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Chiara llevaba más de media hora haciendo cola virtual para conseguir entradas para el concierto más importante de la corta vida de su hermano.

Jay, a sus seis años, era un niño revoltoso e inquieto, que ante todo, si supiera lo que significaba definirse a sí mismo, se definiría como fan.

Y no fan en general, Jay era un fiel seguidor, más bien un obsesionado, de Violetta. La chica, que protagonizaba la serie más exitosa entre los niños y preadolescentes, era ídolo y amor platónico del crío desde que tenía uso de razón.

Jay no se perdía nunca un capítulo de la serie. Incluso los veía repetidos y se sabía los diálogos. Como toda serie infanto-juvenil, esta venía con su correspondiente banda de música donde la actriz protagonista era la cantante principal.

Por tanto, la serie contaba con canciones que, de tanto poner en el Spotify de Chiara, se habían convertido en su artista más escuchada en el Wrapped del pasado año.

Y es que Chiara, que también había sido niña y frikifan, no podía negarle nada a su hermano. Por la enorme diferencia de edad que les separaba, el pequeño era su completa debilidad. Su persona favorita en el mundo. Y ella siempre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para hacerle feliz.

Jay daba saltitos, nervioso, esperando que su hermana le confirmara que finalmente había conseguido entradas para el concierto en Barcelona.

- I got them, Jay! - anunció Chiara un rato después-. Tú y yo, nos vamos a ver a tu Violettita en primera fila.

- You are the best, Kiki! I love you.

El niño la abrazó agradecido hasta casi ahogarla. Chiara se lo quitó de encima con cosquillas.

Ambos instalaron un calendario pintado en un papel en la pared de su cuarto, donde Jay era el encargado de tachar día tras día hasta que la fecha se fuera acercando.

Precisamente una semana antes del esperado concierto, Chiara se decidió a darle la sopresa mayor, que se había guardado hasta ese momento para controlar los nervios del niño.

Jay, de normal, se pasaba los días hablando sobre lo guapa que era Violetta, lo bien que cantaba, y lo mucho que él quería estar con ella para siempre. Por eso, su mayor sueño era conocerla en persona y que su fantasía pudiera hacerse realidad.

- Jay, tengo una sorpresa para ti - anunció, haciéndose la interesante Chiara-. Si quieres saber qué es, tienes que acabar los deberes antes de la hora de cenar.

Jay no era precisamente el niño con más facilidad para concentrarse y hacer deberes del mundo. Chiara, quien siempre le ayudaba en sus tareas, tenía que esforzarse mucho para que su hermano encontrara motivación y paciencia suficientes.

Pasar unas horas frente al cuaderno era la peor pesadilla de Jay. Por eso su hermana había intentado incentivar su esfuerzo con esa tentadora oferta.

Finalmente, Jay no pudo acabar sus deberes antes de la hora de cenar, pero Chiara no pudo aguantarse la sorpresa. Y le acabó premiando igualmente por el esfuerzo.

- ¿A ti te gustaría conocer a Violetta? - preguntó, enfatizando la doble t del nombre artístico, que siempre le había parecido un detalle curioso.

- ¡Claro, Kiki! - confirmó su hermano, con entusiasmo-. ¡Y la veremos en siete días!

- Sí, la veremos cantar en el concierto. ¿Pero a ti te gustaría poder verla de cerca, abrazarla y hacerte una foto con ella? - ofreció de nuevo, dando más información.

- That would be... - gesticuló exageradamente, sin poder expresar con palabras lo que suponía para él-. Sería más increíble que lo más increíble del mundo.

- ¿Y que me das si te digo que te he conseguido un Meet & Greet con Violetta en el concierto de Barcelona?

- ¡Un millón de besos y te hago la cama un mes! - alzó las manos, con una sonrisa enorme en la cara.

- Me quedo con el millón de besos, Jay, que la cama la haces fatal - contestó Chiara, señalándose la mejilla para que empezara con la lluvia de amor.

Los últimos seis días de espera, Chiara y Jay los dedicaron a hacer una pancarta más grande que el niño. Entre los dos, pero más bien Chiara, recortaron fotos, pegaron dibujos y letras y rociaron con purpurina una cartulina rosa que esperaban que la artista pudiera admirar durante su encuentro. El mensaje en ella era de extrema importancia para Jay.

El día del concierto, Jay estaba como loco. Llevaba un buen rato probándose outfits frente al espejo. Finalmente, con la inestimable ayuda de su hermana, se decantó por un pantalón vaquero y una chaqueta a conjunto, bajo la cual escondía su sudadera amarilla favorita.

- Kiki, me peinas como un cool guy, please? - pidió de manera adorable, subiendose el pelo para arriba para intentar formar una cresta.

- Do you want to look handsome for your Violet? - se rio Chiara, alzando las cejas.

- Se llama Violetta - corrigió Jay, también enfatizando la doble t-. And I don't think she speaks English.

- Well, you can be her teacher, then - sugirió, llevándole al baño para hacerle su peinado estrella. Estaba monísimo.

Su hermano sonrió ilusionado al verse tan guapo y sentirse mayor. Chiara se sintió un poco mal por darle alas a la imaginación ilimitada del niño, que estaba segura que ya habría fantaseado con todos los detalles de su encuentro con Violetta.

Llegaron al recinto del concierto con mucho tiempo de antelación y Jay se pasó todo el rato cantando, mientras merendaba un sandwich de nocilla y un zumito.

El niño estaba nervioso, pero su hermana lo estaba incluso más, solo de verle tan contento. Al ver su felicidad, casi no le molestaba tener que estar tanto rato sosteniendo la pancarta que Jay se encargaba de proteger de cualquier roce y ni siquiera dejaba que Chiara apoyara en el suelo para que no se manchara.

Un poco antes del Meet & Greet, todos los asistentes que tenían esa entrada tuvieron que pasar a una parte del backstage a firmar papeleo de derechos de imagen, ya que ese concierto y todo lo relacionado, iba a ser incluido en un documental.

Chiara se tomó unos minutos para revisar los documentos con atención, para después incluir tanto sus datos como los de su hermano. Entregó los papeles y desvió la mirada de la mesa, buscando a Jay, que se suponía que estaba esperando tranquilamente a su lado.

Pero al enfocar la mirada, no le encontró en su campo de visión.

Chiara dio la vuelta sobre sí misma y escaneó toda la sala, pero tampoco logró hallar a su hermano. Enseguida, sintió una presión en el pecho y se agobió.

- ¿Jay? - preguntó en voz alta, sin recibir respuesta, pues claramente ya no se encontraba allí.

Chiara se apresuró a preguntar a los presentes que, con los nervios, no se habían fijado en su hermano.

La chica supo entonces que solo había dos opciones: o había salido por la puerta que había abierta a sus espaldas, por donde habían entrado, o en cambio se había ido por un pasillo coronado por un cartel enorme que rezaba "No pasar. Solo personal autorizado".

No tuvo que pensar mucho para saber que Jay se había metido en un lío.

Starstruck | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora