Camila sintió pánico e intentó llamar de nuevo a su madre. Como no obtuvo respuesta, se acercó a la escalera y bajó a la cubierta del barco de un salto.
–¡Mamá!
Nadie respondió, pero ella empezó a oír las voces airadas de un hombre y de una mujer. Se acercó a la portezuela y comprobó que no estaba cerrada con llave. Bajó unos peldaños y se vio bajo cubierta, en la zona que había visto por el ojo de buey desde el muelle.
Más allá de los muebles estaban David y su madre, en una pequeña cocina, frente a frente. Los dos se volvieron hacia ella a la vez; su madre no se sorprendió, pero David, sí.
–¿Camila? –preguntó, horrorizado–. ¿Qué estás haciendo aquí?
Ella señaló el reloj de su abuelo.
–¿De dónde has sacado eso?
Él se quedó desconcertado.
–¿Qué pasa?
–Responde primero a la pregunta de Camila.
–Muy bien –dijo David–. Me lo dio tu abuelo.
Camila hizo un gesto negativo con la cabeza.
–No es posible. Estaba en su taller la noche del incendio, y sin acabar.
–Él todavía tenía muchas cosas sin acabar –dijo David–. Camila... –con una expresión afectuosa, se acercó a ella–. Me alegro mucho de verte. Yo...
–Espera –dijo Camila, alzando una mano–. ¿Cómo es que está aquí, si se quemó?
Él vaciló, y a ella se le escapó una carcajada áspera.
–Tú estabas en su taller esa noche. Y tú, u otra persona, se lo llevó y lo terminó.
Esperó que David la contradijera, que hubiera una buena explicación, para no tener que aceptar el hecho de que había traicionado y había aniquilado uno de los pocos recuerdos buenos que tenía de su infancia.
Pero él no dijo nada.
–Explícate ahora mismo –dijo su madre.
–Escucha –dijo David, mirando a Camila e ignorando a su madre–. Claramente, hay una confusión. Tu abuelo me dio este reloj antes del incendio, y estaba terminado. Pero la buena noticia es que has confirmado que es obra suya. ¿Podrías certificarlo por escrito?
–No, no estoy confundida.
Ella se había ofrecido a ayudar a su abuelo a terminar la pieza y él había aceptado con deleite. Solo que no habían tenido tiempo de hacerlo antes de que fuera demasiado tarde. Miró a su alrededor y vio una cámara Polaroid en la mesa de la cocina. Se le aceleró el corazón.
–¿Esa cámara es tuya?
David suspiró y se pasó una mano por la cara. Cuando volvió a mirarla, lo hizo con resignación.
–Lo único que tenías que hacer –le dijo, con cansancio– era certificar mi trabajo, para que yo pudiera ganar dinero y poner mi propia galería, en vez de trabajar para unos cuantos empresarios idiotas que no saben nada de ebanistería.
–No podía hacer eso –dijo ella–. No puedo autentificar algo que no es de mi abuelo. Estoy segura de que lo sabías.
Él se encogió de hombros.
–Supongo que has hecho tu elección. Pero ahora, yo tengo que hacer la mía.
A Camila se le cayó el alma a los pies. Se metió las manos en los bolsillos y, con la derecha, encontró el teléfono. Movió la pantalla con un dedo hasta que llegó a lo que, con toda seguridad, era su aplicación de teléfono. Tocó la pantalla cerca de la parte superior, con la esperanza de que allí sí hubiera cobertura, e intentó llamar a Lauren.
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KISS- CAMREN G!P
FanfictionLa cautivadora Lauren Jauregui no la llamó después de su apasionado beso, y Camila decidió olvidarla... hasta que tuvo que pedirle ayuda para resolver un asunto peculiar. Alguien había robado un objeto muy importante para ella, y solo había una pers...