🍼┊𝗢𝟯 ; 𝗡𝗢 𝗟𝗘 𝗖𝗢𝗡𝗙𝗜𝗘𝗦𝗘𝗦 𝗟𝗔 𝗩𝗘𝗥𝗗𝗔𝗗┊🍼

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Era difícil.

¿Cómo no negarlo?

Se sentía agobiado, cansado, tenso. No importaba si estuviese durmiendo, trabajando, bebiendo alcohol; siempre terminaba en el mismo lugar: Pensando en Alastor.

Y es que le era inevitable.

Durante las noches le costaba conciliar el sueño, removiéndose de aquí para allá entre las mantas y con un dolor de cabeza horripilante por no haber dormido absolutamente nada. Carajo ¡Claro que quería dejar de pensar en él! Quería ignorarlo, hacer que su existencia no afectaba sus sentidos y sentimientos más de lo que quisiera admitir.

Porque desde esa mañana en la habitación de Alastor, no ha podido sacarse de la cabeza lo que pasó.

Cuando menos se daba cuenta, revivía añorante la dulce sensación de los labios del ciervo contra los suyos, la manera tan delicada en la que sus dedos esbeltos se enredaban con el pelaje de su nuca o escuchar esa voz sin filtro de radio suplicarle que nunca lo abandonara.

Más allá de lo carnal, verdaderamente se sintió cálido y extasiado por parecer indispensable en la vida del Overlord.

Su Alfa interno se llenaba de orgullo cada vez que por su mente vagaba el recuerdo borroso de la mirada dócil del Omega de ciervo o su exquisito aroma.

Todavía le costaba asimilar que no hace mucho podría haber pasado fácilmente por un Beta cualquiera, o un Alfa defectuoso y ahora, su instinto se descontrolaba cada vez que percibía su presencia cerca de donde estaba.

Siempre caminando con normalidad y esa sonrisa tatuada en el rostro, fingiendo tranquilidad. Riendo, charlando, ayudando a la princesa o discutiendo de manera pasiva-agresiva con la novia de esta o incluso, con el mismísimo rey del Infierno.

Ignorándolo.

¿Por qué pensaba en eso? Había aceptado tomarlo si nada de lo ocurrido dentro de las cuatro paredes se supiera y fingir que nada había pasado.

Pero era difícil.

Complicado, y cada día que pasaba se martillaba la cabeza pensando en las miles de maneras en las que poder quitarse ese sentir del pecho.

Le aterraba de sobremanera que incluso su corazón, ese que creía frío e impenetrable; estuviese latiendo acelerado por ese testarudo pelirrojo.

—Maldición, Alastor... —susurró para sí mismo y con una mano en el pecho; los bombeos de su muerto corazón le robaban un poco el aliento y la cordura—. ¿Qué fue lo que me hiciste ahora?

A la lejanía podía verlo charlar animadamente con la princesa, sugiriéndole varias cosas que deberían implementar para el hotel, antes de que Lucifer lo interrumpiera y sugiriera otra cosa.

HOW NOT TO BE PARENTS【 𝗛𝘂𝘀𝗸𝗲𝗿𝗥𝗮𝗱𝗶𝗼 】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora