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𝙰𝚛𝚝𝚞𝚛𝚘

Había tierra bajo mis pies, no siento que lleve mucha ropa, hace frio, me siento desprotegido y aturdido, creo que hay algo en mis oídos, es un zumbido con una voz en mi cabeza que hace preguntas y preguntas a las que no tengo respuestas, "¿Por qué me siento así?" pregunto mi voz "¿Qué es esta sensación?" "Duele, pero me gusta, me libera"

- ¿Arturo? ¡Idiota!, ¿Dónde estás?

- Aquí estoy imbécil – murmure - deja de gritar, me duele la cabeza, cállate – iba a explotarme

- Ya estás bien, ¿Por qué saliste corriendo? - sonaba muy agitado de tanto correr

- No podía estar más tiempo en la casa, me empecé a sentir de una manera tan extraña... - se quedó callado, parecía un poco impactado, siento que me quemo, que mi piel arde, duele, que bien duele - Ey, ¿qué pasa...?- cuando alce la mano para chocarle el hombro a mi hermano pude ver algo que no era normal, pelo, mucho pelo y garras, grandes garras

No recuerdo mucho después de eso, solo mucho calor.

Desperté en algún momento de la noche, estaba en mi habitación que solo era iluminada por la luna que brillaba fuera de mi ventana, quise levantarme de la cama, pero mi vista no se enfocaba en nada, solo había manchas de colores, puse mis pies en el piso y golpe una botella de agua que olvidaba que estaba ahí. La luz se encendió y después de ver blanco puede observar a mi hermano.

- ¿Qué te paso? - pregunté al ver su ropa llena de tierra y con rasguñaduras, el alzó una ceja con una cara que reflejaba cansancio

- No me sorprende que no recuerde nada - dijo pasando a mi cuarto y buscando algo en mi armario patentado la botella que estaba en su camino – pase por lo mismo, pero nunca revolqué por la tierra a mi hermano queriéndomelo comer

- ¿Qué? – pregunte confundido, mi cerebro no recopilaba ni procesaba información en estos momentos

- En términos simples – tomo una de mis camisas más viejas – Ya no eres un niño Arturo, tienes tus responsabilidades, tu espíritu animal despertó

Asentí con mi cabeza con lentitud mientras veía como mi hermano robaba mi ropa, en algún momento mis neuronas debían unirse y hacerme entender esta situación, se estaban tomando realmente su tiempo.

- Quita esa cara de idiota y ayúdame a limpiar la sala – dijo mi hermano yendo a mi baño a cambiarse con la ropa robada

- ¿La sala? –

- Ve a ver el desastre que dejaste –

Salí de mi habitación y de camino a la sala se veía un camino de tierra con lodo, en la sala había aún más, había marcas de garras y pisadas enormes junto con hojas y ramas, parecía que un oso pasó por casa para examinar el lugar y tomar la comida que quiera.

- ¿Yo lo hice? -

- Pues yo no lo hice -

- ¿Qué demonios pasó hermano? -

- Lo que pasa cuando cumples 18 - dijo trayéndome la escoba y el recogedor - te quise traer de regreso a casa cuando te calmaste, pero como puedes apreciar no estabas tan calmado

- ¿Crees que me castiguen? -

- Na, el abuelo te dará una plática extraña y te mandaran a clases de meditación como a mí -

- Prefiero no salir de casa -

- Pará ti eso no es un castigo - dio un pequeño golpe en mi espalda - apúrate, mañana tienes clases y tendrás que recoger todo esto

- ¿no me vas a ayudar? -

- No, diviértete esperancito - se fue riendo a su cuero dejándome solo con el gran desastre que era la sala

Tardaría mucho en acabar, era más barato tirarme al pasto y quedarme ahí hasta desintegrarme, pero eso no era una opción, suspiré unos momentos antes de empezar a limpiar.

En Lo Profundo Del Bosque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora