La carga de los Rohirrim

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Sólo faltaban horas para llegar a la Ciudad Blanca y, desde la retaguardia del ejército de seis mil hombres de Theoden, los elfos podían apreciar el nerviosismo general que entre sus filas se acrecentaba. La extraña oscuridad gris que se divisaba desde Edoras ahora se encontraba mucho más cerca, delante de ellos cubriendo casi la totalidad de las estrellas que aquella noche, en la que Theoden ordenó seguir cabalgando, se esforzaban en vano por asomar por entre la sombra de la devastación.
Aelin, por partida doble, volvía a sentirse nerviosa también, tensa y vigilante.
Aún en la distancia y sobre el ruido que producían los miles de caballos de aquel ejército al golpear el terreno con sus cascos, podía apreciar el murmullo de una muchedumbre. Un gran ejército formado por orcos, hombres del este y aliados de Sauron. El enemigo caía sobre la Ciudad Blanca, arrasando, destruyendo sus defensas y las vidas que intentaban resistir.
Rogó a los cielos por un milagro.
En el momento en que bajaba la vista del cubierto firmamento desprovisto de sus luces, vio que uno de los soldados de Rohan se separó de pronto del grupo y se detuvo en su camino mientras el resto de su ejército continuaba su galope, con lo que Haldir, al verlo, echó un vistazo a Aelin a su lado. Parecía estar esperando a los elfos y la joven se puso en guardia. Ésta se llevó las manos a la capucha y agachó la cabeza. Aquello era absurdo, pensaba ella, todos formaban parte de lo mismo y parecían rivales.
El Rohirrim seguía parado en el mismo sitio y, cuando los elfos llegaron a él, reanudó su marcha y cabalgó lado a lado de ellos. Haldir intentó interponerse entre él y Aelin para ocultar su visión, pero el jinete se acercó aún más y empezó a introducirse por los elfos poco a poco. Los Galadhrim trataban de cerrarse entre ellos apretándose unos contra otros, pero el soldado era hábil manejando al caballo y consiguió deslizarse rápidamente hasta quedar en frente de Aelin. Entonces se detuvo en seco y cerró el paso a la elfa haciéndola tirar de las riendas. La joven, viéndose acorralada, levantó la cara y desenfundó la espada, dispuesta a defenderse de aquel hombre.
Los elfos se detuvieron también y enfrentaron al soldado, ya preparados para defenderla. Éste, viéndose amenazado, desenfundó también su espada ante ellos.
_No queremos luchar contra vosotros_le dijo Aelin_. ¡No somos vuestro enemigo!
El jinete bajó su arma y se sacó el yelmo de la cabeza. Una larga cabellera dorada se escurrió del metal del casco, cayéndole al Rohirrim por el peto y, al bajar los brazos y verle la cara, se dió cuenta de quién era el "hombre" que los vigilaba. Una preciosa sonrisa femenina apareció ante Aelin.
_¡Eowyn!_dijo la elfa sorprendida.
Los elfos se relajaron y, más tranquilos, enfundaron sus armas.
_Sabía que no abandonarías_le dijo ella_.
Aelin sonrió también, aliviada y, aunque aquel no fuese el mejor sitio ni hora, alegre por verla. Aquella mujer era un ejemplo de valentía, sí, pero también de sentido común y bondad. Eowyn no desconfiaba de ella ni de los elfos.
_Lo sentimos, mi señora_dijo Haldir guardando su espada_, pero la situación se ha vuelto...
Un sospechoso bulto que la dama de Rohan llevaba delante se movió apartando una manta que lo cubría y unos vivarachos ojos aparecieron bajo ella.
_Al parecer, muchos aquí debemos escondernos para no resultar linchados_dijo Merry con gesto risueño_.
Los ojos se Aelin se encendieron al verle. Para nada esperaba encontrarlo allí... Entonces su expresión de grata sorpresa cambió radicalmente.
_Sabes qué es lo más seguro que ocurra_le dijo al hobbit_, no hay muchas posibilidades.
Merry adoptó un semblante serio. La entendió a la perfección.
_Frodo, Sam, Pippin..._dijo el hobbit_mis amigos de toda la vida luchan por que éste mundo continúe en pie, por lo que merece la pena.. y yo lucharé por ellos, por la esperanza de volver a vernos algún día... aunque la muerte me lleve en el intento.
Aelin se quedó sin palabras al oirle. Decididamente, esos hobbits valían su peso en Mithril.
_Mi tío considera que llevarlo de fardo será un estorbo_añadió Eowyn_, pero nada más lejos de la realidad. Su valor es indiscutible y estoy segura de que los orcos huirán aterrorizados ante su bravura.
_De eso no cabe duda_opinó Haldir con una sonrisa sincera_. Pongámonos en marcha, nos estamos quedando demasiado atrás..._el capitán se volvió hacia sus arqueros_¡Hortho!¡Adertho ammen hain! (¡De prisa!¡Acerquémonos a ellos!
Los elfos movilizaron sus monturas y, deshaciendo sus apretadas filas, comenzaron a galopar en la oscuridad.
Eowyn se mantuvo junto a Haldir y Eowyn para avisarles.
_El rey os tiene vigilados, Haldir_le dijo la dama de Edoras al Galadhrim_, debéis tener cuidado...sobre todo tú, Aelin_se volvió hacia la elfa_. Si te ven en Minas Tirith, intentarán matarte como si pertenecieses al ejército de Sauron. Te temen.
_Lo sé_dijo ella_, pero tarde o temprano alguien me descubrirá. No podré esconderme todo el tiempo entre la muchedumbre. Sois seis mil Rohirrim.
Y estaría preparada para todo.

ESDLA,una elfa en la CompañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora