Capítulo 20.

15 6 1
                                    

Las reuniones continuaban para debatir el liderazgo. Aunque habían pasado un par de días desde el acontecimiento y la perdida de Balaam, pronto debía estar alguien al frente de todo.

Pero había un gran dilema; ¿quién era apto para el puesto? Balaam había escogido en su sabiduría a Ekuneil pero por el compromiso con su hija, solo que ahora no sabían qué tan dispuesta estaba ella para asumir tal compromiso.

- Él puede tomar el liderazgo, sin tener que casarse conmigo. - propuso ella y todos empezaron a murmurar. - En estos momentos es más importante la comunidad que mi unión con él.

- Sabes que eso no sucede así, Huaáneri. Todo debe llevarse de acuerdo a los protocolos establecidos.

- ¿Cree que me quiero casar bajo la muerte de mi padre? - renegó ella.

Kalik al ver la retinencia de ella, entendía que no lo amaba y por lo tanto, no quería unirse así por presión. Lo menos que podía hacer para redimirse un poco, era intentar quitarle ese peso de encima. Entonces tomó una respiración profunda y decidida.

Las miradas se dirigieron hacia Ekuneil, quien se levantó con determinación.

- Estoy dispuesto a asumir el liderazgo de la comunidad, si así lo desean. - anunció, su voz resonando con fuerza a pesar del dolor que aún lo afligía. - Por ahora, eso es lo más importante y debemos ir paso a paso. Luego, si la situación es favorable, podemos hacer la respectiva unión. Balaam tenía en mente la celebración para invitar a los demás líderes y así reforzar las alianzas pero con lo que pasó en Naribiu, creo que es algo difícil. Esto es para darle tiempo a todo.

Las discusiones se prolongaron durante horas, cada miembro de la aldea expresando sus opiniones y preocupaciones sobre el futuro. Huaáneri permaneció en silencio, su mente llena de dudas y temores sobre lo que vendría después.

Finalmente, una decisión fue tomada: Ekuneil sería el nuevo líder de la comunidad Koyala. Las palabras de aceptación y apoyo llenaron el aire, mezcladas con el eco lejano del lamento por la pérdida de Balaam.

Huaáneri miró a Ekuneil con una mezcla de agradecimiento y dolor, sabiendo que el camino que tenían por delante estaría lleno de desafíos y sacrificios. Pero en ese momento, solo podía aferrarse a la esperanza de que, todo estaría bien y Koyala volvería a ser la misma de siempre.

Después de que la última persona abandonara la sala de reuniones, Ekuneil se acercó a Huaáneri, que aún se encontraba absorta en sus pensamientos, mirando el atardecer por la ventana.

— Huaáneri, ¿puedo hablar contigo un momento? - preguntó suavemente Ekuneil, asegurándose de no sobresaltarla.

Ella asintió sin decir una palabra, y juntos se dirigieron a un rincón más privado de la habitación. Ekuneil tomó una silla y la acercó para ella, gesto que Huaáneri agradeció con un leve movimiento de cabeza.

— Sé que estos no son los momentos más fáciles para ti, y quiero que sepas cuánto valoro la fortaleza que has mostrado hoy - comenzó Ekuneil, su voz era tranquila, pero cargada de una sinceridad palpable.

Huaáneri lo miró a los ojos, encontrando en ellos una mezcla de preocupación y respeto. — Gracias, Ekuneil. Realmente aprecio que estés dispuesto a tomar el liderazgo sin presionarme con el matrimonio. Sabes, no es fácil...

— Lo sé - interrumpió él suavemente. - Sé que no me amas, Huaáneri, y no quiero que sientas que debes sacrificarte de esa manera, no por mí, ni siquiera por la comunidad.

Ella bajó la mirada, luchando con las emociones que le provocaba su honestidad.

— No sé cómo agradecerte, Ekuneil. Tener que casarme sin amor... me asusta pensar en vivir así. Tienes razón, no es justo para ninguno de los dos.

Ekuneil tomó su mano en un gesto de apoyo, su tacto era cálido y reconfortante.

— Mi prioridad es la estabilidad y el bienestar de Koyala, pero también lo es tu felicidad, Huaáneri. No te pediré nada que no puedas dar con todo tu corazón. Por ahora, enfóquemonos en lo que podemos hacer para fortalecer nuestra comunidad. Y con el tiempo, encontraremos una solución que nos permita a ambos vivir de manera auténtica y verdadera.

Huaáneri asintió, sintiendo cómo una pesada carga comenzaba a aligerarse de sus hombros.

— Eso suena más que justo, Ekuneil. Gracias por entender y por estar dispuesto a esperar. De verdad, no sé qué haríamos sin ti en estos momentos.

— Y yo no sé qué haría sin tu valentía y tu claridad - respondió él, esbozando una sonrisa triste pero sincera. - Trabajaremos juntos, y paso a paso, saldremos de esta.

Ambos permanecieron sentados en silencio durante unos momentos, compartiendo el peso de las decisiones tomadas y las que quedaban por venir.

Después de unos minutos de cómodo silencio, Huaáneri rompió el mutismo con una risa suave, aunque algo nerviosa. Miró a Ekuneil, quien le devolvió la mirada con curiosidad.

—Sabes, Ekuneil, llegué a pensar que eras alguien cruel y burlón. Parecías un alcón sobre mi cabeza todo el tiempo, vigilando cada movimiento que hacía. Llegué a detestarte un poco por eso.

Ekuneil asintió, una sonrisa torcida adornando sus labios, como si recordara esos días con una mezcla de remordimiento y justificación.

—Es que hay algo en ti que aún no sé y en un principio quería asegurarme de mi lugar en la comunidad. No podía correr riesgos y hay muchas cosas que tú desconoces —confesó, la gravedad de sus palabras tiñendo el aire de seriedad. Huaáneri entrecerró los ojos, la curiosidad pintada en su rostro.

—¿Cómo cuáles? Siempre he pensado que lo sabía todo, Ekuneil. Sin embargo, nadie parece querer decirme nada.

—Es por tu bien, ya no hay nada de qué preocuparse —respondió él, su voz baja, casi un susurro, como si temiera que las paredes pudieran oírlos.

La afirmación de Ekuneil dejó a Huaáneri más inquieta, su mente girando alrededor de secretos no dichos.

—Mi padre, ¿qué más hizo que yo no sepa? —preguntó con voz temblorosa, no segura de querer escuchar la respuesta. Ekuneil miró hacia la ventana, el crepúsculo pintando sombras en su rostro. Después de un momento, se volvió hacia ella con una expresión solemne.

—Hay cosas que incluso en su ausencia deben permanecer en la sombra, al menos por ahora. La verdad tiene su momento y no todo está listo para ser revelado.

Huaáneri se quedó mirándolo, un nudo de ansiedad creciendo en su estómago. A pesar de las revelaciones y el apoyo de Ekuneil, se sentía como si un velo oscuro aún cubriera parte de su vida y la historia de su comunidad.

—Prométeme que cuando llegue el momento, seré la primera en saberlo —dijo finalmente, su voz firme pese al miedo que comenzaba a tomar forma en su corazón.

—Te lo prometo, Huaáneri —dijo Ekuneil, extendiendo su mano hacia ella, un gesto de pacto y confianza.

Con un apretón de manos sellaron el acuerdo, bajo la atenta mirada de las primeras estrellas que empezaban a titilar en el cielo nocturno. Mientras Huaáneri se alejaba de la sala, el peso de los secretos no revelados la hacía sentir más sola que nunca, pero al mismo tiempo, sabía que algo grande se avecinaba, y debía estar preparada para enfrentarlo.

Pero al menos se sentía un poco tranquila por el hecho de saber que contaba con Ekuneil de cierta forma. Pensó que él sería la piedra de su zapato pero no, sin ella saber todo lo que estaba detrás de ese gesto de querer velar por Koyala.

Mientras que él, se sentía culpable por mentirle a una persona tan inocente como ella. Al principio quiera incluso dañarla, para hacer pagar a Balaam por las pérdidas que él ocasionó pero luego, cambió de parecer. El verdadero culpable ya no existía, así que no había caso de continuar con su venganza aunque hubiera querido que Balaam viera en primera plana lo mismo que él vio cuando su comunidad fue atacada sin compasión.

Ahora sentía que debía protegerla, pero no sabía de qué. No la amaba tampoco, pero se lo debía. Él le debía su protección.

Hijo de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora