Capítulo I.
III parte.Al día siguiente todos despertaron entre quejas y malas caras, cada uno parecía querer desquitarse con algo y descargar toda su frustración.
"¿Pero que separa a el ser humano de los animales? Respuesta: El pensamiento lógico".
—¡Ahg! ¡Me duele la espalda! —Se queja Oscar al instante en que se deja caer en uno de los sillones de la sala levantando el polvo que reposaba en él y provocándole una terrible tos, con las manos intenta disuadir el polvo en el aire —Este lugar apesta —murmura entre dientes para sí.
Elena por su parte luchaba con las persianas las cuales se negaban a ceder, en un tirón terminó por romperse y caer en trompicones al piso soltando una gran nube de polvo, la mujer soltó un suspiro antes de continuar con la ventanas que al igual presentaron oposición, pero al final terminaron abriéndose permitiendo la entrada de rayos de sol al lugar.
—Mucho mejor —murmura en un intento de optimismo mientras sacude sus manos del polvo. A sus espaldas sus dos hijos lo miran todo con una mueca —Chicos, debo ir al centro. Necesito inscribirles en el colegio a ustedes dos, comprar algo de comida con el dinero que nos queda y ver si consigo un trabajo
— ¡¿Me vas a dejar sola aquí?! —Pregunta la menor en un chillido.
—No estarás sola, quedaras con tu hermano. Oscar quedas a cargo —informa al mayor.
— ¡Eso es aún peor! —exclama con una mueca —además, ¿qué se supone que haremos aquí? Este lugar ni señal tiene.
Había cogido su celular por quinta vez en el día intentando ver si las barras de señal indicaban algo, pero nuevamente solo observo un "sin servicio".
— ¿Lo ves? ¡No hay nada! —Exclamó para luego dramáticamente dejarse caer de espaldas al sofá levantando polvo en el proceso.
—Podrían aprovechar el tiempo en limpiar, seguro que lo dejaran todo impecable.
Guiñándoles un ojo a sus hijos que parecieron haber querido dispararse de lleno en la cabeza al escuchar aquellas palabras, tomó su chaqueta, su bolso y sus llaves de encima de la mesa del comedor y se aproximó en salir, no sin antes dejar un beso en la frente de sus hijos que aunque no presentaron quejas la miraron con desaprobación.
—¡Regreso pronto!
Despidiéndose con la mano giro las llaves y encendido el vehículo emprendió su camino, su ceño se fruncía con preocupación y de sus labios exhalo un suspiro cargado de angustias, una mano en el volante y la otra sobre su cabeza haciendo un desastre su cabello con el codo apoyado en el marco de la ventanilla.
Era evidente su desespero, la idea de dejar a sus hijos solos en aquella casa le sentaba como un gran golpe en el estómago, pero debía ser fuerte, por ellos debía serlo. Ahora su vida no se basaba en vivir, sino en sobrevivir y tenía que luchar contra lo que sea si quería que sus hijos tuvieran una buena vida, haría todo lo que estuviese a su alcance, aún y lo que no.
Por otra parte los hermanos se vieron la cara antes de entrar de nuevo a la casa después de haber despedido a su madre. De pie en el umbral de la puerta lo visualizaron todo una vez más.
—Será mejor que empecemos de una vez —señala Oscar —Ve por un trapo, yo iré por una escoba.
Y así empezaron la marcha, sin nada mejor que hacer lo limpiaron todo, sacudieron los muebles, quitaron el polvo y trapearon el piso. Al terminar ambos estaban exhaustos, Oscar se apoyó en el marco de la puerta que conectaba con la cocina y limpio el sudor de su frente con el antebrazo de su camiseta, mientras que Wendy tiraba con ganas el coleto dentro del balde.
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Cuevas de Topo
HorrorElena, una madre soltera decidida, junto a sus dos hijos, Wendy y Oscar, se aventuran a mudarse a un misterioso pueblo en busca de un nuevo comienzo. Con esperanza en sus corazones, se instalan en su nuevo hogar con la expectativa de encontrar la pa...