A punto de dar las ocho de la mañana, los primeros destellos del sol se filtraban con delicadeza a través de las finas telas de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. El dulce trinar de los pájaros se entrelazaba con el constante murmullo de los autos que transitaban las bulliciosas calles de la gran urbe de Nueva York.
Louis yacía aún recostado en su cama, envuelto en un capullo de sábanas blancas. Sus cabellos, revueltos y despeinados, creaban un halo desordenado alrededor de su cabeza. Una pequeña gota de saliva escapaba por la comisura de sus labios, manchando la tela bajo su rostro. Con un gesto de fastidio, frunció el entrecejo al ser interrumpido por el constante y molesto sonido de su alarma, mientras luchaba por aferrarse a los últimos instantes de sueño.
Intentó ignorar la fastidiosa melodía que emanaba del aparato, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Resignado, con una parte de su rostro aún presionada contra la mullida almohada, que en ese instante le parecía la más confortable del mundo entero, se resistía a separarse de ella.
Louis estiró su cuerpo en un intento por relajar sus músculos adormecidos y dejó escapar un bostezo antes de extender su brazo derecho para alcanzar su celular.
La brillante pantalla del dispositivo le lastimó ligeramente la vista, por lo que entrecerró los ojos en un esfuerzo por identificar los números que mostraba el reloj digital. Cuando finalmente logró enfocar la hora, se incorporó de golpe, completamente alterado: ¡se había quedado dormido y ya era demasiado tarde para ir al trabajo!
—Mierda, mierda, mierda— repitió mientras corría por toda su habitación en busca de la ropa que se pondría.
Sin perder un segundo, Louis agarró una toalla y salió corriendo hacia el cuarto de baño para darse una ducha rápida, estableciendo casi un récord de tiempo. Una vez fuera, se apresuró a vestirse con una mezcla de desesperación y determinación.
Louis ni siquiera tuvo tiempo para desayunar. Simplemente agarró lo esencial y salió prácticamente corriendo de su hogar, rogándole a cualquier deidad que estuviera escuchando en ese momento que le permitiera llegar a tiempo al trabajo. Sabía que si no lo lograba, su destino estaba sellado y podía darse por muerto. En ese preciso instante, agradecía vivir relativamente cerca.
Corrió sobre la acera, esquivando a todas las personas que iban y venían en distintas direcciones, todas igual de apuradas que él. Cruzó las calles, disculpándose con algunos autos que tocaban el claxon cuando frenaban repentinamente por su culpa hasta que logró llegar a la cafetería en la que siempre compraba el café para su jefe.
Louis maldijo al ver la interminable fila que se había formado para realizar su pedido. El tiempo se le escapaba entre los dedos y la desesperación lo envolvía como una sombra ominosa. En ese preciso instante, parecía que el destino conspiraba en su contra con una crueldad sin límites.
¿Por qué había decidido quedarse hasta tarde viendo películas la noche anterior? Se reprochaba internamente mientras avanzaba lentamente en la fila, sintiendo cada segundo como una eternidad.
—¡Hey, Louis!, Hola— le saludó animadamente un omega bonito de cabellos cobrizos que trabaja ahí desde hace tiempo, haciéndole señas para que se acercara al mostrador.
Louis caminó en su dirección, saltándose la larga fila sin inmutarse de los rostros indignados de los demás clientes y soltó un suspiro de alivio cuando el omega le tendió dos vasos con el tipo de café que siempre pide.
—Aquí tienes, son dos lattes— le sonrió coqueto.
—Acabas de salvar mi pellejo, gracias— agradeció cuando tomó entre sus manos lo vasos y le devolvió la sonrisa al chico antes de salir corriendo del establecimiento, pasaría a pagar más tarde cuando saliera.
ESTÁS LEYENDO
The proposal [L.S] abo
FanfictionHarry Styles es un poderoso omega y estricto editor de gran éxito de Nueva York que, por un problema con su visado, de repente se enfrenta a ser deportado a Inglaterra, su país de origen. Para evitarlo y poder mantener su visa en Estados Unidos, el...