Decisiones que rompen

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Corro lo más rápido que mis piernas dan, tropezándome varias veces por el camino, con las lágrimas brotando de los ojos y arrastrándose por mis mejillas, mientras que otras salen volando, desapareciendo.

Empujo a la poca gente que está en mi camino. Algunos me gritan que tenga cuidado, y otros hablan entre ellos, pudiendo escuchar palabras como "pobrecita" o "la suerte no está a su favor". Y ciertamente no lo está. También digo, ¿desde cuando? Mi madre murió en mi nacimiento, así que yo la maté, y aunque no me quejo del trato hermoso que recibí por parte de mi padre y hermano y el cariño, las cosas ya comienzan mal. Luego el tema de no tener amigos y mi padre tener que trabajar aún más. Que mi hermano casi sale como tributo a los doce años sino fuera por un voluntario, la mala alimentación, la precariedad de todo... y entrar como tributo en los Juegos del Hambre una vez. Incluso puede que dos ya vayan a ser.

¿Acaso eso se le puede tener decir buena suerte? Porque no me lo parece. Incluso si alguien dice que lo es porque sobreviví, me encantaría negárselo en la cara, ya que, personalmente, preferiría morir allí, y no tener que soportar lo que estoy soportando ahora.

Mentalmente noto cómo me destruyo lentamente.

Encuentro mi escondite y me meto ahí, como hace un mes, cuando les prometí no volver a hacerlo. Pero a ver, es que la vida me obliga a reaccionar así. ¿Qué creen que voy a hacer, enfrentarlo? No soy lo suficientemente fuerte como para hacer eso.

No cuando sé que me va a volver a tocar con uno de mis amigos para luchar.

O no. Luckas, Peeta.

Me levanto con rapidez del suelo, con el corazón a mil, dándome cuenta de que no puedo permitir que ellos mueran. Que nadie lo haga. Ellos tienen que sobrevivir, si alguien lo hace, tienen que ser ellos. Pero... ¿y si sale Katniss?

Me quedo paralizada en el sitio cuando pienso en esto. No puedo dejar que ella vuelva ahí, tiene demasiadas cosas que proteger, ayudar... jamás podría ser yo la mentora de uno de ellos, no estoy preparada para hacer lo que hace Haymitch y quedarme simplemente mirando a la pantalla, con los dedos cruzados y deseando que sobrevivan. No sería capaz, lo sé a la perfección.

Ella no puede salir.

Vuelvo a emprender el camino con paso firme, obviando las palabras y murmullos de mi alrededor, con la cabeza fija en la casa de Haymitch. Tengo que hablar cuanto antes con él, y tal vez luego voy a casa, para poder hablar con mi padre y mi hermano sobre esto.

Deben de estar destrozados.

Sin darme cuenta, en menos de lo que pienso estoy en la Plaza de los Vencedores de nuevo, así que no me freno, dirigiéndome a la casa oscura y destrozada del hombre, petando varias veces en la puerta antes de pasar a la casa, al ver que nadie responde.

No camino mucho porque, en pocos pasos, me encuentro a Haymitch sentado en la silla de madera del comedor, con una botella de alcohol entre las manos y una barra de pan recién cortada encima de la mesa, una que seguramente es de Peeta, dándome a entender que hace poco que estuvo aquí. Trago duro, caminando hasta acercarme a él, sentándome en la silla de enfrente, con su mirada fija en mi persona.

Estoy seria, y no hablo, porque no lo veo necesario, aún tengo que pensar en mis palabras.

- ¿También vienes a beber? - pregunta, y yo elevo una ceja.

¿A beber? No. Claro que no.

- No. - respondo con sequedad.

- Entonces supongo que a decirme que me presente voluntario en caso de que salgan uno de los dos chicos, ¿no es así?

En Llamas {Peeta y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora