2. El vidrio que se desvaneció

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Habían pasado aproximadamente 10 años desde el día en el que los Dursley se despertaron y encontraron a sus sobrinos en su puerta de entrada. Pero Privet Drive no había cambiado en lo absoluto. El sol aún prevalecía de la misma forma y se elevaba por los jardincitos, y de la misma forma iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de madera de la casa Dursley, también avanzaba con fiereza sus rayos hasta el salón, estando exactamente igual como cuando hacía ya 10 años Vernon Dursley había estado viendo el noticiero, y se había enterado de las lechuzas que volaban de día sin explicación del por que, si claramente son animales nocturnos.

Y también había visto como un reportero le cuestionaba a un meteorólogo la razón de las estrellas fugaces tan excesivas que daban su aparición en el oscuro cielo nocturno color tinta.

A pesar de que la casa de los Dursley pareciese en teoría igual, la repisa de la chimenea era la fiel testigo del pasar de los años, esta llevando encima cientos y cientos de retratos de Dudley Dursley, que ya no era un niñito pequeño.

En aquellas fotografías se mostraba Dudley con su cabellera rubia sobre su primera bicicleta, sobre los caballos mecánicos de la feria, jugando con su padre, siendo besado y amado por su madre, Petunia.

Aquellos retratos, y la casa en general no parecían registrar la existencia de más niños que no fuesen Dudley.

Nadie podría imaginarse que allí no solo habitaba Dudley Dursley, si no también Harry y Adeline Potter, los gemelos más desafortunados.

Aquellos que yacían dormidos, pero, no por mucho, pues su tía, Petunia, daría su aparición de la forma más inoportuna posible.

Aquella voz chillona de tía Petunia siempre era el primer sonido del día.

―¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Tu respiración se agitó por el evidente estrés que te causaba aquella irritante voz de Petunia Dursley, te sentías aún cansada, atontada por el sueño, deseando mágicamente despertar en otro lugar que no fuese la horripilante casa de tus abominables tíos.

Por supuesto, como si la magia fuese suficiente para salvarte de aquellos energúmenos tan detestables.

Harry se levantó de un sobresalto, mientras que tía Petunia llamó nuevamente la puerta.

―¡Arriba ya!―gritó en un chillido nuevamente Petunia. Lograste escuchar sus pasos de la cocina y el aceite hirviendo del sartén con beicon.

Te sentaste sobre la cama que compartías junto con Harry, tratando de despejar tu mente de aquella voz chillona y recordar el sueño que tenías.

Aquel sueño donde volabas sobre una moto con un hombre enorme...Caluroso...Cómodo y seguro...

―¿Ya han despertado?―quiso saber ella.

―Si, ya hemos despertado, ya vamos para allá, descuida―respondíste.

―Más les vale por que os necesito acá, necesito que vigilen el beicon, ya verán si se les quema por hoy es el cumpleaños de Duddy.

¡El cumpleaños de Dudley! ¿¡Lo olvidaste?! ¡Pero que menuda tonta!

―Que genial...―dijiste sarcástica.

Draco Y Lectora [Draco X T/N]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora