•2•

1.3K 74 7
                                    

𝗔𝗴𝗮𝘁𝗵𝗮 𝗦𝗶𝗹𝘃𝗲𝗿

El sonido de las gaviotas se mezclaba con el de las olas del mar en la terraza de mi abuelo. Ambos esperábamos a que trajeran el desayuno. 

—¿Qué ves?—le pregunté al notar que el audio proveniente de su tablet.

—Las noticias—respondió.

Asentí a la vez que llegaba uno de los camareros.

—¿Va a venir la señora Cheyenne?—cuestionó—. Prepararé otro plato.

—No, no. Hoy no—respondió el abuelo.

—Muy bien—dijo el camarero dejando los platos frente a nosotros—. Para desayunar he preparado una cosa especial.

Sonreí ante la buena pinta.

El camarero sacó un soplete y trató de encenderlo frente a mi brazo durante varias veces hasta que consiguió prender, después hizo lo mismo con el de mi abuelo.

Fruncí el ceño al ver a mi abuelo en trance.

—Abuelo—lo llamé—... Abuelo.

Me miró.

—¿Qué—dijo—. Perdonad. Creo que me saltaré el desayuno hoy.

—¿Quiere que llame a un médico?—cuestionó el camarero.

—No, no. Iré a dar una vuelta con el coche a ver si me despejo—respondió levantándose.

Fruncí el ceño mientras observaba cómo se iba.

[...]

Mi abuelo me convenció de ir a Cobra Kai por lo que me encontraba en el despacho del lugar.

—Normalmente, sueles tener una prueba para entrar—me explicó John—. Pero tú abuelo me habló de tus habilidades en el kárate y me fio. 

—Puedo hacer la prueba—aseguré.

John soltó una pequeña risa.

—No hará falta. Por ahora, puedes ir a los vestuarios a cambiarte. Están por allí.

Asentí antes de ir.

Una vez ahí, me puse el gi blanco para entrenar. Estaba un poco nerviosa ya que tendría que presentarme ante mucho gente, mejor dicho, adolescentes y yo no estaba acostumbrada.

Nunca había ido a un colegio o instituto, siempre había hecho clases en línea. La casa de mi abuelo quedaba en la zona de la costa, la cual era más vacacional, y no había nada relacionado con la educación.

Apenas había tenido unos cuantos amigos en toda mi vida y tampoco es que fuesen muy cercanos, como ya he mencionado, la zona donde vivía era vacacional así que solía verlos en verano, si daba la ocasión.

El resto del año apenas hacía cosas: daba un paseo por la playa, iba de compras con Cheyenne, mi abuelo me enseñaba kárate, los chefs me ayudaban a hacer postres, tocaba el piano...

Yo estaba bien así hasta que la ansiedad se apoderaba de mí y no podía dejarme feliz con eso. Tenía miedo a estarme perdiendo cosas, la mayoría de la gente de mi edad había dado su primer beso e incluso, algunos, habían perdido la virginidad. Sin embargo, yo ni me había abrazado con un hombre–que no fuera de mi familia, claro–.

Después de todo eso, podréis haber deducido que el ser sociable no se me daba muy bien. No es que no quisiera serlo, sino que no sabía cómo. No sabía cómo todo el mundo tenía tanta facilidad para estar hablando de cualquier cosa. ¿Cómo eran capaces de sacar un tema de conversación que realmente interesaba?

𝗦𝗶𝗹𝘃𝗲𝗿'𝘀 𝗽𝗮𝘄𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora