Capítulo 30: A salvo...

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Una diminuta manita apretaba con ternura el dedo de su mamá, mientras la otra se resguardaba en un pequeño guante de tela. Jin estaba siendo amamantada por Dan, mientras que Jia se había quedado dormida en el otro pecho. Bajo los gorritos blancos con orejas de gato, se asomaban mechones de cabello castaño oscuro, sus cachetes regordetes eran idénticos.

Jia hacía tiernas muecas mientras dormía, y los ojos grises de Jin se posaban en la blanca piel de su madre mientras se alimentaba. Jaekyung se acercó a la cama y, siguiendo las indicaciones del pediatra, tomó a la pequeña Jia para ayudarla a sacar los gases. Con delicadeza, la colocó sobre su pecho y comenzó a darle suaves palmaditas.

- ¿Crees que eructará? -preguntó Jaekyung a Dan con una mezcla de preocupación y esperanza, siendo esta la segunda vez que lo intentaba, sin éxito inmediato.

- Hay que tener paciencia -respondió Dan con una sonrisa tranquilizadora, mientras recostaba a Jin sobre su propio pecho para ayudarla a expulsar los gases.

Jaekyung suspiró con resignación. Sabía que era difícil, pero no podía permitir que sus pequeñas sufrieran de cólicos. Habían pasado 48 horas desde la cesárea, y las gemelas estaban en perfecto estado, tan robustas que ni siquiera parecían prematuras. Cada vez que las llevaban a la sala del hospital, ambos padres disfrutaban del cálido vínculo con sus hijas.

- Por fin -suspiró Jaekyung aliviado, recostándose en un sillón junto a la cama-. No sabía que podría sentir tanto alivio por un simple eructo.

Dan soltó una risita y se acomodó en la cama, haciendo una señal para que Jaekyung le acercara a su hija. Siempre que dormían, debían estar juntas, pues separadas comenzaban a llorar. El pediatra les había asegurado que era normal en gemelos idénticos después del nacimiento, así que así lo hacían, disfrutando de cada momento en familia, unidos por un lazo indestructible.

- Holis -susurró Heena al entrar en la habitación, arrastrando dos cuneros.

- ¿Ya te las llevas? -preguntó Dan con un deje de tristeza en la voz.

- Sí, tienen que regresar a la encuvadora -respondió Heena con comprensión-. No se preocupen chicos, ya casi terminamos esta etapa, solo serán unos días más mientras observamos su comportamiento fuera del vientre.

Ambos padres suspiraron, detestaban tener que separarse de sus hijas, pero sabían que era necesario. Jaekyung colocó a las dos en los cuneros y Heena se despidió llevándose a las pequeñas. La doctora no había tenido descanso desde el día que nacieron, preocupada de que alguien pudiera manipular las muestras de sangre de Dan o las niñas. Su supervisión constante aseguraba que todo se hiciera correctamente.

Al llegar al área neonatal, dejó a las niñas junto a los demás cuneros de los bebés y salió para tomar un poco de aire fresco. Se sentó en los corredores del área y soltó un enorme suspiro. Estaba agotada, sin haber comido ni dormido bien en las últimas 48 horas, pero su única felicidad era saber que lo estaba haciendo bien.

De repente, unos crocs se detuvieron frente a ella, y al levantar la mirada reconoció al pediatra, un joven de cabello negro que se encargaba de supervisar el progreso de las niñas desde su nacimiento. Era alguien en quien confiaba plenamente, así que le sonrió al verlo.

- Y sí vamos por un café? -propuso el pediatra-. Lo necesitas, la noche es joven y parece que hoy tampoco dormirás.

Heena rodó los ojos y suspiró, agotada. Nada como un café caliente en aquel frío fin de año. Miró los cuneros antes de ponerse de pie y se prometió a sí misma: "Vuelvo ahora, pequeñas".

- Vaya, 31 de diciembre y parece que recibiremos el año nuevo en la guardia -comentó el chico mientras caminaban hacia la cafetería.

- Nah, no me sorprende. El año pasado lo pasé igual, y eso que estaba en un hospital de Busan. Me alegra al menos haber visto los fuegos artificiales desde la ventanilla del quirófano. Ese día estuvimos bastante ocupados.

Pequeñas Dosis/ Jinx Donde viven las historias. Descúbrelo ahora