenas y te conozco.
El chico se separó de mí y juntos nos fuimos a la sala. Comenzamos a platicar, así sin sentido. Él me contaba su día y yo solo me limitaba a asentir.
-Ahora, como tú dijiste que apenas y me conocías, estoy dispuesto a jugar un juego contigo.
-¡No, enserio!- reí.
-Ya, perdón. En resumen, es un juego que muchos gringos hacen al conocerse. Es algo cursi y cliché, pero estoy dispuesto a seguir esa estúpida moda- dijo y se acomodó en el sillón para quedar frente a mí.
-¿El juego de las veinte preguntas? Bueno, ya que.
-Perfecto, empecemos.
Descubrí que su nombre completo era Augusto Alberto Vega Azpeitia. Su pasatiempo favorito es estar con su mamá y con sus hermanos, tiene un perro llamado Zelda y adoraba mis bandas favoritas.
El descubrió que mi nombre completo es Genevieve Andrea Valdez Cano. Mi pasatiempo favorito es leer, tengo un conejo llamado Ken y adoraba el chocolate.
Eran cosas básicas, pero necesarias. Yo sé que lo estaba aburriendo, incluso se lo pregunté y me contestó con un rotundo no. Sin embargo, me invitó a Coyoacán. Un pequeño pueblito metido en el medio de la ciudad, lleno de museos, lugares culturales, plazas realmente bonitas y casas muy grandes.
Como ya me sentía mejor y no tenía nada que hacer, accedí y salimos rumbo al lugar. Ya eran las seis de la tarde y el ambiente en Coyoacán se ponía de lo más bonito. Las vendimias de churros, chocolate caliente, cafés y teatros estaban al tope por las noches.
Él y yo nos limitamos a caminar y a comprarnos un café helado. Él decía que los frapés eran más deliciosos cuando estaba haciendo frío, y vaya que tenía razón. Alcanzamos a entrar a la casa de Frida Kahlo, si, la mujer de las cejas pobladas y portadora de frases enternecedoras. Era una casa bastante bonita, grande e histórica, un guía nos iba explicando el significado de las cosas, las habitaciones y los cuadros que estaban ahí.
Cuando salimos, ya estaba oscureciendo. Le mandé un mensaje a mi mamá, diciéndole donde me encontraba, a ella no le molestó y me dijo que ya estaba en casa.
Decidimos parar en Gandhi, una librería que me encantaba. Yo iba ahí por libros, mientras él iba por películas. Al final, los dos salimos con una pequeña bolsa en la mano. Después de eso, marchamos a casa.
Nos fuimos en bus, y después caminando. Él, relativamente, vivía cerca de mi casa. Así que no había tanto problema.
-Fue una linda tarde, Gene, gracias.
-No hay de qué, hay que repetirlo, escuché que hay museos muy interesante ahí mismo.
-Claro, tú solo dime cuando. Incluso podemos salir al centro de la ciudad y visitar las ruinas.
-Creo que ese lugar me conoce de pies a cabeza- reí y me acerqué a darle un abrazo, él lo correspondió.
-Bueno, pues ya veremos a donde ir- dijo y nos separó.
-Buenas noches, Gus, nos vemos.
-Sí, hasta luego- se acercó nuevamente y plantó un delicado beso en mi mejilla.
Me sonrojé y me tapé la cara con las largas y anchas mangas de mi suéter.
El caminó hacia la acera y se fue.
Entré suspirando a casa. Mi mamá se encontraba en la cocina leyendo un periódico y bebiendo café.
-¿Es tu novio, acaso?- preguntó y levantó las cejas.
-No, es solo un buen amigo.
-Pues me voy a asegurar que si las quiere contigo que tenga muy en claro una cosa: si te hace llorar o sufrir, mandaré una orden de alejamiento- a veces pensaba que mi mamá era una adolescente atrapada en el cuerpo de una mujer adulta. Mi mamá era una persona genial.
-Okay, buenas noches, mamá.
-Buenas noches, hija, que descanses.
Y así, subí a mi cuarto. Dejé mi celular en mi tocador y me arrojé a la cama, quedándome dormida al momento.
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Hey, después de 3 meses estoy de vuelta.
Aquí está un capítulo.
Bye bye
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Un día sin ti es simplemente injusto
Teen FictionConozcan a Genevieve Valdez, una chica normal con gustos comunes. También a Augusto Vega, el típico muchacho popular en la preparatoria privada a la que asiste Genevieve. ¿Nombres poco conocidos? Sí, esa cualidad era única en ambos... cualquiera qu...