// Las situaciones presentadas en este escrito son meramente ficticias//
La indiferencia es el más grande pecado del mundo, solo basta con que una sola persona voltease a verme, solo basta con que alguien desvié su mirada hacia mí y me salvase, pero somos muchos yo, muchos quienes sufrimos por culpa de aquellos que, se supone, nos deben de proteger, aquellos que deberían de romper el círculo y salvarnos de crear a nuestros propios demonios. Aprendieron que la vida es más fácil cuando te preocupas por ti mismo, pero el hecho que me ignores no hace que el daño desaparezca.
Aunque, muchas otras veces, no hay daño que reparar, muchas otras veces, y sin razón aparente, uno nace dañado, preguntándose la razón de su extraño pensar, ¿Mamá, porque no veo el mundo de la misma manera que los demás?
Esa niña, a quien sus padres nunca amaron, nunca ha intentado suicidarse, la idea llego a rondar su mente en diversas ocasiones, cuando sus acciones jamás llenaron el corazón de sus padres sin importar cuanto ella se esforzará ni lo bien que se portará, jamás sería suficiente para ellos. Se recuerda a sí misma parada frente al espejo roto de su baño, sosteniendo un cuchillo, mirando su reflejo con ojos vacíos y miles de pensamientos girando en su mente, "inútil, inservible, ¿Por qué naciste?" su mente se llena de ruido y caos que amenazan con explotar su cabeza, pero, antes de que eso ocurra, aparta su mirada, devuelve el cuchillo a su lugar en la cocina y se esconde bajo sus sabanas, creyendo que el día de mañana tal vez sus padres la amaran.
Yo, sin embargo, nunca tuve ese dilema. Mis padres me aman, siempre me lo han dicho, me aman sin importar nada, entonces ¿Por qué yo si lo intente?, ¿Por qué mi mente me orillo a querer desaparecer del mundo?
Es increíble lo diferente que pueden ser las mentes, lo débiles y fuertes que pueden llegar a ser, pero ¿Cuándo podemos decir que una mente es débil? ¿Es débil aquel que decidió que vivir un infierno no valía la pena? O ¿Lo es aquel que decidió jamás buscar ayuda y continua el circulo de violencia?
Cuando hablo de mi vida todos pueden decir que he vivido una infancia feliz con padres amorosos y hermanos dulces, y, tienen razón, mi vida es casi un cuento de hadas, pero no todos tienen esa misma suerte.
Recuerdo a una amiga que tuve a los quince años, la conocí un día común y corriente, ambas nos encontrábamos fuera de la primaria esperando que sonara la campana de la escuela y nuestros hermanos salieran y nos contaran sus aventuras con la emoción de un niño de ocho años, la recuerdo sentada en una banca, ensimismada en un cuaderno viejo que sostenía como si fuera el mayor tesoro, sentí curiosidad al ver como su lápiz no paraba de moverse sobre las desgastadas hojas, me pare detrás de ella fascinada al ver tan increíbles bosquejos, no recuerdo que fue lo que dije o como me presente, pero nos volvimos muy buenas amigas en poco tiempo, nos gustaban las mismas cosas y me encantaba verla dibujar, tenía un talento increíble.
Pero cuanto más la conocía más lograba ver la oscuridad en la que vivía, era la segunda mayor de doce hermanos, ella y su hermana mayor jamás fueron a la escuela, no era necesario - decían sus padres- su deber es cuidar a sus hermanos, su casa eran cuatro paredes que se caían a pedazos, y dormían en colchones roídos y sucios.
Conocí a sus hermanos, niños con sonrisas dulces, pero ojos cansados. Conocí a sus padres, personas asquerosas y egoístas, su padre un alcohólico que no le importo abusar de sus hijas y una madre indiferente que no servía para nada.
Le tomo menos de un año contarme muchas de las asquerosidades que su padre le hizo, como a los siete años una niña fue "convertida" en mujer y a los once años tuvo que convertirse en madre para sus hermanos. Nunca me atreví a preguntar, por miedo a su respuesta, pero siempre existió en mí el temor de que alguno de esos niños fuera suyo.
Cuando la mayor de sus hermanos cumplió la mayoría de edad los abandono, o así fue como ella lo vio, yo, más bien, lo entendí como su búsqueda de libertad.
Eso la destrozó y la lleno de rencor, su hermana era su ancla, su apoyo, la única que compartía su dolor y la abandono a su suerte.
En aquel entonces no reconocí la gravedad de su caso, o más bien, no le di la importancia que debía, los adultos a mi alrededor no lo hicieron, ¿Por qué yo lo haría?
Tiempo después ella también se fue, para bien o para mal
Han pasado muchos años, nuestras vidas han tomado caminos diferentes y es raro que nos comuniquemos, aun me pregunto si pude haber hecho algo para ayudarla.
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Escala de Grises
Non-FictionLa indiferencia es el más grande pecado del mundo. Este libro no contiene ningún aprendizaje filosófico, ni metáforas que te ayudaran a sobrellevar tu existencia. No, este libro solo es el vomito de todo ese ruido que existe en mi mente, todas esas...