Breslavia, o Wroclaw en polaco, era una ciudad mágica, apenas llevábamos unas horas paseando por sus calles, que ya nos habíamos enamorado de todos y cada uno de sus rincones. Al día siguiente, aún no habíamos coordinado encontrarnos con Karolina, la sobrina nieta de Nadzia. Así que Martina y yo decidimos aprovechar la oportunidad para hacer un poco de turismo. Sentía que necesitaba cambiar de aires para despejar la mente, especialmente después de un fin de semana complicado tratando de mantener cierta distancia tanto con Jon como con Xavier.
Estábamos embelesadas por los edificios coloridos, por la gran plaza del mercado y por el reloj astronómico de su Ayuntamiento. Un entramado de puentes y canales dibujaban el camino que realizaba el rio Oder cuando se colaba entre las calles de la ciudad. Las huellas de su historia contrastaban con el ambiente jovial y universitario que se respiraba en la vieja ciudad, devorada, años atrás, por la destrucción de los soviéticos, al entrar en la entonces ciudad alemana, al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Documentos gráficos daban fe de ello y de los cientos de fallecidos en los campos de concentración nazis. Era duro imaginar cuanto llegaron a sufrir miles de personas en un mismo territorio.
- Tuvieron que reconstruir gran parte de la ciudad. - comenté señalando una de las fotografías presentadas en una sencilla exposición a pie de calle.
- Mira lo que pone aquí Candela: "Wroclaw había sido anteriormente una ciudad alemana llamada Breslau, este territorio sufrió uno de los mayores éxodos humanos de la historia, más de siete millones de desplazados entre alemanes, polacos y ucranianos".
- Tuvo que ser aterrador.
- "La mezcla de estas culturas se puede observar a muchos niveles, entre ellos el gastronómico y el arquitectónico"
- Se hace extraño pensar que hoy estamos aquí observando los acontecimientos del pasado, como si quedaran muy lejos. No fue hace tanto tiempo, ¡qué horror! ¿Cómo es posible que el ser humano pueda llegar a ser tan egoísta y tirano?
- Que fina eres querida amiga. Querrás decir: ¿Cómo se puede ser tan hijo de puta?
Martina nunca se andaba con rodeos.
- ¡Hostia! ¿Te has fijado? ¿Cuántos gnomos hemos visto ya? - dijo Martina con su encantadora vulgaridad mientras señalaba una de las muchas estatuillas con las que nos habíamos encontrado en el camino.
- No los he contado, pero diría que más de una cuarentena.
- ¿Qué significan tantos enanos?
- Dame un segundo - abrí el navegador de mi teléfono móvil - Se lo preguntaré al señor Google. - Amiga, - continué - existen más de trescientos ochenta gnomos repartidos por toda la ciudad. Son un símbolo de resistencia y libertad que surgió inicialmente contra el régimen soviético pero que, después, se convirtió en un símbolo de la lucha del pueblo frente a cualquier obstáculo. Como una especie de amuleto.
- ¡Me encantan! A partir de ahora me declaro fan incondicional de estos pequeños amigos. - Besó al gnomo que tenía a sus pies.
- Es una señal. - Determiné - Debemos ser fuertes y luchar por nuestros principios - dije viniéndome arriba con aire festivo.
- ¡Por la libertad!
- ¡Por la libertad!
Nuestras manos se encontraron en el aire del mismo modo que lo hacen los adolescentes.
Martina y yo nos pusimos al día mutuamente sobre nuestras vidas. Siempre apreciaba su perspectiva única, que disfrutaba escuchar profundamente. Ella era mi sostén, mi punto de apoyo.
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Agua Amarga
RomantizmCandela, víctima de un mundo aparentemente perfecto que ella misma había creado, se encontrará en un peligroso cruce de caminos. El misterio envolverá cada decisión, como un velo que oculta los secretos más profundos. ¿Qué había ocurrido en el pas...