Relato 38 | Todo cambió

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Fernanda dio un brinco en la cama, quedando sentada, con su respiración agitada. El sol iluminaba la habitación más fuerte que de costumbre y se quejó de la claridad tan exagerada que entraba por la ventana. Se acostó boca abajo para no sentir la luz dándole en su rostro y tratar de seguir durmiendo, luego de haber tenido un pésimo sueño. Pero varios golpes en la puerta la interrumpieron y volvió a quejarse, levantándose de la cama sin ánimos.

Los sonidos se volvieron más insistentes y su paciencia más pequeña. Su mirada conectó con la de Isabel, quien la miro llorando con fuerza. Se preocupó, a pesar de que Isabel es una mujer muy sensible que llora por cualquier cosa que la conmueve, algo le decía a Fernanda que su llanto era por un motivo más grave.

Fernanda la hizo ingresar a la habitación. Noto como sus manos temblaban y como su pecho subía y bajaba agitadamente. La ayudó a sentarse en la cama, y luego le sirvió un vaso de agua para lograr tranquilizarla y que pudiera contarle lo que sucedía.

Isabel agarró el vaso casi que temblando y con ayuda de Fernanda, logró calamares un poco. En su intento de hablar, falló, su voz estaba quebrada. Decidió mantenerse tranquila por unos minutos, hasta que sintiera que podía decir alguna palabra. Tomándose su tiempo y haciendo pausas, ya que su llanto hacía que sus palabras se entrecortaran, logró explicarle a su mejor amiga lo que había sucedido.

Antes de dirigirse a la habitación de Mayte, Fernanda hizo una parada en la habitación de Ilse, para pedirle que se quede con Isabel. No podía dejar las cosas como estaban, Mayte, por alguna razón, se volvió insoportable y no permitiría que volviera a hacer sentir mal a Isabel.

Dio dos golpes a la puerta, al minuto, Mayte le abrió mirándola con una ceja levantada. Fernanda trato de mantenerse serena, pero el tener a Mayte frente a ella luciendo únicamente una pijama corta, color rojo, dejando expuesta su blanca piel, la distraía por completo. Sacudió la cabeza recordando porque se encontraba ahí y la miró a los ojos, reflejando enojo en su mirada.

"No sé qué sucede contigo, Mayte, pero sea lo que sea, no te da derecho a gritarle a tu hermana y mucho menos insultarla", dijo en el tono más calmado posible, no quería gritarle.

"María Fernanda, no estoy de humor y antes de decirte algo de lo que me arrepentiré, te pido por favor que te vayas", el tono de su voz era frío y en su rostro no había ninguna expresión.

Ella decidió ignorar su petición y en vez de irse, entró sin preguntarle y se paró cruzada de brazos en medio de la sala que había en la amplia suite de Mayte.

"Te conozco, May, sé que serías incapaz de hablarle de esa manera a Isabel, ella es todo para ti. Por favor, dime que te sucede, quiero ayudarte", dijo con voz suave, mirándola con los ojos un poco brillosos.

"Ya te dije que no estoy de humor. El estrés me está consumiendo y me excedí con Isa, no quise hablarle como lo hice", ahora que Fernanda la tenía frente a frente, notó cosas en ella que no había notado antes, era como si no la hubiera visto en mucho tiempo, cuando la realidad es que han convivido mucho por las fechas tan extensas que ha tenido la gira, pero al parecer no le había prestado atención.

Las ojeras adornaban su rostro, no eran tan grandes, pero sí muy notables a la vista de cualquiera. Siguió observándola y se dio cuenta de que estaba más delgada, sabía que llevaba un par de años con una mejor rutina alimenticia, pero la veía más delgada de lo que recordaba.

Su cabello estaba más oscuro, tal cual como a ella le encantaba. Recordó cuando Mayte apareció con el cabello completamente rubio y sus ojos casi se salen al verla, no es que el rubio le quedara mal, solo que Fernanda siempre ha sido amante del rojizo natural de Mayte. También se dio cuenta de que su fleco estaba un poco alborotado y su cabello más largo.

Un beso y una flor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora