-Capitulo 8-

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Una brisa helada recorría mi cuerpo, mantenía los ojos cerrados aun pensando que esa sensación se iría si dejaba de pensarlo, de a poco los escalofríos comenzaron a subir hasta mí nunca, intente cobijarme en vano ya que no había ropas de cama que jalar y al abrir los ojos me encontré con la sorpresa de un enorme bosque, arboles frondosos de un verde tan vivo que incluso senti que las palabras faltaban para describirlo, los troncos parecian despedir ese olor a madera tan increible que el hecho de poder respirarlo me llenaba no solo los pulmones si no todo el cuerpo aunque parecia estar deshabitado, la forma en que los árboles se aglomeraban pareciera que ningún pie humano hubiera tocado ese suelo, las raices de algunos de ellos se habian levandato por encima de los otros creando obstaculos llenos de musgo que facil servian de cojines para improvisar bancas entre los mismos. Me levante lentamente observando a cada tanto mí alrededor, preguntándome como es que llegue a este lugar sintiendo en mis pies la sensacion de la tierra el cesped bajo mi piel.

-¡Hola! No se escuchaba un solo ruido a mi redonda solo las hojas que crujían bajo mis pies descalzos, el camisón lila que cargaba conmigo era lo único que me protegía de aquellas leves ventiscas, cuando el crujir de las hojas delante mío delato a otro visitante; un chico con pantalones cortos apareció en mi trayecto corriendo desesperado y cuando me divisó en su camino aceleró el paso, corría tan rápido que incluso pensé que venía por mí, cuando se detuvo a mi lado preguntando desesperado.
-¿Eres una de ellos? Preguntaba una y otra vez mientras analizaba mi ropa, rodeándome rápidamente.
-Yo... Les dije que no me podía controlar...
Miró atrás y a los lados como si esperara que alguien más llegará, fue cuando vi sus manos llenas de sangre, sus pies batidos en lo que parecía lodo y ramas revueltas con la misma sangre que también corría por su boca sobre su garganta y pecho; intenté retroceder, pero él me tomo de los brazos y se acercó más a mí.

-Tú eres la que nos puede salvar.
En su mirada había algo de temor, y en sus palabras podía atisbar algo de esperanza, una que no sabía de qué modo seguir ya que el miedo volvía a invadirlo en segundos.

-de que hablas... Intenté por todos los medios zafarme de su agarre, pero era muy fuerte y pronto sus manos comenzaron a cambiar en garras ensangrentadas.

-Eres un vol.... No termino su frase ya que su rostro se fue desfigurando dando paso a un enorme osico, en cuanto me vi libre de su agarre corrí tan rápido como mis pies me lo permitieron, aquella criatura a medio transformar me pisaba los talones, el aullido que escuche me alertaba de que no estaba solo, podrían ser dos o quizás había cientos de ellos, gire una fracción de segundo para ver que tantos venían tras de mí, torpemente tropecé con una rama, podía ver como aquella criatura se abalanzaba enloquecida sobre mí cuando un nuevo gruñido proveniente de mi espalda lo detuvo de caerme encima, cerré los ojos y me abracé a mí misma esperando con aquello protegerme fue cuando escuche aquella voz en mi cabeza fuerte y claro.

"Yo te protegeré, mi luna"

El enorme lobo gris de patas negras se paró a mi lado, observando en la obscuridad a que nadie más se acercara, un lobo gigante que emanaba ese calor que mi cuerpo pedía a gritos por el intenso frío de ese lugar y justo cuando estiré mi mano para tocar ese pelaje escuché mi nombre.

-No te vayas... la oscuridad me envolvió otra vez pero el susurro de ese nombre aun seguía haciendo eco.

"... Kathe....."

Una luz pasaba frente a mis ojos, el rostro cubierto miraba a un lado y después a mi, mis ojos se cierran solos, pero puedo sentir el movimiento, el dolor que me come por dentro pero no puedo gritar, quienes son ustedes... me ayudaran o terminaran de hacer lo que los otros comenzaron.

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Una televisión encendida en una pequeña sala repetía una nota.

Legado de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora