Tercera vez

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"¿Qué quieres que haga qué?"

"Quiero que me enseñes a besar."

En realidad, Juanjo le había escuchado perfectamente la primera vez, pero le pilló tan por sorpresa que necesitó cerciorarse de que no se lo había imaginado.

"Martin..." Empezó a decir, aunque no estaba seguro de cómo responder a lo que le acaba de pedir su mejor amigo.

Por suerte, este le interrumpió antes de que pudiese continuar. "No, escúchame: sé que es raro, pero no se me ocurre mejor persona a quien pedírselo que a ti."

¿Qué si era raro? Claro que era raro. No todos los días su mejor amigo de la infancia le pedía que le enseñase a liarse. Pero la cosa no terminaba ahí: no todos los días su mejor amigo, del que estaba profundamente enamorado, le pedía que le enseñase a liarse... para luego poder liarse con otro.

No es lo que Juanjo definiría como normal, precisamente.

"¿Por qué soy yo la mejor opción?" Preguntó, genuinamente interesado por saber la respuesta.

El vasco, sentado frente a él en la cama del mayor, se arrimó un poco más a él. "Porque tienes experiencia, además..." Se detuvo durante unos instantes, pensando si atreverse a decir lo que estaba pensando.

"Además, sé que no me vas a juzgar y que no te vas a reír de mi... No hay persona con las que me sienta más seguro que contigo." Dijo finalmente, mirando a Juanjo a los ojos con una intensidad que obligó al mayor a desviar la mirada.

Sintió su cara arder y tuvo la esperanza de que el sonrojo de sus mejillas no fuese tan notable. No podía decirle esas cosas sin esperar que se derritiera en el sitio, no era justo.

No era justo que el vasco no supiese el efecto que tenía en él.

Se pasó la mano por el pelo, intentando asimilar lo que había pasado en los últimos diez minutos.

"Entonces, a ver si me entero: me estás diciendo que te quieres liar con el Hugo ese, pero te da vergüenza." Empezó a recapitular. "Así que, para no hacer el ridículo quieres que yo te enseñe a besar."

Martin asintió. "Exactamente eso."

Juanjo suspiró, no podía creerse que estuviese planteándose aceptar.

Claro que tenía experiencia besando, al fin y al cabo, en sus dieciocho años de vida había tenido algún encuentro esporádico que no había llegado a nada, pero de ahí a enseñarle a Martin como hacerlo era una cosa totalmente diferente. No sabía si podía darle lo que buscaba.

También, no es que Juanjo no se muriese por besar al vasco —soñaba con ello cada día— pero, ¿no sería eso aprovecharse del menor? No lo haría con mala intención, obviamente, pero a fin de cuentas tenía sus motivos ocultos para besarle.

El maño quería agarrarse de los pelos, no sabía muy bien cómo reaccionar ante la situación.

Redirigió su mirada hacia su mejor amigo, que lo miraba expectante, ajeno al desmadre que estaba ocurriendo en ese momento en su cabeza. Se quedó mirando esa cara unos segundos, sopesando qué es lo que debería hacer.

Tal vez le estaba dando demasiadas vueltas. Tal vez solo era él quien lo estaba sobre pensando. Si Martin se lo había pedido con toda la confianza no debía ser para tanto, ¿verdad? Fue lo último que le faltó para convencerse a su mismo de hacerlo.

"Vale." Habló tras lo que habían parecido siglos de silencio.

La sonrisa del menor no tardó en hacer acto de presencia, iluminando todo su rostro. "¡Bien!" Celebró con una palmada.

Lo fácil que es quererte (y lo difícil que es decírtelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora