WILLIAM NEYVI. ENIGMA MEDUSA

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Era una fría noche en la ciudad de Aviñon. Las calles estaban vacías mientras la lluvia, acompañada de los truenos y relámpagos, arreciaba cada vez con más intensidad. Un grito ensordecedor rompió la tranquilidad de las calles. Uno de los vecinos salió de su casa, otros tantos hicieron lo mismo y se quedaron en el exterior hablando sobre aquel grito. Nadie parecía saber de donde provenía, hasta que de nuevo otro grito, esta vez más escalofriante y estremecedor que el anterior.

Los vecinos se miraron con la piel de gallina. Aquel grito les había causado temor, no sabían qué había sucedido, pero tenían claro que nada bueno. Había sido un autentico grito de terror.

- ¿Qué ha sido eso? - pregunto un vecino

- Nada bueno.- dijo uno de ellos

- ¿De dónde proviene? - dijo otro de ellos.

El viento soplaba y todos guardaban silencio, mirándose los unos a los otros El vecino más anciano señalo hacia la iglesia, mientras los demás miraban en esa dirección.

 El viento soplaba y todos guardaban silencio, mirándose los unos a los otros El vecino más anciano señalo hacia la iglesia, mientras los demás miraban en esa dirección

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- Viene de la Iglesia, estoy seguro- dijo el anciano con voz temblorosa.

Ninguno parecía atreverse a ir hasta allí. Finalmente, fue el hombre anciano, quien comenzó a dirigirse a la Iglesia, que estaba a unas cuantas calles de donde se encontraban. Sintió que por su edad y veteranía debía ser el que llevase la iniciativa. Los demás vecinos le siguieron.

Al llegar allí, el más joven empujo la puerta de madera de la Iglesia provocando un fuerte chirrido. Se giró para ver a sus acompañantes, pero ninguno de ellos parecía querer entrar al interior.

De pronto se escuchó un ruido en el interior y un ave salió de dentro, provocando un gran susto en los vecinos que por instinto se agacharon. Una vez pasado el susto, el más joven entro al interior, dentro la escasa iluminación de las velas y alguna antorcha que había por la pared, apenas dejaba ver nada.

La chica más joven del grupo, que apenas rozaba los quince años, continuo caminando a ciegas y bajo el silencio del resto del grupo, estos se habían detenido en la nave central de la Iglesia. La chica se llamaba Anaïs, era alta, delgada y valiente. Ella continuo caminando hasta que sus pies chocaron con algo.

- He encontrado algo, traed una vela - grito.

El chico más joven fue corriendo a por unas velas situadas en uno de los altares y se acercó corriendo donde estaba la joven. Ambos se miraron atentamente. El joven le dio las velas.

La vio tan guapa, con un color de ojos de color miel que estaban siendo iluminados por el fuego de las velas. Hasta que de pronto las fracciones y la belleza de su cara cambiaron y empezó a palidecer.

El chico miró hacia donde estaba mirando la chica y lo vio allí. Un sacerdote joven, muerto y sin ojos. El cuerpo se encontraba encima de un gran charco de sangre.

No pudo evitar las arcadas de la escena y sin darle tiempo a huir del lugar, se giró y vomito. El ruido provocó que el resto del grupo se acercase. Algunos de ellos chillaron de horror y otros se taparon la boca. El unico que parecia impasible ante aquella escena era el hombre anciano. La escena era dantesca y muy desagradable.

- Hay que avisar a los bailíos- dijo uno de ellos a la vez que sentía unas arcadas.

- No, mejor al inspector - dijo el hombre más anciano.

 Todos le miraron, sabían a que Inspector se estaban refiriendo, y también sabían la fama que tenía

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Todos le miraron, sabían a que Inspector se estaban refiriendo, y también sabían la fama que tenía. A la gran mayoría, aquel hombre no les caía bien, pero tenían que reconocer que en su oficia era, sino el mejor, uno de los mejores.

Los dos más jóvenes parecían ser los únicos que no lo conocían. Ambos intercambiaron sus miradas. Pero el resto del grupo lo tenía claro, así que nadie puso resistencia, si alguien podía resolver aquello era el Detective William Neyvi.

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