El sol había alcanzado su cenit cuando Huaáneri se adentró en el frondoso bosque que rodeaba la aldea de Koyala. Habían pasado varios días y ella por fin había decidido volver a ese lugar que se había convertido en algo seguro. Cada paso que daba entre los árboles era como una pausa en el tiempo, un respiro del peso de las responsabilidades que recaían sobre sus hombros. A medida que avanzaba, los rayos de sol se filtraban a través de las hojas, creando patrones de luz y sombra que bailaban a su alrededor.
Finalmente, llegó al claro donde Kalik y su padre adoptivo, Arandú, vivían en armonía con la naturaleza. El sonido suave del río cercano acompañaba su llegada, creando una atmósfera de serenidad y calma. Huaáneri respiró hondo, preparándose para la conversación que estaba por venir.
Kalik estaba sentado junto al río, tallando una figura de madera con destreza y concentración. A su lado, Arandú tejía una cesta con hojas de palma, su rostro arrugado iluminado por una sonrisa cálida y acogedora al ver a Huaáneri.
Arandú fue el primero en divisarla, por lo que le brindo una cálida sonrisa.
- Huaáneri, qué sorpresa tan agradable. ¿Qué te trae por aquí, mi querida?
- Venía a verlos. Tenemos mucho de qué hablar. - le dijo con una sonrisa triste.
Kalik levantó la mirada de su tallado al escuchar la voz de Huaáneri, sorprendido por su visita. Sus ojos azules se encontraron con los de ella, y en ese momento, todo el peso del mundo pareció desaparecer.
- Huaáneri. - dijo levantándose para acercarse a ella y tomarla del rostro cuando ella había terminado de acercarse. Había empezado a extrañar su linda sonrisa aunque ahora se veía decaída.
- Necesitaba hablar con ustedes. Ha ocurrido algo en la aldea, algo grave. - les dijo.
Arandú y Kalik intercambiaron una mirada de preocupación mientras Huaáneri les contaba sobre el ataque a Naribiu y la muerte de su padre, Balaam. El pesar y la incredulidad se reflejaron en los rostros de los dos hombres mientras escuchaban las palabras de Huaáneri, sus corazones pesados por la noticia.
- Qué tragedia tan terrible. - dijo Arandú y la princesa asintió.
- Ahora Koyala está en una situación difícil. Yo soy la heredera pero no puedo gobernar por ser mujer. Pero debe haber un nuevo líder.
- No te preocupes, todo va a estar bien. - le expresó Kalik con un poco de dificultad y tomó la mano de ella en símbolo de apoyo.
Huaáneri asintió, agradecida por la comprensión y el apoyo de ellos. Juntos, compartieron un momento de silencio en honor a Balaam y a todos los que habían perdido la vida en el ataque.
- Necesitaba que supieran lo que está ocurriendo en Koyala y la razón del porqué no había vuelto. Pero también necesitaba verlos, estar con ustedes en este momento difícil.
- Siempre serás bienvenida aquí, Huaáneri, ahora y siempre. - dijo Arandú poniendo una mano en el hombro de Huaáneri. - Entendemos tus razones.
- Sería bueno que ustedes fueran a mi comunidad, ya que poco podré venir aquí. Es solo si se sienten seguros y cómodos con la idea. - Huaáneri propuso en un acto de impulso.
- Haremos todo lo posible por acompañarte, no queremos causar más disturbios de los que hay.
Ella comprendió que él lo dijo quizá por el aspecto de Kalik, pero pensó que su comunidad rápidamente lo comprenderían y los harían parte de todo.
- No creo que haya gran problema, además de que no dejaré que les hagan nada. Aunque sí deciden no ir, lo entenderé también y haré lo posible por venir.
ESTÁS LEYENDO
Hijo de Luna.
FantasíaDe un amor imposible surje una petición sagrada a la madre Luna; tu primogénito a cambio de poder estar con la persona que amas. Confusión, temor e ira, son lo que llevan a esta pareja a la destrucción pero la historia debe continuar. Una historia...