LV: Oscuridad

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Al día siguiente, los preparativos comenzaron muy temprano en la casona. Todo el mundo iba y venía arreglando cada rincón, acomodando todas las habitaciones. Esa noche era la noche de henna de Samira y la vigilia de Zeth y nadie hablaba de otra cosa. Todo el mundo estaba muy emocionado.

-En la antigüedad las bodas de los ancestros de los Kelubariz duraban 8 días y la celebración se hacía en el oasis de la familia de la novia. El novio debía acampar en las afueras con sus camaradas quienes lo vestían con sus ropas más elegantes, y su espada más preciada para presentarlo frente a la novia...- Decía Califa mientras revolvía una olla en la cocina.

-Eso haremos con mi tío Zeth... ¿Debo darle el broche cuando llegue a la casona Califa? - Preguntaba Fatma que doblaba cuidadosamente unas servilletas, tarea que le habían encomendado después que insistiera hasta el cansancio en ayudar.

-Si, justo cuando los hijos del desierto y tu padre lo traigan hasta las puertas del jardín. – le dijo la anciana.

-La casona será como la casa de los Eldir solo por mañana ...- Dijo la pequeña.

-Algo así. – Le contestó Maissa acariciando su cabecita.

-Los nómades todavía usan eso de llevar a los novios a una tienda privada para que convivan al día siguiente, luego de intercambiar las dotes...- Comentó Rania.

-Eso ya no se estila en los oasis hace mucho tiempo. Además, Zeth y Samira no necesitan una tienda, pues vivirán en la casona como todos los Kelubariz. – dijo Dalilah.

-Solo hay que mantener a raya al viejo Selim y no darle ideas anticuadas... Al parecer el gran Erdogan no va a poder asistir. – Dijo Anisa.

-No te preocupes Anisa, Mohamed se encargará de mantenerlo entretenido, así no se entrometa con nuestros hijos. – Le dijo Latifa.

- ¡Ya regresaron! - Gritó la pequeña Fatma al ver a su padre entrar por la puerta que daba a los establos, con sus hermanos Jalil y Malek. – ¿Porqué se fueron tan temprano papi? – Preguntó corriendo a sus brazos.

-¡Agg! Cada vez estas más grande mi pequeño sol...- Dijo Zahid al levantarla.

-Tío Zeth no se queja tanto... - Observó la pequeña divertida causando la risa de todos en la cocina.

-Jajaja Ahora me ha superado, pero no siempre fue así. Antes yo era más fuerte que tu tío. – dijo Zahid.

-Eso cuando Zeth era aun un niño amor. – Dijo Amira riéndose de su marido y provocando nuevamente la risa de todos.

- ¿Pero no me dijiste porqué no podía ir yo con ustedes? - insistió la pequeña.

-Porque fuimos a llevar una ofrenda al Abuelo Zihad y todos nuestros ancestros, así bendigan al tío Zeth. Es un ritual que solo hacen los hombres de la familia. -

Pronto la cocina se llenó de barullo y conversaciones a la vez entre todos. Y Samira aprovechando la distracción de todos se escabullo hasta el patio.

Estaba nerviosa y no sabía muy bien que hacia, pero anhelaba mucho ver a Zeth, ya que tampoco lo había visto la noche anterior ni en aquella mañana. Sentía su corazón queriendo salir de su pecho, cuando vio a lo lejos la silueta de Zeth en los establos, desensillando los caballos. A sus ojos se veía tan tractivo, con su camisa clara arremangada y un turbante algo desarreglado que dejaba escapar algunos mechones de su salvaje cabello. Su barba había crecido un poco aquellos días, pero aún así, vestido casual y algo desarreglado se veía muy imponente. Con un impulso inconsciente estaba dispuesta a acercarse a él, pero se detuvo cuando se dio cuenta que el pequeño Zihad y Murat estaban con el y le preguntaban algo. Zeth les indicaba qué hacer con su voz resonante pero amable. Parecía ajeno a todo a su alrededor, imperturbable.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora