Prólogo

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Chan se quedó en silencio, dejando de escuchar lo que el doctor frente suyo le decía, consternado por la noticia.

Aquellos no habían sido sus planes, en ningún escenario se imaginó recibiendo la noticia tan desgarradora de que su omega no había sobrevivido al parto, dejándolo devastado con un recién nacido prematuro. Si fuera poco la noticia de su pareja, ahora también enfrentaba la idea de que las siguientes semanas eran decisivas para tener un diagnóstico de la calidad de vida que podría tener su cachorro debido a las circunstancia.

Pendía de un hilo al igual que su alma.

—Sé que es demasiado por asimilar, así que lo dejaré un momento solo antes de que alguien venga por usted y pueda ver a su bebé, si así lo desea. Después puede ir a mi oficina y le ayudaré en los trámites que corresponden, antes de que usted pueda ver a su pareja...—Murmuró, bajando su tono de voz conforme iba hablando y dándose cuenta de la poca atención que le estaba poniendo. Con un suspiro, palmeó su hombro con suavidad antes de alejarse de ahí sin pronunciar otra palabra más.

El azabache entornó los ojos en dirección al pasillo, sintiéndolo demasiado extenso antes de considerar cruzar por ahí. Sintió sus pies pesados, como si estuvieran clavados en el piso antes de poder dar el primer paso, reteniendo la respiración mientras avanzaba con cierto temor hasta el área de neonatos.

Los colores del área cambiaron en comparación al pasillo donde anteriormente había estado, colores neutros y estampado alusivo al área de los más pequeños decoraban todo el espacio, acostumbrándose conforme caminaba. Cuando llegó a uno de los ventanales y fue leyendo los nombres de cada uno de los bebés que se encontraban en sus respectivas incubadoras, hasta que reconoció uno de ellos y su corazón se encogió dentro suyo.

El pequeño bebé descansaba sobre la incubadora, más pequeño que el resto de los bebés que había a su alrededor. Sintió como sus ojos se llenaron de lágrimas de manera instantánea, sorbiendo antes de pegar sus manos sobre el cristal y sonreír, sintiendo el propio cambio de su amargo aroma volviéndose un toque más dulce, anonadado viendo a su cachorro.

Cuando la puerta del lugar se abrió, pudo ver como un hombre enfermero entraba hasta caminar donde su bebé reposaba. Curioso por la interacción, observó cada movimiento con demasiada atención, pidiendo que todo estuviera bien.

—Hola, cachorro. Seré tu papi mientras estés aquí, pero te cuidaré muy bien para que no pienses que estás solo, te demostraré que la vida es muy hermosa y con mi ayuda vamos a salir de aquí, ¿Entendido? ¿Podrías ayudarme con ello? Sé que eres un cachorro muy inteligente, tus padres deben de estar muy contentos contigo.—El hombre castaño susurró por lo bajo, sonriendo mientras checaba todos los signos del menor y una rápida comprobación para contestar los campos de información de la tabla que estaba al frente de la incubadora.

Y con una extraña sensación en su pecho, pudo sentir como su lobo aulló herido, cerrando los ojos antes de que la primera lágrima cayera sobre su mejilla. 

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