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prólogo ༄ la olvidada
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TENÍA NUEVE AÑOS CUANDO ARRIBÓ A CAMELOT. El invierno, difícil de soportar, quemaba su piel sensible bajo la pequeña capa de ropa andrajosa que llevaba puesta, el hambre se sentía tan voraz que sus fuerzas eran escasas para subsistir por sí sola un día más. Pensó que aquel sería el fin de su vida, tras largos años de subsistir a base de las sobras de otros y del trabajo arduo de las distintas aldeas a las que recorría.
Morirás bajo tu propia desgracia.
Había dicho su madre el día que tomó la decisión de partir y dejarlos en su propia miseria. No había creído en ello hasta que llegó a Camelot y pasó la primera semana mendigando entre los escombros y la basura en la busca de un poco de comida, entre las casas anhelando un poco de calor, entre los puestos en busca de un trabajo que le permitiera mantenerse con vida.
Nadie volverá a creer en ti.
Había dicho, cerniendo en ella el poder de una terrible maldición que la acarreó de pueblo en pueblo y lo que hizo que no permaneciera mucho tiempo dentro de uno. Ella sabía que las palabras de su madre tenían peso y que moriría condenada, Camelot sería el lugar de su perdición y hubiera sido así, hasta que fue arropada bajo las cobijas del viejo médico de la corte que le dio un lugar para dormir y la alimentó cuando la encontró dormida en las calles, en medio del frío y la nieve. La maldición se rompió y, desde aquel momento, tuvo la oportunidad de encontrar el rumbo a su vida... Solo que, desgraciadamente, era demasiado tarde para ella.
Como una niña venida de la nada, lo único que pudo encontrar Gaius fue un trabajo en las cocinas del castillo, donde no sería cuestionada, no pasaría hambres y no tendría que soportar terribles inviernos. Aquello fue bueno para Cassandra, con tanta obligación y tanto trabajo, poco tiempo tenía para pensar en su pasado o en su futuro. Su meta era clara, trabajar para alimentarse, trabajar para tener un lugar acogedor al que volver, trabajar para no pasar más frío y aquello se convirtió en el inicio de su vida, en el propósito de su futuro y en el anhelo de su mente.
Los siguientes años trabajando ahí, no anheló por más. Trabajar para el Rey y sus nobles requería de la mayor parte de su tiempo, de vez en cuando se escapaba para atender a las quemaduras que se hacía trabajando en las cocinas y visitaba a Gaius para que le diera medicina para el dolor; en otras ocasiones, cuando Gwen la encontraba dormida frente a las brasas de la chimenea de las cocinas, la doncella la llevaba a su casa y le ofrecía cobijo junto a ella. Y, en ocasiones raramente excepcionales, Cassandra tenía la oportunidad de trabajar fregando los pisos de los salones principales, limpiando las ventanas o recogiendo frutos del bosque.
Su vida se basaba en la simple monotonía de una vida sencilla, sin aspiraciones y sin deseos, porque para su mala suerte, había experimentado en carne propia que los sueños no se cumplían para aquellos que no nacían con las herramientas necesarias para llevarlos a cabo. Y nunca hubo más de ello, ninguna aspiración o ambición a perseguir, ningún sueño el cual lograr o un obstáculo al cual superar.
Llegó el día en el que con catorce años, conoció al joven príncipe Arthur. Él no la trató con la delicadeza de una flor con temor a romperse, no la despreció por su apariencia y no la observó con lástima por su aspecto demacrado; se limitó a tratarla como lo hacía con todos, con indiferencia, pero educación, como un caballero... Aunque sí le preguntaran a Cassandra, diría que un caballero bastante engreído.
Pero él la vio y le habló, en aquel campo de frambuesas. No hizo como todos los demás hacían, él la miró y se percató de la peculiaridad de sus ojos, la fuerza de sus brazos cuando ella lo empujó y la convicción en sus palabras; aquello creó un extraño vínculo entre los jóvenes. En el que durante las ocasiones que Cassandra tenía que salir a recolectar frutas, era acompañada por aquel engreído príncipe y en el camino se empujaban al otro, se molestaban y terminaban corriendo entre la espesura del bosque, riendo, gritando y jugando.
Hasta que un día, Cassandra no lo volvió a ver y esa extraña amistad quedó en el olvido. Él no volvió a visitar las cocinas y cuando lo hacía, raramente prestaba atención a las personas que trabajaban ahí. Pero cuando la veía, toda muestra de reconocimiento quedaba apagada en sus ojos, como sí nunca se hubieran conocido. De manera que pasaron los meses y luego los años; y mientras el príncipe Arthur se convertía en el centro de atención del Reino por sus increíbles hazañas, su fortaleza y su valentía a ojo de las damas y los nobles... Cassandra se convertía en el polvo olvidado de una esquina oscura, invisible a ojos de los que alguna vez la conocieron, condenada por palabras de su propia madre a ser olvidada por aquel que decidiera prestar su atención a ella.
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hola, holaaa
estaba indecisa entre sí extender el prólogo para que sepan todo lo que ha pasado Cassandra, pero al final opté por esta breve introducción. tendrán los capítulos para que conozcan más sobre su pasado y sobre la extraña "maldición" que su madre le dio. Sí, está inspirada un poco en el propio mito griego de Cassandra (eh ahí su nombre), pero no será igual, de hecho está modificado aquí jasjs. en fin, espero que les haya gustado, no se olviden de votar y comentar para poder actualizar!! <3
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queen of the damned, arthur pendragon
FanfictionQOTD | Las aventuras de Merlín Sí había algo que Cassandra sabía era que por más que intentara, ella siempre sería la reina de los condenados. Porque el destino así lo había decidido, y el destino lo era todo. ( las aventuras de merlín fanfiction...