Capitulo 9| Misericordia

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El cielo se teñía de blanco y negro, delante mío estaba ella, flanqueada y resguardada por ese hombre... No, por ese bastardo al que ella llamaba guardián. Me miraba con odio sabiendo que había parido y dejado crecer una amenazaba bajo su techo. Yo estaba en una una silla, encadenado cerca de la orilla del acantilado que desembocaba al mar. Mi propio poder me había abandonado así como la valentía y el honor.

—Debí matarte cuando aún tenía la oportunidad —me dijo con recelo, entrecerrando sus ojos mientras levantaba el arma en su mano. Sus ojos entre verdes y grises al rojo vivo.

Me apunto a la cabeza, nada más que un borbotón de pensamientos mientras de mis labios salía esa palabra temblorosa:

—¿Mamá...?

Apretó el gatillo y caí en el agua.

Mi mejilla descansaba en una roca. Todo el cuerpo me dolía mientras comenzaba a abrir los ojos. La respiración errática y entrecortada. Varado en una roca salida del rio, me aferre a ella, mis uñas se rompieron mientras intentaba llamar a cualquier cosa que se agitara debajo de mi piel bajo el manto de la oscuridad.

—Mierda...

Estaba hondo, tal vez unos tres metros de profundidad. El agua turbia por las piedrecitas que flotaban antes de varar en el fondo. Tendría que nadar hacía la orilla. El cuerpo me temblaba, helado, y los labios entumecidos cuando intenté llegar chapoteando con mucho esfuerzo, una vez en la orilla me dejé caer, trastabillando para salir, escurriendo de agua. Después, todo llegó como una ola de agobio. Lo que había pasado en el bosque, quienes me habían visto y sobre todo, quien me estaba buscando. Quackity. No volvería, no, jamás regresaría a la prisión, no dejaría que me volvieran a tocar sin sufrir las consecuencias. Apreté los manos en en el suelo, quitándome la máscara para limpiarla de la tierra que se había colado en el interior y respirar, respirar.

Ahora la corriente era tranquila pero continua, probablemente me deslice rio abajo hasta internarme en las entrañas de la montaña. Apenas tenía visión clara. Un escalofrío me recorrió cuando en el destello verde anormal de mis ojos parpadeo como una estrella en la oscuridad en el agua. «Fuego...». Deje aún lado la máscara, cerca de la orilla y busque algún pedazo de madera o tronco que estuviera lo suficientemente seco como para encender una antorcha. Palpe el suelo, intentando concentrar mi atención en cualquier silueta extraña. Ahí, en medio de las rocas, una rama grande, a unos veinte metros lejos de la orilla. Mi tobillo se torció cuando salté unos pedruscos y trocé la rama. Reprimí la sensación de victoria mientras tomaba dos rocas y algo de maleza seca cercana, golpeándolas entre sí hasta que salió una chispa disparada, encendiendo e iluminando mi alrededor, produciendo sombras irregulares.

El rio seguía internándose más dentro, a la negrura eterna de la montaña. Respire hondo, acercándome a la orilla donde había dejado mi máscara. La sostuve con una mano y el pavor de ver mi reflejo me agito mi interior. Deje la antorcha apoyada en otra roca y pase mi pulgar por la orilla agrietada, ahora había una nueva rotura cerca de la sonrisa desvaída.
Había sido descuidado aún que... Philza.

El nombre me golpeó como un balde de agua congelada. ¿Acaso ellos estarían bien? Seguramente. Intente deshacerme de la sensación que se me arremolinaba en el pecho y preocuparme por salir de  este momento que ameritaba más esfuerzo del que estaba poniéndole. Cada vez más el cuerpo se me helaba más, tenía que apresurarme. Bueno, siempre podíamos ver lo que ocultaba esta montaña... Aún que no recordaba a donde iba a parar el rio. Con un último respiro, aún empapado y con frío me puse la máscara, ajustando las correas con fuerza, comencé a caminar con la antorcha apretada en la mano.

Helpless but dangerousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora