Problemas

53 2 0
                                    

Todo se encontraba muy oscuro, mientras caminaban el frío helador de aquellas cloacas penetraba hasta los huesos. El enano les hizo descender hasta llegar a unos acueductos que apestaban a orín y heces. No sabían porque estaban allí, habían caminado durante un largo tiempo acompañados de una vela que poco a poco iba desgastándose, también tenían que estar atento al suelo húmedo y sucio para no pisar alguna rata y acabar infectado por alguna mordida. Tulbak caminaba con gran seguridad por aquellos pasillos largos y estrechos como si estuviera acostumbrado a transitar por aquellos canales, sabía donde pisar en cada momento para no tropezar o caer en aquellas aguas verdosas debido a toda la suciedad que allí flotaba o se disolvía corrosivo liquido.

-¿Falta mucho? -pregunto Jack-.

-¡Calma elfo!, ya estamos llegando. -respondió este con un tono raspante-.

Era bien sabido que la rivalidad entre elfos y enanos era absoluta, con incalculables años de confrontación aún las viejas rivalidades no cesaban, pero a Jack poco le importaban esas historias del pasado, no eran más que eso. Para él era una rivalidad del pasado que se continuó de generación en generación debido a las antiguas leyendas llenas de orgullo y deudas, él ya tenia sus propios problemas como para estar distrayéndose por una disputa que ha nada ha llevado en todos esos años.

Por otra parte From se encontraba distraído jugando con una de sus dagas, haciendo un juego de manos tan perfecto que ni siquiera la hoja afilada le hacia daño al pasarla de un dedo a otro. Anonadado el elfo se acercó a su amigo para hacer mas amena el largo transito de aquellos pasillos. Este hábilmente recuperó la daga de entre sus dedos haciéndola girar en el aire y tomándola por el mango para terminar guardarla en su debida funda.

-Respecto a lo de antes... -inició From-. Tenéis que controlaros más, no nos vale de nada que por culpa de tu obsesión acabemos mal parados. -siguió este con cierto reproche-. -y no hace falta que lo agradezcas para eso estamos. -suavizó-.

-Lo sé, pero el hecho de tan sólo oír algún indicio de ella me pone de los nervios y más sabiendo que puede estar en peligro. -respondió el mago receloso-.

-Tranquilo, la encontraremos. -prometió el pícaro a su amigo. -además todavía tenemos una cuenta pendiente con el gordito. -terminó este mientras miraba a su amigo de orejas puntiagudas con esa mirada fría e inquietante, mientras hacia un gesto frotándose el dedo índice con el pulgar-.

El elfo acostumbrado a ver actuar a su acompañante, sabía a lo que se refería con aquel gesto. From le contó a su compañero que se le había caído la bolsa de oro que habían robado en aquella habitación, en el momento en el que esquivaba uno de los tajos de uno de los guardias, el cordel que ataba la bolsa de cuero en el cinturón, recibió el impacto de la misma provocando así que esta se le cayera. No había nada más importante que el valor del oro para From incluso más importante que su vida o las vidas de otros.

De repente, el enano paro en seco en una de las esquinas de aquellos pasillos subterráneos, algo andaba mal o al menos eso transmitía Tulbak. Este alzó el puño cerrado a modo de señal para que sus acompañantes se detuvieran. Ellos se apoyaron en la pared cerca del enano para aprovechar las sombras que proporcionaba aquellos acueductos. Mientras, observaban como unas sombras proyectadas por una antorcha que agarrada una de ellas mantenían una conversación.

-Vaya jaleo que tienen montado ahí afuera. -comentó una de las sombras-.

-El perfecto para sorprender al gnomo y robarle sus pertenencias, así que ¡adelante! Sólo nos queda subir estas escaleras. -ordenó la otra-.

-Mas nos vale que tenga algo de valor ese engendro, no me gusta estar rodeado de mierda. -maldijo una tercera mientras escupía.

Tulbak hervía por dentro ante tales insultos, se podía apreciar como las venas de su cabeza se pronunciaban debido a la ira que contenía en ese momento. Para la sorpresa de los aventureros este se dispuso a salir a la vista de los demás, las razones eran obvias no iba a dejar que se mofaran de el y mucho menos robarle. Pero fue entonces cuando el feérico le agarró del hombro para retenerlo.

El Cuenta Cuentos - Jack NjeilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora