₃₂Carne y sangre

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No todos los días el dragón da segundas oportunidades

Estaban perdidas, en lo que parecía el día más frío del invierno. La nieve estaba amontonada, y avanzaban a pie con una espada en el costado y arco en el hombro. Evidentemente, Kryo se sentía confundida, pero no pasaba demasiado tiempo preocupada en aquella confusión. En cambio, sabía para todo lo que la habían preparado. Su abuelo la había hecho aguantar durante horas con una espada y un escudo extendidos hasta dolerle los brazos, le enseñaron los lances de la espada, le hicieron practicar con las lanzas, y le entregaron un cerdo para que lo matara con una lanza de guerra. Había aprendido a parar con un escudo, a dejarlo caer para detener la embestida por debajo del borde, y a estampar los pesados tachones del escudo en la cara de un enemigo para romperle la nariz y cegarlo con las lágrimas. Había aprendido a nadar. Creció, endureció, se congeló, empezó a hablar con voz de Mujer de Acero y tuvo su primera vez con alguien a la que quería. Tenía aspecto de nativa.

Ahí estaba la respuesta, la habían preparado aun sin saber lo que le esperaba. Aquello había sido el destino mismo el que la abofeteó en el rostro. Sin embargo, el destino no existe, y aun así, lo era todo.

Al doblar un recodo del sendero, se encontraron de frente con un grupo de hombres y mujeres reunidos alrededor de un pequeño campamento.

—Tenemos que escondernos —susurró Ygritte, colocando una flecha en su arco.

Kryo se escondió junto a ella detrás de un gran árbol. Se asomó ligeramente y su corazón se aceleró al notar que no todo lo que vestían era piel de animal.

—¿Es eso... de humano? —murmuró, horrorizada.

—Caníbales —sentenció Ygritte con urgencia—. Tenemos que irnos, ahora mismo.

El olor a carne asada proveniente de la fogata se coló hasta su nariz. Al principio, el aroma habia hecho que sus tripas rugieran vorazmente y su boca comenzara a salivar involuntariamente. Sin embargo, la terrible posibilidad de que esa carne fuera de humano, hizo que, esta vez, un nudo de repulsión y horror se formara en su estómago y la bilis empezara a subir por su garganta.

Octavia le había hablado de ellos, había mencionado lo enfatizantes que habían sido al negarse a la coalición, enviando la cabeza de uno de los guerreros enviados para patrullar las fronteras, en una bolsa como respuesta. Aquello le había dejado claro que estos no eran individuos con los que quisieran encontrarse.

—Podemos intentar ir... —empezó a sugerir Kryo, pero antes de que pudiera terminar, un brazo se le cerró en la garganta y la levantó. Tanto ella como Ygritte tuvieron el frío metal de una espada rozando sus gargantas.

—Los dioses nos han enviado un regalo. —Kryo lo escuchó sonreír luego de que le pegara los labios al oído.

Mientras tanto, el otro que mantenía a Ygritte soltó una risa burlona.

—Que bueno, no hay mucho para comer.

Kryo parpadeó, evaluando rápidamente la situación. Sabía que tenía solo unos segundos para actuar, pero también entendió que cualquier movimiento podría poner en peligro la vida de Ygritte. Si intentaba liberarse o atacar al caníbal que la tenía sujeta, el otro podría reaccionar y lastimarla antes de que ella pudiera hacer algo.

—¡Alto! —dijo la voz ronca de alguien.

El caníbal que tenia a Kryo la hizo girar para ver a una mujer levantarse del tronco cerca de la fogata. Era de estatura alta, de complexión robusta y con el cabello enmarañado. Sus ojos oscuros se entrecerraron en su dirección. La mujer se acercó con pasos pesados, y se inclinó para tomar un mechón de cabello blanco entre sus dedos ásperos.

¹Reyes del Norte•GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora