El oficinista

103 0 0
                                    

"Cuidado, la curiosidad puede ser la peor perdición de una persona. Eso es lo que verá nuestro protagonista al querer estar en las pieles de una persona completamente opuesta a el".

Daniel siempre había sentido una curiosidad inexplicable por la vida de su vecino Joaquín, un oficinista de 30 años, con complexión atlética, pelo lacio rubio, ojos azul cielo y unos característicos anteojos tipo vintage negro. Joaquín era un hombre meticuloso, serio y profesional, todo lo contrario a Daniel, quien con sus 22 años era despreocupado y aventurero. Siempre lo veía por los pasillos, preparado para ir a la oficina, con ese atuendo formal: camisa celeste, patalones de vestir beige, calcetines y zapatos marrones, corbata roja y cinturón negro. Muy raramente lo veía vestido con otra cosa.
Un día, aprovechando que Joaquín no estaba en casa, Daniel decidió hacer algo que nunca había hecho antes. Daniel se dirigió al hogar de Joaquín con la intención de entrar en su residencia incluso si tiene que forzar la cerradura con un clic, solo para darse cuenta que la puerta estaba abierta. El chico se extraño un poco, Joaquín no era un hombre de cometer este tipo de errores pero decidió dejarlo de lado y entró en el apartamento. El orden y la pulcritud del lugar lo abrumaron al principio, todo el departamento era un reflejo del gusto refinado que tenía su vecino pero lo que realmente capturó su atención fue el armario del dormitorio. Dentro, colgada de un perchero, estaba la ropa cuidadosamente organizada de Joaquín, junto con otros conjuntos de la misma ropa formal de oficina de otros colores y estilos. También había ropa de abrigo, pijamas, etc.
Con una mezcla de emoción y nerviosismo, Daniel se desvistió, dejando su ropa casual en una pila en el suelo. Se acercó al armario y tocó unos boxers grises ajustados, lo que causaría que la puerta del cuarto se cierre de golpe y se oiga los mecanismos de la cerradura moverse y cerrarse, encerrando a Daniel dentro. En ese momento, la ropa, que hasta entonces estaba inerte, cobró vida.
Daniel se sobresaltaría pero sería algo terminaría llamando su atención. Cuando enfocó su vista al piso, Daniel encontró los boxers de Joaquín tendidos en el piso, con cada agujero debajo de sus pies. De manera inesperada, la prenda de vestir daría un salto y estos comenzaron a subir por sus piernas, provocándole una sensación extraña pero reconfortante a medida que la tela suave se ajustaba perfectamente a su piel. El chico lo tomaría, tratando de evitar que sigan subiendo pero siendo inútil y quedaron bien ajustados en su cintura, y Daniel se admiró en el espejo, sorprendido por lo bien que le quedaban.
Luego, la camisa celeste se deslizó del perchero, se dirigió detras del intruso y, en un momento de descuido, empezó a deslizar sus mangas por sus brazos. Mientras Daniel luchaba en vano por detener el proceso, la camisa se colocaría en sus hombros y los puños de la camisa se ajustaron al cerrarse los botones en sus muñecas. La prenda de vestir empezaría tratar de juntar los pliegues a los costados pero Daniel agarraría estos pero las mangas de la camisa lo obligaría a colocar sus manos a los costados. Los pliegues se juntarían al frente de su torso y la tela comenzó a abotonarse, empezando por los botones cerca del torso y subiendo uno por uno, cerrándose botón por botón al entrar a su respectivo ojal hasta que los pliegues del cuello se juntaron y se abotonaron, dejándole una incomodidad en el cuello que era a la vez extraña y fascinante.
De repente, el pantalón de vestir beige cobró vida y deslizó por el piso. Daniel perdió el equilibrio y cayó de trasero. La camisa lo levantó en el aire, permitiendo que el pantalón se deslizaran por sus pies con una sensación suave y firme a la vez. El pantalón abrió su botón y cremallera para deslizarse con facilidad, acomodándose, con un fuerte tirón que lo estremecería un poco, correctamente en su cintura y que los pligues inferiores de la camisa se colocaran debajo haciendo que el patalón junte sus pliegues para después abotonarse y cerrar lentamente la cremallera, dejando el pantalón perfectamente ajustado a sus piernas y cintura.
Los calcetines se desenrollaron y se deslizaron por sus pies, provocándole una sensación cálida y cómoda. Luego, los zapatos marrones se abrieron, metiéndose en sus pies y cerrándose firmemente al ajustarse las correas y amarraría los cordones hasta quedar un nudo firme, dándole una sensación de solidez y estabilidad.
La corbata se deslizó por su cuello y comenzó a amarrarse en un estilo cuatro en mano, terminando con un fuerte tirón que apretaría su cuello, dejando un nudo muy ajustado que le resultaba incómodo pero extrañamente correcto y profesional. Finalmente, el cinturón negro comenzó a subir pir las perneras del atuendo y deslizó su lengua por las presillas del pantalón hasta que dar frente a la hebillan para meterse y, con un tirón, se ajustó haciendo que suelte un quejido, permitiendo que el último agujero quede al nivel de la barilla de metal para que entre y se cierre la hebilla con un sonoro clic y un chasquido final que resonó en toda la habitación.
Daniel trataría de quitarse la ropa pero fue inútil, parecía que estaban hecha de hierro a pesar de ser tela; intentó quitarse la corbata pero el nudo no cedía, intento quitarse el cinturón pero la hebilla estaba firme, intento quitarse los zapatos pero estos estaban atados con fuerza, intento quitarse el pantalón pero el cinturón le impedía acceder al botón y la cremallera estaba atascada aunque le duró poco cuando la braqueta del pantalón cubrió este para evitar su acceso. De repente, empezarían a sentir un ardor en su cuerpo.
Sus músculos empezaron a tonificarse, su postura se enderezó y adquirió la se figura de Joaquín. Su cabello se volvió liso y vio como sus mechas negras comenzaron a volverse rubias.
Los cambios físicos continuaron cuando sus ojos marrones se volvieron de un azul cielo, pero con la transformación perdió la vista temporalmente. Sin embargo, los anteojos tipo vintage de Joaquín se colocaron por sí solos en su cabeza, restaurándole la visión con una claridad que nunca antes había experimentado.
La transformación física fue solo el comienzo. Sus pensamientos se volvieron más meticulosos, centrados en el orden y la eficiencia. La mentalidad relajada y despreocupada de Daniel se desvaneció, reemplazada por la seriedad y profesionalismo de Joaquín. Los recuerdos de la vida de Joaquín comenzaron a superponerse a los suyos, hasta que ya no pudo distinguir entre ellos.
Finalmente, la conciencia de Daniel desapareció por completo. En su lugar, Joaquín estaba de pie, perfectamente vestido y listo para un día de trabajo, preparado para enfrentar el día con la precisión y seriedad que siempre lo habían caracterizado. Joaquín salió del departamento, ajustándose los anteojos vintage negros, listo para otro día en la oficina, como si nada hubiera sucedido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Living clothes' adventuresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora