La paz es algo que todos anhelamos. O al menos es lo que yo quiero. Despertarte por la mañana y no tener pensamientos intrusivos, que hacen que tu mente sea un revoltijo de ideas hirientes. Despertarte y simplemente sentir tranquilidad. Sentir que estás yendo por el mejor camino posible. Que estás dando lo mejor de ti.
Eso es lo que sentí cuando me desperté por la mañana, con las ventanas dejando entrar unos rayos de sol, mientras se escuchaba el viento entrar a mi habitación, y el olor de alguien en las sábanas que reconocí al instante.
En ese momento, todos los recuerdos del día anterior aparecieron en mi mente como un cortometraje. Uno que guardaría en un lugar especial dentro de todos mis recuerdos, protegido por capas de acero para impedir que nunca se destruyera. Porque a veces, son esos momentos los que más te ayudan, porque te recuerdan que un día fuiste así de feliz, y que puedes volver a sentir eso, incluso más.
Y yo en ese momento tenía ganas de sentir esa felicidad, y de crear nuevos recuerdos que volver a sentir.
Giré la cabeza y vi a James durmiendo con calma a mi lado. Estaba boca arriba, pero con un brazo rodeándome la cintura, como si no pudiera dormir sin saber que estaba a su lado.
Nunca me había fijado en su cara mientras dormía, solo cuando se quedó dormido viendo la película en mi habitación, pero esta era completamente diferente. Tenía el pelo revuelto, cayendo en su frente en todas direcciones, sus ojeras que ayer estaban bastante presentes, habían desaparecido, y su boca, aunque podría pasar desapercibida, estaba curvada en una sonrisa muy sutil. ¿Qué estaría soñando?
Pero poco a poco, esa sonrisa se fue convirtiendo en una línea recta, y sus facciones antes relajadas, se contrajeron y se tensaron, al igual que los músculos de su cuerpo. Su rostro era de preocupación. Su respiración empezó a acelerarse poco a poco, hasta que apenas era regular.
― Mamá... ― Le salió como en un suspiro.
¿Estaba teniendo una pesadilla?
Una lágrima le cayó por la mejilla, y otra, y otra. No sabía qué hacer. ¿Debía despertarle? ¿Debía dejarle encerrado ahí con sus propios pensamientos hechos pesadillas?
― No... no... mamá... ― Volvió a decir de la misma manera. A la mierda. Le iba a despertar. Nadie sabe lo malo que es estar dentro de una pesadilla y querer despertar pero no poder. Le quité el brazo de mi cintura y me incorporé hasta sentarme.
― James. ― Le toqué el hombro mientras le mecía. Pero no sirvió. ― James. ― Probé en apartarle el pelo de la frente con suavidad, pero tampoco funcionó. Vi como sus manos empezaron a temblar y por instinto le cogí una. ― James. ― Dije en un tono más fuerte. ― ¡James! ― Y por fin abrió los ojos.
Se incorporó en un segundo, con la respiración agitada y con sudor en la frente. Pero no me apartó la mano en ningún momento. Se la apreté con suavidad, y su mirada se dirigió hacia ese lugar, en nuestras manos entrelazadas. Me devolvió el apretón de la misma manera y levantó la vista hacia mi. Me recorrió la cara lentamente y la volvió a bajar hacia nuestras manos.
― Yo... ― Comenzó a decir. Pero no siguió.
― ¿Hace cuánto que las tienes? ― No hacía falta especificar el qué. Él ya lo sabía.
― Desde la noche que me enteré que murieron.
― James... eso fue hace años.
― Pero hacía mucho que no me pasaba. Desde octubre o así. Supongo que mi mente estaba ocupada en otra cosa. ― Me dedicó una sonrisa. Se refería a mí. ― No te preocupes, estoy bien.
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Hechos De Oportunidades
Roman d'amourTras la muerte de su padre, Olivia y su madre deciden irse de su hogar en Londres para empezar de cero en Australia, pero cuando la carta de la Universidad de Huntford llega, su mundo se pone patas arriba. Sin esperar nada, conocerá a gente que le c...