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Omnisciente
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Está el gran dilema entre destino o casualidad. Aquello que está destinado para ti desde que naces o simplemente el conjunto de acciones que tomas y dan resultado a todo aquello que te ocurre, sin tener ningún trasfondo especial.
El hecho de pensar que tenemos un destino es algo que puede inquietar o tranquilizar, según el resultado que obtengas de esto. Es fácil culpar al destino cuando todo nos sale mal, cuando no logramos aquello que deseamos. No nos damos cuenta, pero muchas veces aquello que creemos necesario para nosotros, no lo es tanto.
Hermione había culpado al destino durante todos aquellos años por haber cruzado a Léa en su camino y habérsela arrebatado tan pronto. Había maldecido su suerte cada noche y se había creído destinada a la soledad y a estar incompleta el resto de sus días. Era por eso que quizá el destino, o quién sea que controle nuestras vidas, se había cansado de oír las quejas y los lamentos de aquella mujer y había cruzado a Léa de nuevo en su camino.
Eso o... Solo era una mera coincidencia.
Hermione no lo sabía, lo único que hacía en voz baja mientras abrazaba a Léa era agradecer, agradecer una y otra vez porque tenía de nuevo a aquella chica, que ya no lo era, y que había marcado su vida por completo. No sabía si el destino se había apiadado de ella y por ende le estaba dando una segunda oportunidad, fuese lo que fuese, lo aprovecharía y no permitiría que los miedos volvieran a controlarla.
Pero esto no era solo cosa de Hermione, por otro lado estaba Léa. Solo ella sabía lo mucho que le había costado avanzar y dejar atrás todo aquel dolor que la había sacudido y le había partido en mil pedazos, aunque bien era cierto que siempre había arrastrado con el fantasma de aquel gran amor que no pudo ser. La rubia lo tenía claro, Hermione había sido aquella persona tan especial en su vida que jamás olvidaría, pero... ¿Aún estaban a tiempo de arreglarlo todo?
En aquel momento, ella no sabía cómo sentirse al respecto por toda la situación. Qué caprichoso debía de ser el destino para haberla forzado a continuar su vida sin Hermione para que ahora la cruzase de nuevo en su camino.Había pasado un buen rato desde que ambas habían vuelto a mirarse a los ojos y Léa se había dedicado a consolar a Hermione sin decir nada. Ahora el silencio reinaba en la habitación, Léa se había apartado, mirando hacia la ventana, para darle un momento a Hermione y a ella misma, tratando de poner en orden su mente aunque resultaba imposible.
En aquel momento Léa agarraba su colgante mientras miles de pensamientos atravesaban su mente, Hermione, en cambio, la miraba desde la camilla y lo único en lo que pensaba era en lo diferente que se veía aquella chica de la que se había enamorado hace tiempo, ahora era una mujer y parecía tener unos cimientos mucho más estables que los que ella tenía. Hermione no necesitaba que Léa se lo confirmase, la ahora mujer, había avanzado y probablemente podría seguir haciéndolo, pero ella temblaba con pensar en la idea de tener que forzarse a seguir hacia adelante.
Podría sonar egoísta pero le quemaba la idea de pensar que la rubia había continuado con su vida como si nada, cuando ella había estado anclado en el pasado estos tres últimos años.
-¿Puedes mirarme?- le pidió Hermione, tratando de que su tono de voz no sonase tan débil y roto.
Léa con toda la fuerza de voluntad, se giró con sus manos apoyadas en el borde de la ventana y con el corazón en un puño se enfrentó a la mirada de Hermione. Cuanto dolor, miedo y decepción se podía ver en los ojos de aquellas mujeres. Pero sobre todo había una manta de nostalgia que las abrazaba a ambas.
-Supongo que Daniel te ha localizado- murmuró la azabache sin poder dejar de observar a Léa, esta en cambio parecía tener una batalla interna con no mirar hacia otro lado.
-¿Cómo lo ha hecho?- preguntó Léa, Hermione suspiró al oir la voz de ella, después se encogió de hombros.
-Pertenece a relaciones públicas, además de que es un experto en redes sociales- Léa asintió y se miró los zapatos, como si hubiese algo que observar allí. Hermione dejó escapar aire por su boca, quería ser directa, preguntarle todo aquello que siempre había querido pero realmente no sabía como hacerlo. -Nunca pensé que se podría extrañar tanto a alguien- soltó y Léa cerró los ojos por un momento.
»Cada maldito día desde que me fui te he echado de menos y no te imaginas como me arrepiento de haber sido tan cobarde, de haberte dejado marchar de aquella forma - Hermione se puso recta en la cama y se quejó por la punzada de dolor que atravesó todo su cuerpo. Léa se limitaba a observar. -Léa, por favor, perdóname... Siento todo el dolor que te he causado, me gustaría excusarme porque el miedo y la situación me superó, pero realmente no hay excusa para ello, solo espero que puedas entenderme y si no es pedir demasiado, que me perdones- Hermione respiraba de manera acelerada cuando terminó de hablar, Léa apretaba con fuerza el borde de la ventana y trataba con todas sus fuerzas no derrumbarse. Había soñado tanto con aquellas disculpas...
Léa se quedó en silencio y miró otra vez hacia la ventana, de nuevo podía ver aquellas calles transitadas de Londres. Era un tanto irónico ya que Léa había llegado a pensar que todo lo que vivió en su ciudad había muerto el día que se marchó, pero ahora más que nunca sabía que no era así, que aquellas cenizas habían vuelto a resurgir en una gran llama.
-¿Puedes... acercarte?- le pidió Hermione tras unos momentos de silencio. Se había sentido tan rara y temerosa pidiéndole eso.
Léa suspiró y volvió a mirar a Hermione, esta poco a poco le tendió la mano y la joven mujer odió que el corazón le latiera tan fuerte con aquel gesto tan simple. No sabía si era lo correcto o no, pero aceptó su mano y alargó la suya para tomar la de Hermione, que sonrió levemente al sentir el tacto aquel contacto suave, esta tiró lentamente de su mano y acercó a Léa hasta tenerla a su lado.
Hermione observó cada detalle, cada parte del rostro de la rubia. Encontró un peinado distinto, un maquillaje diferente, un estilo de ropa más arreglado, pero aún así, en aquellas perlas grises que tanto había echado de menos podía verse aún reflejadas en ellas, aquel brillo no se había desvanecido y eso hizo que en el corazón de Hermione aún hubiese un hueco para la esperanza.
Aún tomadas de la mano, la azabache comenzó a hacer movimientos delicados con sus dedos en la palma de Léa, esta observó las acciones con el ceño fruncido, parecía tener un gran debate interno. El momento entre ambas mujeres era muy íntimo, aunque simplemente se estuviesen tomando de la mano y hubiesen leves caricias de por medio.
-Siempre he sentido que encajan a la perfección- murmuró Hermione mirando a Léa a los ojos mientras movía su mano para luego entrelazarla con la otra.
La mujer no se equivocaba para nada, era como si sus manos, o mejor dicho, cada parte de sus cuerpos hubiesen sido creadas para encajar a la perfección.
Léa suspiró y rompió todo contacto, alejándose de nuevo hacia la ventana. Hermione se quedó con la mano colgada en el aire, observó como la rubia le daba la espalda y se cruzaba de brazos. Sabía de sobra que las cosas no serían nada fáciles.
-Léa...- volvió a llamarla Hermione tras unos momentos, pero justo en ese momento entró el doctor a la habitación.
-Señorita Granger, me alegra verla despierta- dijo el hombre dándole una afable sonrisa, y ella sintió que aquel malestar volvió de impacto en su cuerpo.
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Con mucho amor, Benny 💌
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ᴍᴇʟɪꜰʟᴜᴏ~ ʜᴇʀᴍɪᴏɴᴇ ɢʀᴀɴɢᴇʀ (+18)
Fanfiction(NOVELA ACTIVA) El final de la estudiante de honor académico en Hogwarts, Hermione Jean Granger, dio un giro inesperado cuando abandona el ministerio a sus treinta y seis años y se presenta como profesora en el colegio Hogwarts de magia y hechicería...