XI
MORGAN
Desearía que estuvieras aquí.
Lo pienso mientras me siento en el medio del claro al norte de The Blackness, donde descansa el Rey insurgente. Ahora que he recuperado los recuerdos de todo lo que vivimos juntos, de la intensidad de nuestro amor, la pesadez que carcome mi pecho es insoportable. ¿De esto querías salvarme, Shadow? ¿De sentir este luto y este dolor tan absoluto? ¿Esta impotencia? Puedo entenderlo, sin embargo, me enfurece que una vez más, él haya tomado una decisión por sí solo, sin dejarme otra opción.
Me dejo caer hacia atrás hasta que estoy acostada de espaldas, la árida arena del claro es incómoda contra mi piel, pero no me importa. El cielo está despejado, las estrellas se ven claras y hermosas.
—Guerra... —pronuncio la palabra con lentitud—. Supongo que es una consecuencia de meternos con el destino, ¿quizás fuimos demasiado ambiciosos, Shadow? ¿Debimos morir y ya está? Esto se siente como un castigo por alterar nuestra realidad. —Dejo salir una bocanada de aire, observando una estrella que brilla más que las demás—. No somos más importantes que otras criaturas. En tus planes, nunca tuviste en consideración a la humanidad, en como les afectaría si bloqueábamos todas las Purificaciones que debían haber pasado en la nueva realidad. Sé que la otra opción tampoco era buena porque llevó a los humanos al borde de la extinción, pero no sé... quizás debimos dejar las cosas como estaban y morir.
Una estrella fugaz cruza el cielo y descanso ambas manos sobre mi estómago.
—Perdón, sueno como una malagradecida. —Sonrío con tristeza—. Quejándome cuando tú estás ahí bajo tierra por nosotros. Es solo que... —Se me hace un nudo en la garganta—. Desearía que estuvieras aquí a mi lado, he criado a nuestros hijos sola, he mantenido este reino de pie, tomo decisiones a diario que pueden afectar a cientos de personas en The Blackness. A veces... solo quiero volver a ser la convertida del clan Almas silenciosas —admito mientras mi vista se nubla, las estrellas en el cielo distorsionándose en mi visión—. Quisiera correr en el Bosque oscuro, y que mi única preocupación fuera alimentarme, hacer carreras con Ian y reírme de las bromas de Luke. Amo a mis hijos y a mi familia, pero... todas estas responsabilidades me abruman. Lo siento... —murmuro, lágrimas rodando a los lados de mi cara—. Valoro tu sacrificio, Shadow, aún así, me dejaste sola y no puedo mentir y decir que no estoy aterrorizada porque ahora tendré que liderar una posible guerra, me aterra perder a mi gente y en un conflicto de esa magnitud es inevitable. Quisiera que estuvieras aquí para ayudarme porque todo esto... es demasiado.
Me cubro el rostro y lloro abiertamente, me permito este momento de vulnerabilidad porque sé que no tendré muchos de esos de ahora en adelante. Mañana tendré la reunión con el Consejo sobrenatural y no tengo mucha esperanza en que ellos puedan hacer algo para resolver esto.
Me controlo al sentir la presencia de mi hermano. Milosh no dice nada y se acuesta a mi lado. Me destapo la cara y giro el rostro para mirarlo. Sus ojos jade están enfocados en el cielo.
—No pares —susurra—. Déjalo salir.
Mis labios tiemblan y él estira su mano y toma la mía para entrelazarlas sobre la arena entre nosotros.
—Llora —dice y me mira—. Ahora mismo no eres la reina, ni la madre de Shade y Nea, eres mi hermanita. —Su sonrisa me lleva a nuestra niñez, a nosotros corriendo en el jardín, a él curando mis rodillas raspadas cuando me caía—. Y como tu hermano mayor, te digo que puedes llorar y gritar ahora mismo.
—Tengo miedo. —Mi voz se rompe al admitirlo.
—¿Quién no lo tendría? —Él aprieta mi mano—. ¿Sabes que es peor que tener miedo? —Espero su respuesta—. Estar solo cuando estás aterrorizado, y tú no lo estás, Morgan. Sé que Shadow no está, pero tu hermano sí, Jericho y los demás purificadores, tu clan, Nea y Shade. No sientas que estarás sola en esto.