18. Αποχαιρετισμός

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Dicen que uno ve la vida pasar por delante de sus ojos antes de morir.

Destellos de todo aquello que fue importante, fragmentos de colores y formas que hacen que desvanecerse no de tanto miedo.

Minho jamás creyó en ello, tal vez porque nunca contempló la idea de morir, pero cuando cerró sus ojos y vio aparecer el filo de una botella llena de refresco supo que era su fin.

Al parecer Jisung había sido su vida, porque en lo que su memoria se perdía en un charco oscuro, solo podía recordar su sonrisa nerviosa, sus mejillas suaves y lo suave que sus labios se sentían cuando tomaba la iniciativa de robarle un beso. Escuchó en su cabeza el suave "cariño", anhelando que cuando abriera los ojos, estuviera frente a él el dueño de aquella voz

Le dolió sentir que la vida se le iba entre las manos, como si fuera arena que cae, sabiendo que jamás volvería a ver a sus padres, a Jeongin, a los chicos, a su Jisung. Le dolió más que la herida que había perforado su costado y que ahora provocaba que la sangre caliente se regara sobre el patio.

Han Jisung era su vida y lo estaba abandonando lentamente, y lo peor de todo aquello era que aun podía escuchar sus gritos llamándolo, obligando a su conciencia inestable a mantenerlo despierto lo suficiente para escuchar de nuevo el cañón del arma rompiendo con los gritos.

Y después vino el silencio.

No supo cuánto duró aquel vacío, fue como un sueño demasiado largo y sin sentido, como si flotara en medio del océano y a veces se hundiera por el cansancio, alcanzando a escuchar por encima del agua gritos que no alcanzaba a distinguir y que se esfumaban cuando volvía a la superficie.

Pensó que aquello era una especie de limbo, un castigo por abandonar a Jisung, por morir frente a sus ojos como su madre lo había hecho, y le molestó el hecho de que no pudiera ir al cielo a esperarlo allí, aunque no creyera en este.

En algún momento de su sueño, el océano obtuvo la calma suficiente para que no se hundiera, permitiéndole escuchar con más claridad las voces tenues que salían de la nada, mezcladas con el pitido estático de algún aparato. Después de eso, su alrededor fue lo suficientemente claro para darle esperanzas de que tal vez si iría al cielo, de que podría sentarse en la puerta, si es que no lo dejaban entrar, a esperar que Jisung subiera en algún punto de la larga vida, así fuera para verlo unos segundos, porque sabía que si había alguien que merecía ese tal paraíso era su novio.

Y luego abrió los ojos, encandilandose con la luz que se filtraba desde algún punto del lugar en el que se encontraba. Quiso levantar la cabeza y buscar con la mirada alguna pista de donde estaba, pero su cuerpo parecía no tener fuerzas siquiera para respirar apropiadamente y el tubo en su boca le impedía pedir por auxilio.

Alcanzó mover sus ojos hacia un lado para encontrarse con varias flores sobre una mesa de madera, y al lado de esta, su mirada cruzó con la silueta de su madre que miraba hacia la ventana, su expresión cansada y aspecto desaliñado le indicaban que no acababa de llegar, que probablemente tenía un buen tiempo allí, y fue entonces que todo lo que sucedió golpeó su cabeza haciéndola doler, provocando que un quejido ahogado se escapara entre el tubo de plástico que oxigenaba su cuerpo.

La mujer volvió su vista ante el ruido y cuando vio que su hijo estaba despierto corrió hacia la camilla, inclinándose para acunar con una de sus manos el rostro de Minho, mientras las lágrimas comenzaban a caer sobre su rostro

-Min... mi niño estás despierto, ya, mamá está aquí -lloro juntando su frente con la de él, con la voz entrecortada y temblorosa- estarás bien, mi niño vas a estar bien

End of the night. | Minsung |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora