-¿Cómo pudiste hacerme esto?-preguntó Luis.
-¿De qué estás hablando?
Bajé la mirada y Luis estaba en aquel hospital que ya recordaba y esa cicatriz de su cabeza que recordaba pero ya no era cicatriz sino que alguien había vuelto a abrir su herida.
-¿Qué te ha pasado?
-¡Tú eres lo que ha pasado!-gritó tosiendo sangre.
-Mentira, yo no podría...
Pero al intentar acariciarlo y limpiarle la herida observé la sangre de mis manos, me detuve y vi el cuchillo que sostenía en mi otra mano. Quería tirarlo como si quemase pero mi mano estaba clavada a él con unos clavos como los de Jesucristo y a más me movía, más se me clavaban haciéndome gemir de dolor.
-¿Qué ha pasado?
-Tú eres lo que ha pasado, esto es lo que causas en la gente.
-Me niego a creerlo.
-Al menos yo he tenido algo más de suerte.
Miré hacia atrás y en la puerta de la sala de hospital me miraban mis amigas, me miraba Nati, Piedad, las demás, mis padres y todos negaban decepcionados. Quería correr hacia ellos para ver si podían explicarme algo de lo que estaba ocurriendo pero se fueron decepcionados e incluso asustados y cerraron la puerta antes de que reaccionara. Todo esto ocurría mientras sentía un pitido de fondo que apenas me dejaba pensar.
Miré a mi alrededor perdida, queriendo encontrar en la mirada de Luis alguna explicación pero sólo señaló unas camas a su lado, unas camas donde se encontraban Aidan y Dante. El pitido venía de ellas pues las máquinas indicaban el fin de sus latidos. Y ambos tenían una cuchillada en el corazón.
-¿Quién les ha hecho esto?-pregunté llorando.
-Tú, eres una asesina. No te mereces que nadie te quiera porque esto es lo que haces.
-Yo no lo recuerdo-insistí entre lágrimas-debe de haber un error.
-¿Y qué otra explicación tendrían tus manos?
Estaban manchadas y el cuchillo aún unido a mí. Intenté frotarme la sangre de las manos pero en su lugar aumentaba. Miraba a todas partes queriendo ver una señal de que no había sido yo pero lo único que veía era la sangre en mis nudillos.
-Tiene que haber un malentendido, no lo recuerdo.
-Él lo recuerda.
El camisón del hospital que llevaba empezó a revelar un cerco en mis genitales, sangriento, poco a poco fue goteando hasta ser un charco en el suelo. Un charco en el que pude ver la cara de ese monstruo y quise pisar el charco pero volvía a aparecer e intentarlo solo me servía para cubrir mis piernas y mis pies de ese líquido rojo tinto.
-¡Monstruo!- grité a su imagen-¡Tú has hecho esto y me has culpado!
-¿Yo soy un monstruo?
-Sí, lo eres, estás metiendo estas imágenes en mi cabeza. Es justo lo que haría un monstruo.
-Aurelia-dijo con voz ronca-esto es es solo un espejo.
Cerré los ojos con fuerza escuchando aún con más fuerza ese pitido tortuoso y negué con la cabeza. Él era el monstruo, lo sabía, me estaba manipulando como había hecho cuando lo conocí porque sabía hacerlo bien y él estaba creando todo este escenario terrorífico no sé por qué, él había matado a quien quería. Abrí los ojos y de repente no estaba en el hospital, no había pitido, no había muertos, no había nadie solo estaba frente a un espejo en una habitación blanca, con un camisón blanco y mi cuchillo aún clavado en mi mano.
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LA GUERRA ENTRE NOSOTROS
Novela Juvenil¿Te han roto el corazón?¿No quieres volver a enamorarte jamás?¿Odias por su culpa a uno de los signos del zodiaco?¿Virgo verdad? Déjame adivinar 🙄 su nombre por J, quizá por A. Tranquilidad, tomemos pañuelitos. El mío fue una combinación de ambas...