Sabía que él sólo jugaba, nunca me tomaba enserio y eso dolía... Dolía tanto.
Él podía utilizarme y jugar conmigo cuando quisiera, era su títere de trapo, me manejaba a su antojo las veces que quería y yo cedía a todo. Estaba tan ciega que pensaba que me quería, tenía que conformarme con las migajas que me dejaba cuando lo cierto era que yo todo le entregaba.
Vivía en una miseria, en un engaño y él de mi se burlaba... Yo no quería darme cuenta.
Lo quería, joder, vaya que lo quería.
Por las noches al cerrar los ojos, su mirada aparecía en la oscuridad y me sentía desfallecer ante aquello.
Su voz no dejaba de rondar mi cabeza y su aroma podía aspirarla donde fuese.Estaba enferma, obsesionada y necesitaba curarme.
Había buscado refugio en otros brazos y consuelo en otros labios... Pero nada era igual, no era él... Maldita obsesión.